Hasta tiempos muy recientes, todos
los humanos que nacían en la Tierra lo hacían como seres tridimensionales. Esto
significa que se encontraban por completo en el reino o plano material, con su
conciencia encerrada en la tercera dimensión. Funcionaban con sus tres primeros
chakras: el material, el emocional y el mental. Cuando existía espiritualidad,
generalmente se la contemplaba como algo externo o distinto a la actividad
normal.
El ser tridimensional es consciente
de sí mismo como ser separado, único e individual. No hay sentido real de la
unicidad o unidad de conciencia, factor propio de la conciencia dimensional superior.
Debido a esta sensación de separación, los humanos han construido una sociedad
con muy poca conciencia de la interconexión que hay entre las acciones y los
seres. Y debido a esta falta de conciencia, los humanos han creado un planeta
de tristeza y de sufrimiento en el que los individuos no ven la necesidad de
responsabilizarse de sus pensamientos, sentimientos y acciones. El temor a no
sobrevivir a nivel individual por falta de recursos ha llevado a la codicia y a
desequilibrios que tienen que ser redirigidos para crear un hogar planetario
estable para todos los humanos.
Los niños índigo vinieron con la
llave de la multidimensionalidad. Nacieron en cuerpos tridimensionales, pero su
conciencia en realidad estaba en la cuarta dimensión, con la capacidad de
alcanzar la quinta. Cuando esta oleada de conciencia índigo llegó al planeta a
principios de los 70, se abrió el camino para que todos los humanos y el propio
planeta cambiasen a la cuarta dimensión.
En el nivel de conciencia de la
cuarta dimensión, los humanos se percatan de la Ley Universal del Uno, también conocida como Ley de la Unidad de Conciencia.
Esta ley establece que todos somos uno, que todos estamos
conectados y que cualquier cosa que afecte a uno nos afecta a todos. Los
niños
índigo llevan ese conocimiento en su conciencia, lo que los convierte en
guerreros de muchas causas que sanarán a la Tierra y harán que los
humanos dejen de contaminar y de destruir su ambiente y de lastimar a
otros humanos.
La Ley
del Uno
también alienta la comprensión, en los seres índigo, de que todos somos
iguales
y de que nadie es más que otro. Esta conciencia y consciencia de grupo
es el
camino al futuro para los humanos. Si queremos crear la Nueva Tierra que
deseamos, vamos a tener que aprender a funcionar de manera cooperativa y
dejar la competitiva por
el bien superior de todos.
El índigo respeta las habilidades y
talentos de todos los individuos, pero esos talentos no hacen a nadie superior
a ninguna otra persona. El juego del orgullo y del ego no tiene lugar real en
la vida del índigo.
Cuando la
consciencia del índigo se
abre a la quinta dimensión, éste toma conciencia de sí mismo como
creador. Al
ser consciente de quinta dimensión le encanta crear. Todos los sistemas
económicos y de creencias religiosas de la Tierra son creaciones de
formas de pensamiento de la quinta dimensión que mantenemos en su lugar
dándoles nuestro
apoyo continuo. Estas formas de pensamiento conforman una rejilla de
cinco
dimensiones que rodea a la Tierra. La mayoría de los seres
dimensionalmente
inferiores son absolutamente inconscientes de que sus pensamientos y sus
patrones de comportamiento estén siendo controlados desde ese nivel.
Cuando el índigo consciente se abre
hasta ese nivel, a menudo se produce un rechazo hacia todos los sistemas de
creencias y una toma de conciencia de la libertad de crear nuevas formas
alternativas de ser y de pensar. La persona índigo asume la misión planetaria
de crear y producir nuevas formas de pensamiento y de existencia para el
Planeta Tierra. Pero en este nivel de conciencia todavía le preocupan las
dualidades de lo bueno y lo malo, las cuales determinan cuál es el mejor
sistema para la Tierra. El siguiente paso de la conciencia es la superación de
la dualidad para entrar en un reino donde todo es parte del bien superior y su
consideración depende del bien de esa totalidad superior.
A este estado avanzado se lo conoce
como conciencia de sexta dimensión, y es el reino del Niño Mágico o
Crístico. Todos los niños cristal nacen en ese nivel de conciencia. Tienen
acceso inmediato a los aspectos mágicos y espirituales de quienes son, siendo
capaces de combinar imaginación y creación de maneras fantásticas y jubilosas.
Si se les dejase a su aire, crearían un planeta mágico de inmediato. Sin
embargo, todavía les queda enfrentarse con la conciencia tridimensional
predominante, debiendo luchar con los comportamientos y modelos que encuentran
aquí.
Cuando el adulto índigo consciente
cambia al estado o consciencia cristal, pasa a la conciencia de sexta
dimensión, semilla de la Conciencia Crística. En conciencia, renace como niño mágico o crístico. Con esto llega un
entendimiento de la vida como juego y del juego del Espíritu en este planeta a
través de los seres humanos. Entonces toda la vida se ve como algo mágico y
bendito, y toda la vida se dirige y avanza a través del trabajo del espíritu.
En ese momento, el ser entiende el principio de entrega al flujo de la oleada
evolutiva superior, ejerciendo además el derecho a ser creador a nivel
individual.
El cristal
consciente, cuando ha
madurado lo suficiente para llegar a ese nivel, ya puede pasar al de la
Séptima Dimensión, en el que la consciencia se abre a la naturaleza de
la misión espiritual
del ser. En ese nivel, el adulto cristal o crístico está preparado para
asumir
una misión planetaria como transmisor a los demás de las conciencias
dimensionalmente superiores. Ese trabajo puede implicar la enseñanza o
la
sanación a gran escala, o simplemente consistir en llevar la energía en
su
campo áurico para que los demás puedan acceder a las vibraciones
superiores en
su propio camino ascensional.
Entonces, el niño y el adulto
cristal llevan el potencial de abrirse plenamente al noveno nivel o de la plena
Conciencia Crística. Este incorpora al octavo nivel o Nivel Arquetípico, en el
cual el ser tiene completo control sobre la historia de su vida terrenal, y al
noveno nivel, en el que el ser asume la responsabilidad plena de asistir al
Planeta Tierra.
En ese momento el potencial es que
el ser continúe su viaje al décimo nivel, en el que accede a responsabilizarse
de su Sistema Solar; al decimoprimer nivel, donde se accede al nivel galáctico
de la conciencia y, por último, al decimosegundo nivel, en el que el Rayo
Dorado de la Conciencia Universal inviste al ser como Pleno Ser Universal. El
decimotercer nivel representa al Maestro, que entra al Misterio Divino como
chispa plenamente consciente de la Esencia Creativa Divina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario