Son,
nuestra Alma y nuestro Espíritu, la antorcha que ilumina el camino que
oscurece el sombrío temple del Ego. Son, nuestra Alma y nuestro
Espíritu, la antorcha que nos mantiene “calientes” ante el frió y la
desolación con que la desesperanza adorna el paisaje. Son, nuestra Alma y
nuestro Espíritu, la llave que abrirá los grilletes que nos atan a la
superficialidad, son pues las alas con las que emprenderemos vuelo, son
nuestro pasaje hacia la libertad, son la luz que inundará por completo
las sombrías caras de la desolación.
Alma,
deja que vea tu rostro y me maraville de su belleza. Espíritu, deja que
sienta tu fuego y me temple con tu cálida luz. Ambos fúndanse en mí y
eleven mi Ser hasta la mismísima presencia de Dios.
Has
sido forjado con el sello de la divinidad, llevas su identidad y tu
destino es fundirte en ella así como de ella has emergido. Cabalgas la
vida sobre el lomo de un gigante cuando descubres en tu interior la
magia de tu verdadera esencia. Te vuelves genuinamente puro en el
preciso instante en que tu conexión se hace más visible. Comienzas a
creer y tu camino se hace más claro, despejas tu vida y te entregas a tu
verdadera misión sin oponer residencias. Te liberas de las cargas,
fluyes, te dejas Ser. Ya no pasas por la vida como pidiendo permiso a
cada día para manifestarte en plenitud. Abandonas tus viejos hábitos,
rompes tus limitaciones y atraviesas con fuerte impronta las barreras
condicionantes que te imponían bases falsas de una identidad socialmente
correcta.
Eres
la lluvia aclamada por el desierto, eres el sol que bendice las flores
con el rocío de las mañanas, eres el viento que desciende de las
montañas y refresca los fulgurantes veranos, eres la luna que acompasa
las mareas. Como el vuelo de las golondrinas acusando la primavera y
como el silbido de los pájaros anunciando la mañana; eres para tu Alma
como el mar para sus costas.
Cuando
purificas tus oxidados canales de conexión con lo divino te alineas con
tu propósito y lo conviertes en tu presente más realizable, haces de
este momento el más sublime de los instantes y cada minuto que se sucede
consume al anterior completamente en perfecta armonía y satisfacción.
Te inspiras y al fin descubres dentro de ti las aquellos atributos
divinos que te conducirán hasta donde quieras llegar. Has de tu
divinidad la llave que abra las puertas de la jaula de tus
condicionamientos. Reinventa tu existencia y marca tu nuevo rumbo por el
camino de la verdad. Eres libre de tu Yo más básico y dominante, eres
libre de tus prejuicios, eres libre de los demás y eres libre de tu
angustioso estado de desunión con la fuente creadora del Universo.
Cuando aceptas tu libertad compras el pasaje de ida hasta los confines
de tu interior y te preparas para un maravilloso viaje de
auto-descubrimiento y liberación. Solo debes dar paso a tu divinidad y
creer en su cálida luz. Tu divinidad es como una farola incandescente
que llenará de claridad las penumbras de tu Alma, Alma que aclamaba a
gritos ser inundada por la mismísima gracia de Dios.
Se atesoran en los rincones de tu Alma los más preciados secretos divinos,
secretos que han permanecido custodiados por el Espíritu desde los
confines de la existencia hasta el preciso instante en que tú decidas
tan solo abrirte a la magia incomparable de manifestarte como la
divinidad que has venido a Ser.
Por Alejandro D. Gatti
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