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lunes, 16 de junio de 2014

La ley del efecto contrario



Emile Coué redescubrió una de las leyes básicas de la mente humana. La llamó “la ley del efecto contrario”. Es uno de los sutras más antiguos del pensamiento taoísta y del zen.

Por ejemplo, si no tienes sueño ¿qué harás? Tratarás de dormirte; harás esfuerzos, harás esto y aquello, pero todo lo que hagas tendrá justo el efecto contrario porque cualquier actividad, cualquier esfuerzo, irá en contra del sueño. Dormir es una relajación. No puedes provocarlo, no puedes hacer nada para que ocurra, no forma en absoluto parte de tu voluntad. Dormir es entrar en el inconsciente y tu voluntad es simplemente un fragmento de la consciencia. Cuando entras en el inconsciente, en lo profundo, dejas en la superficie la parte que es consciente, el fragmento que es la voluntad. La única manera de entrar en el sueño es no hacer nada. Si no viene, no viene. Espera… ¡No hagas nada! Cuando llega, llega.

Y esto sucede con muchas cosas de la vida: que ocurre justo lo contrario. Si quieres estar tranquilo, ¿qué harás?... Porque quietud significa no-hacer. ¡Solamente flotas! No hay que usar ningún método porque cualquier método significaría de nuevo que estás haciendo algo. Y el “tienes que” va justamente en contra. Si lo haces así te pondrás más tenso. Deja que las cosas ocurran, no las fuerces.

Sucede muchas veces: intentas recordar un nombre o un rostro y no lo consigues, aunque sientes que lo tienes justo en la punta de la lengua. Y cuanto más lo intentas, menos te viene. Entonces te sientes frustrado y te olvidas del asunto… Y de repente te viene a la memoria. ¿Qué ha ocurrido? Pertenecía al inconsciente, estaba en lo profundo de ti. Y cuanto más lo intentabas, más se perturbaba el inconsciente. Estabas usando la voluntad, y la voluntad no puede traer las cosas de tu profundidad. Sólo a través de la rendición puedes hacerlo, sólo cuando te dejas llevar.

Esta es la ley del efecto contrario. Recuerda, con el inconsciente la voluntad no sólo sirve para nada, sino que además resulta perjudicial. Lo más importante te ocurrirá sólo cuando tú no estés ahí. Y si estás haciendo algo, tendrás que estar ahí. El sueño llega cuando tú no estás ahí. La Iluminación también sigue la misma regla.

No-hacer

En lo que a ti concierne hacer es fácil, por muy duro que sea, y no-hacer es difícil. Si alguien dice: “No hagas nada”, te sientes perdido. Si lo comprendieras, no sería así.

No-hacer no requiere cualificación alguna. Puede que el hacer sí y, puede que requiera práctica. No-hacer no precisa práctica alguna. Es por eso que la iluminación puede acontecer en cualquier momento, porque no es cuestión de cómo alcanzarla, sino de cómo permitirla. Es como el dormir: te relajas y ahí está, ocurre.

La acción alimenta el ego. Cuando no estás haciendo nada el ego no puede alimentarse. Simplemente desaparece, se muere, no está ahí. Así que, lo que sea que hagas queriendo, será la propia barrera. No fuerces, deja que ocurra. Flota, abandónate, déjate absorber, no pongas tu voluntad.

Y recuerda, siempre que haces algo voluntariamente no puedes gozarlo. Esas dos cosas nunca se encuentran. Si fuerzas algo no puedes disfrutarlo, si lo disfrutas no puedes forzarlo.

Simplemente espera..., deja que se mueva tu energía interior, entonces síguela a dónde quiera que te lleve. Ya no estás ahí... Entonces es algo inmenso, es una gran liberación.

Deshazte de todos tus conocimientos, porque sólo te son necesarios cuando tienes que hacer algo. Pero cuando no tienes que hacer nada, ¿qué conocimientos necesitas? Sólo se requiere una sensación, una especie de truco: cómo desaparecer, cómo dejar de ser. Y cuando digo “cómo” no me refiero a que tengas que conocer la técnica. Simplemente tienes que buscar esa sensación.

Dos cosas te serán de ayuda. Una: intenta descubrir cómo ocurre el dormir, cómo entras en el sueño. Puede que tengas algún ritual, pero este ritual no causa el sueño, sólo lo ayuda. La otra: la meditación. Todo el mundo encuentra su propio ritual. El ritual te ayuda porque te da un determinado ambiente, pero no es la causa. Si otra persona lo sigue, puede que hasta se convierta en un obstáculo para ella. Uno tiene que encontrar su propio ritual.

Un ritual es simplemente algo que sirve para ayudarte a estar más a gusto y poder esperar. Y cuando estás a gusto y esperas, ocurre. Dios llega a ti exactamente igual que el sueño, igual que el amor. No puedes desearlo, no puedes forzarlo.

Toda tu vida se ha convertido en un problema porque te has hecho experto en cómo hacer cosas: muy eficiente con las cosas mecánicas porque son cosas que pueden hacerse, pero absolutamente inútil para las cosas humanas, porque esas cosas no se pueden aprender, no se pueden hacer técnicamente, no puedes hacerte experto en ellas.

El amor

Por ejemplo, puedes forzar tu amor. El amor está ahí pero no hay nadie que ame. El amor ocurre como una energía, pero en él no hay ego. Entonces el amor se convierte en éxtasis y descubres algo que sólo han conocido aquellos que han llegado a lo Divino.

La meditación, Dios, la iluminación, el nirvana... todo ello llega a la existencia a través del amor, porque a través del amor llega un destello. Y tan pronto como ese destello estuvo allí, algunas almas valientes emprendieron una aventura para encontrar la fuente de donde procedía. A través del amor se ha descubierto a Dios. Por eso, siempre que alguien le pregunta a Jesús: “¿Qué es Dios”, él contesta: “Dios es amor”.

Pero el proceso es el mismo: no puedes forzar el amor. Si lo fuerzas, pierde toda su belleza, todo se vuelve mecánico. Irás a través de todo el ritual, pero no ocurrirá nada. No habrá éxtasis; será algo que haya que hacer y acabar. Nunca llegará hasta tu centro, ni sacudirá tus cimientos; no será una vibración de tu ser, sino un acto superficial.

La paz esencial de la mente

Vas buscando gurús, vas tras esto o aquello, para encontrar alguna técnica, algún mantra con que iluminarte... No hay ningún mantra que te pueda iluminar. Tendrás que ser más compasivo. Este es el único mantra: menos voluntad y más fluidez; menos esfuerzo y más relajación; menos hacer desde el consciente y más nadar en el inconsciente.

Ahora trata de entender el sutra: “Cuando no se entiende el significado profundo de las cosas, se perturba en vano la paz esencial de la mente”.

El hecho de que alguien esté angustiado muestra que no ha entendido las cosas, el significado profundo de las cosas. Y vas acusando a otros de que es por ellos por lo que estás angustiado. Aquí nadie está angustiado por nadie. Estás angustiado debido a tu no-entender o a tu mal-entender.

¡Intenta comprender! Todo el mundo trata de dominar. Esa es la naturaleza del ego: hacer toda clase de esfuerzos para dominar al otro (no importa que el otro sea el cónyuge, los hijos o los amigos). Y si todo el mundo trata de dominar y tú también estás intentándolo, habrá lucha. La lucha no se debe a que otros estén tratando de dominar; la lucha se debe a que no tratas de entender cómo funciona el ego.

¡Salte de ahí! A los demás no se les puede cambiar; si tratas de cambiarlos estarás malgastando tu vida innecesariamente. Ese es su problema. Ellos serán los que sufran si no lo comprenden. Sencillamente comprende que todo el mundo trata de dominar y di: “Yo me salgo de esto, no voy a intentar dominar”... Tu lucha desaparecerá… Y ocurrirá algo muy hermoso.

Cuando te peleas refuerzas el ego del otro; y esto es un círculo vicioso. Cuando no peleas el otro siente que está luchando solo, en medio de un vacío. Y entonces le das al otro una oportunidad para que también él se dé cuenta. Psicológicamente ya no estás en esas funciones egóicas, en la dominación, en la agresión, en la violencia, en la ira. Ya no formas parte de eso. Entonces se crea cierta distancia, cierto desapego. Ahora puedes ver las cosas y reírte: ¡qué ridículo he sido hasta ahora! Te reirás, no estarás angustiado. Todo a tu alrededor es muy ridículo, pero no te das cuenta porque eres parte de ello. La ridiculez no puede verse a menos que se tome cierta distancia, cierto desapego.

Cuando no se entiende el significado profundo de las cosas se perturba en vano la paz esencial de la mente. Y no consigues nada, no llegas a ningún sitio, simplemente te inquietas. 

Todo es como debería ser

Una vez que comprendes que cambiar el mundo entero no es responsabilidad tuya, lo único que puedes hacer es cambiarte a ti mismo. ¿Quién soy yo para cambiar a nadie? Cambiarse a uno mismo no es una tarea fácil. Eres todo un mundo dentro de ti; llevas en ti el mundo entero. Todo lo que existe, existe en tu interior.

Todo es como debería ser; sólo tienes que serenarte, tú eres lo único que está inquieto. Todo es como tendría que ser... nada falta y nada sobra.

¿Puedes imaginarte un Universo mejor que este? Si eres sabio no podrás; si eres un tonto sí que podrás. Nada puede ser mejor que tal como es. El único problema es que no estás a gusto con ello. Deja que tu energía se repose y el Camino es perfecto, como el espacio infinito donde nada falta y nada sobra. Todo está en equilibrio. Tú eres el único problema., lo único que no está en paz. Todo lo demás es tan perfecto como podría ser. Solamente tú estás divido.

Los problemas llegan con el ser humano porque tiene consciencia. Y esta consciencia crea problemas. Al ser consciente, puedes decir: “Esto está bien y esto está mal”. Al ser consciente, puedes decir: “Esto es feo y esto es hermoso”. Esta consciencia no es suficiente. Si se hace mayor, si se convierte en un círculo, en pura consciencia, entonces de nuevo todo vuelve a su cauce.

Nietzsche dijo los seres humanos son puentes. Serénate. Y cualquier camino servirá. El ser humano es sólo una transición, un estado transitorio; y, mientras tanto, permanece divido.

Al final ocurre lo mismo. El mucho esfuerzo te conducirá al sin-esfuerzo, y el no-esfuerzo también te llevará al sin-esfuerzo; porque el esfuerzo no es el fin, el esfuerzo sólo puede ser el medio. Te esfuerzas para alcanzar un estado en el que no haya esfuerzos.

Aceptamos o rechazamos, es por eso que no podemos ver la verdadera naturaleza de las cosas. Entonces metes tus ideas, tus opiniones, tus prejuicios… y lo coloreas todo. Sólo tienes que ver; de una forma pura, con una mirada sin ideas, con una mirada sin ningún rechazo o aceptación. Con una mirada pura, como si tus ojos no tuvieran una mente detrás, como si tus ojos fueran solamente espejos. Esta claridad, esos ojos sin prejuicios ni opiniones... y te has iluminado.

Entonces no hay ningún problema que resolver, entonces la vida ya no es un dilema. Es un misterio que vivir, que gozar, una danza que bailar. Entonces no estás en ningún conflicto con ella, entonces no hay nada que tengas que hacer aquí. Entonces sencillamente disfrutas, eres feliz.

Esto es lo que significa el Cielo: un lugar en donde no se espera de ti que hagas nada, en donde no tratas de conseguir felicidad; donde la felicidad es algo natural. Esto puede ocurrir aquí y ahora.

“No vivas en los enredos de las cosas externas ni en los sentimientos internos de vacío. Mantente sereno, sin hacer esfuerzos, en la unidad de las cosas, y tales falsos conceptos desaparecerán por sí solos”. 

No dividas lo exterior y lo interior: evita los extremos

C.G. Jung divide la humanidad en dos categorías: los extrovertidos, y introvertidos. Los extrovertidos están interesados en lo externo. Es gente activa, mundana; que persigue la riqueza, el prestigio, la posición, el poder. Se convierten en políticos, reformadores sociales, grandes líderes, grandes industriales. Y los introvertidos no son personas muy activas. Si tienen que hacer algo lo hacen, pero no tienen una inclinación a hacerlo. Lo que les gustaría sería quedarse con los ojos cerrados. Se hacen poetas, místicos, meditadores, gente contemplativa. No les interesa el mundo, solamente están interesados en ellos mismos; cierran los ojos e introvierten sus energías. Pero ambos están equivocados porque ambos están divididos.

En su interior, una persona que sea extrovertida siempre sentirá que le falta algo. Está desequilibrada, le ha concedido demasiada atención a lo externo. Y el que siempre ha estado consigo mismo también sentirá que le falta algo, porque es pobre en el mundo exterior.

Evita los extremos. No hagas ninguna distinción entre lo exterior y lo interior. Fluye, sé equilibrado. El exterior y el interior son igual que los dos ojos: si elijes uno será capaz de ver, pero tu visión perderá profundidad. El interior y el exterior son sólo dos ojos, ¿por qué elegir? ¿Por qué no usar ambos sin elegir? Y ¿por qué dividir? ¡Si tú eres uno! ¿Por qué irse a un extremo?

Es fácil ir de un extremo a otro, pero los extremos nunca satisfacen. Esas divisiones pertenecen a la mente. El interior y el exterior son uno: el exterior es sólo la prolongación del interior; el interior, la penetración del exterior. El todo tiene que incluir lo externo y lo interno. Para el todo no existe tal cosa como el exterior y el interior. En la existencia, lo externo se encuentra con lo interno y lo interno con lo externo. 

No trates de ser pasivo

No trates de ser pasivo. Sé totalmente activo, así es como llega la pasividad. La propia actividad crea la situación en la que la pasividad ocurre. Lo que sea que estés haciendo, hazlo totalmente. Y cuando caiga la tarde y se ponga el sol, una pasividad descenderá sobre ti. Esa pasividad es hermosa, tan hermosa como la actividad. ¡No hay nada que elegir! Ambas cosas son hermosas y ambas se necesitan.

¿Cómo puedes tratar de ser pasivo? Puedes sentarte como un buda, pero esa pasividad será sólo superficial. En el fondo estarás intranquilo. Puedes forzar al cuerpo a sentarse en silencio; pero ¿cómo vas a forzar al ser? El ser es y es y es.

Un hombre sabio se equilibra y sabe que la vida se equilibra a sí misma. Si haces una cosa (pero totalmente, sin que quede nada por hacer, habiendo disfrutado de la actividad con toda la energía) entonces el descanso es automático, le sigue. Y cuando disfrutas del descanso le sigue la actividad, porque cuando reposas recuperas energía. Ahora tienes que compartirla de nuevo, tienes que liberarla con actividad. Y luego te volverás a llenar de nuevo.

Sé totalmente activo, sólo así serás capaz de ser totalmente pasivo. Entonces los dos extremos se encuentran y se alcanza un equilibrio sutil. Es la paz más elevada que pueda existir porque cuando dos cosas se equilibran (el exterior y el interior, la actividad y la pasividad) de repente transciendes ambas. Cuando ambas se equilibran, tú ya no eres ni esto ni aquello. De repente eres una tercera fuerza: el observador, el testigo. Pero no puedes luchar por conseguirlo.

“Cuando tratas de parar la actividad para alcanzar la pasividad, el propio esfuerzo te llena de actividad. Mientras estés en un extremo o en el otro, nunca conocerás la Unidad”. 

Estar justo en el medio, sin elegir

¡Transciende los extremos! No seas ni una persona mundana ni alguien espiritual. ¡Equilíbrate! “Aquellos que no viven en el Camino único fracasan en ambas: actividad y pasividad, afirmación y negación”. A este equilibrio Buda lo denomina el camino del medio, “majihím níkaya”; y Confucio lo llama el camino dorado.

Permanece en el medio. Este es el arte más elevado: estar justo en el medio, sin elegir. Si estás exactamente en el medio transciendes el mundo. Entonces ya no eres ni un hombre ni una mujer, ni un ser materialista ni un ser espiritual, no estás ni vivo ni muerto. Ni esto ni aquello: el puente ha sido cruzado; has alcanzado la meta. Y la meta no está en algún lugar en el futuro, está aquí entre los dos extremos. Ni odio ni amor...

Recuerda, siempre que te encuentres con dos extremos, no elijas. Trata de encontrar un equilibrio entre ambos. Al principio, debido al hábito, será difícil. Los viejos hábitos persisten hasta en tus gestos. Los hábitos son fáciles de mantener porque no necesitas ser consciente de ellos; se mantienen por sí solos. Ser consciente es difícil porque para ti nunca ha sido un hábito.

Eliges fácilmente; condenas y aprecias fácilmente; rechazas y aceptas con mucha facilidad. Es un fenómeno mecánico. Sin ninguna consciencia, en el momento en que ves algo, ya lo has juzgado y decidido. Ves una flor y dices: “Es hermosa” o “no es hermosa”. Inmediatamente entra el juicio -con la percepción, entra el juicio-. Entonces nunca serás capaz de permanecer en el medio.

Cuando sientas odio, trata de irte al medio. Cuando sientas amor, trata de irte al medio. Lo que sea que sientas intenta irte al medio. Y te sor prenderás de que hay un punto entre cada dos extremos donde ambos dejan de ser; donde no sientes odio ni sientes amor. Esto es lo que Buda llama “upeksha”: un punto tan en el medio que no eres ni esto ni aquello. No puedes decir “Amo” ni “odio”. Sencillamente no puedes decir nada, estás simplemente en el medio. No te identificas. Ocurre una transcendencia y esa transcendencia es el florecimiento. Esa es la madurez.
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Fuente: Extracto del capítulo 2 de “El Libro de la Nada”, de Osho

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