Vistas de página en total

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Una historia muy personal...

Nada me gustaría más que poder sentarme frente a ella y decirle lo que siento... Pero sé que no puedo.

Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza...


Vivimos pensando que <<no podemos>> hacer montones de cosas, simplemente porque una vez , hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos.


Y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré. Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.



Tu única manera de saber si puedes conseguirlo es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón... ¡Todo tu corazón!


Nos resultaría muy útil no enfadarnos nunca, sin embargo, una vez sentimos la rabia, la ira o el fatidio, la única manera de liberarse de ellos es sacándolos fuera transformados en acción. 


Tú eres como ese anillo: una joya, una valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?


Como otras veces me sentía como un Supermán triunfal, un enamorado de la vida.


Debes saber que esto también pasará.


¡No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mu último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora.

No te des por vencido antes de ser vencido.

Tengo la sensación de que, definitivamente, no puedo vivir sin hacer, al menos de vez en cuando, algunos esfuerzos.

Antes de nada, es preciso desactivar una trampa que nos introdujeron cuando éramos muy pequeños. Esta trampa es una idea tan arraigada en nosotros, que forma parte de nuestra cultura explícita i implícitamente: <<sólo se valora lo que se consigue con esfuerzo >>.

Es una elección de vida que cada uno puede hacer en su momento y en la dirección que desee.


Pasando los dedos por su superficie, le pareció que su suavidad era la correspondencia táctil perfecta de su luminosidad y su belleza.


Muy suavemente, la levantó y comenzó a caminar con ella en brazos, hacia las afueras de la ciudad.


Es la primera vez que tengo algo valioso para mí. Algo que es mío. ¡Sólo mío!- pensaron los dos a la vez.


Cuando poseemos algo y nos esclavizamos dependiendo de ese algo, ¿quién tiene a quién?


Tú siempre defiendes el egoísmo como una clara expresión de autoestima, del amor propio bien entendido...


<<Mezquino<< debe ser el que carece, o cree carecer, de lo más necesario. Es el que necesita lo que no tiene para dejar de ser diminuto; es el que se niega a dar porque todo lo quiere para él; es el pobre desgraciado infeliz que no puede ver más deseos que los suyos.


Cuando nos sentimos tan importantes que no hay espacio para otros, cuando nos creemos tan merecedores que no podemos ver más allá de nuestras narices, cuando nos imaginamos tan maravillosos que no concebimos otra posibilidad que no sea poseer lo deseado, entonces, muchas veces, la vanidad, la miseria, la estupidez y la cortedad nos vuelven mezquinos.


Te molesta la situación porque crees que deberías tenerlo todo claro, deberías no estar confuso, deberías tener todas las respuestas, deberías, deberías... Relájate.


Deberías saber que no <<deberías>> nada en absoluto.


Es verdad. Incluso sin <<deberías>> hay respuestas que necesito y no tengo.


La respuesta a tus preguntas no la tengo yo, sino tú.



Sólo yo podía saber si <<me sirve>>, y esta respuesta es tan sólo válida para mí.


Ahora entendía que yo había pasado gran parte de mi vida buscando a alguien que me dijera qué estaba bien y qué estaba mal. Buscando a otros que me miraran para verme a mí mismo. Buscando fuera lo que en realidad siempre estuvo dentro. Todo iba bien. pero, de repente, empecé a pensar que de poco servía esclarecer las dudas si el resto del mundo seguía viviendo en la ignorancia supina y se empeñaba en permanecer allí. Me sentí lleno de impotencia y me empecé a enfadar. Y seguí.


La verdad es que yo no creo que valga la pena estar más sano si la consecuencia es estar, más solo en el mundo que Robinson Crusoe sin Viernes.


Cada persona que crecer podría ser un repetidor, un pequeño maestro, el detonador de una reacción en cadena que en sí misma es capaz de cambiar el mundo.


Y pensando es esto, me di cuenta de una segunda cosa: cuántas veces yo, y otros como yo, no nos atrevemos a hacer algo porque pensamos que es inútil intentarlo, que no se puede hacer nada.


Y quizás, aunque sólo otra persona se atreviera a pensar como yo, se animaría a sumarse a mi actuación o quizás, más humildemente, podría ser que alguien notara una diferencia en esa actitud y se diera cuenta de que uno puede ser de otra manera. Si yo actuara así, de manera distinta a la de todos los días, de forma diferente a los demás, quizás, con el tiempo, todas las cosas cambiarían.


Y me di cuenta de que esto ocurre constantemente: Que la gente no paga impuestos porque ¿cuál es la diferencia? Que la gente no es amable porque ¿quién se va a dar cuenta? Que la gente no es considerada porque nadie quiere ser el único idiota. Que la gente no empieza a bailar en la festa hasta que los otros no lo hace antes. Que no somos más estúpidos porque no tenemos más tiempo.


Si yo consiguiera ser fiel a mí mismo, verdadera y continuamente fiel, cuánto más amable, cordial, generoso y gentil sería.


Para mí quiere decir que nacemos solos y morimos solos. Esta idea, tan terrible según mi punto de vista, es quizás lo más duro que he tenido que aprender a lo largo de mi propio proceso de crecimiento. 


Pero también descubrí, por suerte, que existen los compañeros de viaje: compañeros para un ratito, compañeros para una temporadita más o menos larga. Y después, existen también los amigos, los amores, los hermanos: compañeros para toda la vida.


No camines delante de mí porque no podría seguirte. No camines detrás de mí, porque podría perderte. No camines debajo de mí, porque podría pisarte. No camines encima de mi, porque podría sentir que me pesas. Camina a mi lado, porque somos iguales.


Darse cuenta de que nadie puede recorrer el camino por ti, es fundamental. Tanto como saber que el camino es más nutritivo si se recorre en compañía.


Darme cuenta de quién soy yo y saberme único, diferente y separado del mundo por el límite de mi piel, no necesariamente quiere decir que deba vivir aislado, ni desolado, ni siquiera que tenga que ser autosuficiente.


Depende que lo que tú creas que debes vivir en cada momento y de quienes sean los demás, en cada momento.


Pero allí nadie se quejaba ni lamentaba. Nadie se moría de hambre porque ¡todos se daban de comer los unos a los otros!


Descalifica todo lo que dice el otro y lo único que entiende son sus propios argumentos.


Cada vez que veo algo que me molesta de otra persona, sería bueno recordar que eso que veo, también es mío.


Quizás terminas hiriendo a los demás <<por no mezclar>>, arruinas tu relación con ellos por poner barreras. Cuando, de corazón, ofreces tu ayuda a otro y ese otro la rechaza porque es estúpido, orgulloso o simplemente porque sí, no tienes ganas de celebrarlo. Lo primero que se te pasa por la cabeza son las ganas que tienes de mandarlo a tomar viento.


No todos nacemos con alas. Si bien es cierto que no tienes obligación de volar, creo que sería una pena que te limitaras a caminar teniendo las alas.


Cuando quieras volar vas a venir aquí, vas a tomar aire, vas a saltar al abismo y, extendiendo las alas, volarás.


Aunque te caigas, no morirás. Sólo te harás algunos rasguños que te harán más fuerte para el siguiente intento.


Desplegó las alas, las agitó en el aire con toda su fuerza pero, desgraciadamente, se precipitó a tierra.


¡Me mentiste! No puedo volar. Lo he probado y ¡mira el golpe que me he dado! No soy como tú. Mis alas sólo son de adorno.


Para volar, ha que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. Es como tirarse en paracaídas: necesitas cierta altura antes de saltar.


Para volar hay que empezar asumiendo riesgos. Si no quieres, lo mejor quizá sea resignarse y seguir caminando para siempre.


Algunas de las ideas que habitaban en mi mente y, sobre todo, algunas emociones que me desbordaban me dejaban triste y abatido.


No sabía qué pasaba, pero tenía la sensación de que los demás no eran dignos de confianza. Yo no sabía si era yo quien siempre elegía mal las compañías o si la gente acababa siendo diferente de lo que yo esperaba...


Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos y salió  del local, arrastrando su humanidad hasta su casa. Parecía que cada uno de sus pies pesaba una tonelada. 


Ya en su cuarto, se tiró sobre la cama. Si saber cómo ni por qué, había pasado a ser un desconocido , un ausente.


¿Sabia él realmente contestar esta pregunta? Él conocía su nombre, su domicilio  la talla de su camisa, su número de documento de identidad y algunos otros datos que lo definían para los demás. pero fuera de eso, ¿quién era verdadera, interna y profundamente? Aquellos gustos y actitudes, aquellas inclinaciones e ideas, ¿eran suyos verdaderamente? ¿O eran como tantas otras cosas, un intento de no defraudar a quienes superaban que él fuera quien había sido? Algo empezaba a estar claro: ser un desconocido lo liberaba de tener que ser de una manera determinada. Fuera como fuera, nada cambiaría en la respuesta de los demás hacia él. Pero por primera vez en muchos días, descubrió algo que lo tranquilizó: esto lo ponía en una situación que le permitía actuar como quisiera sin buscar la aprobación del mundo.


Ahora que, por fin, sabía que estaba solo, que siempre lo había estado, que sólo se tenía a sí mismo, ahora, podía reír o llorar... Pero por él, y no por los demás. Ahora, por fin, lo sabia: SU PROPIA EXISTENCIA NO DEPENDÍA DE LOS DEMÁS.


Había descubierto que le había sido necesario estar solo para poder encontrarse consigo mismo... 


Todo había vuelto a la normalidad... salvo él, por suerte, él, que nunca más tendría que rogarle a nadie que lo mirara para poder saber que estaba vivo, él, que nunca más tendría que pedirle al exterior que lo definiera, él, que nunca más sentiría miedo al rechazo. Todo era igual, savlo que aquel hombre jamás olvidaría quién era.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lecturas para DESPERTAR

  • Desarrolla tu Cerebro De Joe Dispenza
  • Diabetes ¡Nunca Más¡ Andreas Moritz
  • El Plan de Tu Alma - Robert Schwartz
  • El Proceso de la Presencia Michael Brown
  • El Secreto de Adan Guillermo Ferrara
  • El Secreto de Eva de Guillermo Ferrara
  • El asombroso poder de la gratitud Joe Vitale
  • El añillo Atlante De Jose Luis Arguix
  • El cáncer no es una enfermedad Andreas Moritz
  • El poder de ahora de ECKHART TOLLE
  • La reconexión Eric Pearl
  • Los 4 acuerdos Miguel Rúiz
  • Los Secretos Eternos de la Salud De Andreas Moritz
  • Muchas vidas muchos maestros BRIAN WEISS
  • Relajación y Energía Antonio Blay