En
cierta ocasión, una abuela llevó a su nieto a visitar a Mahatma Gandhi.
El niño tenía un apetito insaciable por el azúcar, lo que estaba
poniendo su salud en riesgo.
La
señora suplicó a Gandhi: “Por favor, dígale a mi nieto que deje de
comer azúcar, ya que se que él lo respeta mucho a usted, y yo estoy
segura que él le escuchará lo que usted le diga”. Gandhi les pidió que
se fueran y regresaran cuatro días después.
Luego de cuatro días, la abuela y el nieto regresaron. Gandhi miró al chico a los ojos y le dijo con autoridad: "Deja de comer azúcar, que estás lastimando tu cuerpo".
Después
de un breve silencio, la abuela le preguntó a Gandhi: “Señor, por qué
usted nos pidió esperar cuatro para regresar, si esto mismo se lo
hubiera podido decir el día que vinimos?”
Gandhi
respondió: "Señora, hace cuatro días yo estaba comiendo azúcar y no
podía hablarle con autoridad a su nieto. Ahora si puedo, porque hace
cuatro días dejé de comer azúcar".
Muchas
veces, podemos decir cosas totalmente correctas, empleando las palabras
mas adecuadas y aconsejar muchas formas de actuar apropiadamente, pero
yo siempre he dicho que las palabras se las lleva el viento. Lo mas
importante no son nuestras palabras, sino nuestros hechos y nuestros
actos. Todos los días son buenos para empezar a ser el ejemplo, para
dar el ejemplo.
Pienso
en esto, cuando siento deseos de sermonear o criticar a otra persona, o
simplemente cuando me provoca darle un consejo a alguien mas: estoy
haciendo yo lo que digo a otros que hagan? me estoy comportando de la
forma como creo que deben comportarse los demás? soy tan perfecto como
espero que otros lo sean?
Para
guiar a otros con autoridad y moral, el mas poderoso maestro es el
ejemplo. Prediquemos con nuestro ejemplo y no con nuestras palabras.
¿Cómo puedo pedir que no grite nadie si me he pasado la vida gritando y además pido "no grites¡¡¡¡¡" gritando? vamos....l
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