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domingo, 7 de septiembre de 2014

ALIENACIÓN MENTAL

Para la psicoanalista Piera Aulagnier, la alienación mental es un concepto que sólo es pensable para un observador externo, en tanto que el sujeto alienado en su pensamiento desconoce totalmente lo que le sucede.6
Esta alteración implica encuentro de dos individuos: uno con deseos de alienar y otro cuyos pensamientos son alienados o alienables, ambos con deseos de aniquilar al pensamiento que está presente en uno y otro. Los objetivos son:
  • Exclusión de toda duda del conflicto intrapsíquico.
  • Reducción mínima del sufrimiento psíquico que transfiere al Yo dicho conflicto, para:
  1. Encontrar la certeza de quién es el Yo
  2. Abolir conflictos entre el identificante y el identificado.
Por ello, para el psicoanálisis, la alienación es una patología de la idealización y de la identificación.
La alienación también puede ser social y suceder porque el sujeto esté inmerso en un sistema de poder social que le impida pensar libremente acerca de ese sistema o de la posición del individuo con respecto a ese poder y sus referencias identificatorias. La prohibición de pensar libremente amenaza, «de muerte», al raciocinio del ente humano, que ni siquiera puede reflexionar de sí mismo su conversión a esclavo al servicio del poder. Se trata de un individuo objetalizado por otro, cosificado por —e instrumento— del otro, sin derecho al pensamiento, ni a la palabra.
Se descatectiza toda actividad del pensamiento. El individuo no puede preservar puntos de referencia identificatorios. Entonces el sujeto catectiza un discurso que piensa por él, decide por él y quién es Yo, le impone sus ideales y borra toda vivencia nombrable y perceptible de lo que está viviendo. De esta manera la alienación produce una idealización de la fuerza alienante.6
Es siempre en nombre de «una buena causa» que el sujeto se aliena, enajena su pensamiento. El adepto, combatiente o partidario de una causa atribuye a la fuerza alienante el poder de garantir la verdad de dicha causa. Se produce una idealización masiva de la función alienante. Por ello se trata de una patología de la idealización. Si se anula el pensamiento es por un buen motivo.
La alienación es el límite extremo que puede alcanzar el Yo en la realización de su deseo de no sufrimiento. Culmina en muerte del pensamiento propio.
Suele ocurrir que la fuerza alienante o alienadora lleve a cabo su acción mediante una teoría, que puede ser religiosa, política, ideológica, científica o de cualquier índole, cuyo autor haya sido un líder ya fallecido. El individuo alienado puede alienar su pensamiento tanto por una ideología partidaria minoritaria, de un grupúsculo, como por una ideología dominante mayoritaria compartida por la sociedad. Esto se logra porque entre el líder y los individuos circula un poder de muerte.6
Cualquier vecino puede ser delator. Cada individuo posee poder de denunciar a otro, y por ello un poder de condena a muerte de cualquiera que piense diferente. La relación perseguido-perseguidor es circular: el perseguido puede convertirse en cualquier momento en perseguidor. El terror acechante impone una ruptura de la posibilidad de pensar o cuestionar al poder mismo.
El sujeto está obligado a negar tanto la realidad de lo que sucede como cualquier interpretación personal de lo sucedido. Se le impone al Yo del sujeto la exclusión de lo que podría ver. El individuo ya no puede considerar al poder como perseguidor porque necesita sobrevivir y no cuestionarlo. El terror a la muerte se convierte en amenaza de todo lo que el Yo podría pensar, defunción del pensamiento propio del Yo, otro piensa y decide por él. Ni siquiera es consciente de ello. Se niegan la realidad y la posibilidad de pensar la realidad.6
El Yo evita pensar la realidad, tanto externa como psíquica, que padece como consecuencia del terror. Entonces atribuye un valor de certeza al discurso de la fuerza alienadora. La supremacía de la verdad del argumento dominante es incuestionable, modalidad extrema de idealización de la sapiencia del alienador. En la psicosis el individuo sustituye la realidad por una fantasía, por un delirio. En el estado de alienación el individuo sustituye la realidad vivida por el discurso del otro.
Es el líder quien transmuta y define la realidad, lo cual aporta a los sujetos alienados la sensación de que poseen una «verdad» compartida, pero incuestionable, que los ubica entre los «elegidos», quienes «por su bien» deben imponer esa «verdad» a los demás.

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