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domingo, 20 de julio de 2014

"EL ACOSO PSICOLOGICO"



 
 
 
 
 
Existe la posibilidad de destruir a alguien sólo con palabras, miradas, mentiras, humillaciones o insinuaciones, un proceso de maltrato psicológico en el que un individuo puede conseguir hacer sufrir a otro. Es a lo que denomina violencia perversa o acoso moral. Por alguna razón hay personas que siempre eligen relaciones de pareja incorrectas que terminan siendo tóxicas para ellas. Los maltratadores son hombres "normales" particularmente sexistas en su socialización.



ACOSO MORAL


Aprender que amar no es exigir sino respetar a la otra persona tal y como es, y comprender que son compañeros en un camino que no se sabe hasta dónde llegará. No naciste para destruirte, sino para construir y aprender de errores y lecciones que son parte vida.
Preguntate...que Querés a futuro y por que seguís estando al lado de alguien que  te causa tanto daño.
 ¿Necesitas la humillación? ¿Necesitas tener alguien a tu lado que no te respete? ¿tan poco te valoras? ¿tan poco mereces?

 
    Con el sufrimiento del otro, disfrutan, y destruyendo, logran afirmarse a sí mismos...
El perverso es  incapaz de considerar a los demás como seres humanos; para él las personas son objetos, “bienes de uso”. 
Llegado el caso que la víctima tome conciencia de la relación patológica en la que está inmersa, debe alejarse fríamente y no sentir culpa por ello.  A pesar de ser una persona a la que se admira o ama, es una persona que puede hacer mucho daño y resultará mejor alejarse y protegerse.  No tiene sentido tratar de dialogar con el agresor porque toda palabra que se utilice con él puede volverse en nuestra contra y traerá más agresión.  Se trata de un camino sin salida; la única salida es cortar la relación por completo tratando de encontrar apoyo en la familia, amigos o un psicólogo. 
 

El acoso moral propiamente dicho se desarrolla en dos fases: la primera es la fase de seducción perversa por parte del agresor, que tiene la finalidad de desestabilizar a la víctima, de conseguir que pierda progresivamente la confianza en sí misma y en los demás;  la desvalorización, y  destrucción de la autoestima.

 
Para burlarse del otro, el perverso tiene diferentes artimañas: Criticar todo lo que hace su victima, burlarse de aspectos físicos, creencias religiosas,. gustos, de su forma de vivir, criticar su economía, también suele ridiculizarlo en público, puede  no dirigirle la palabra, encoger los hombros, suspiros, miradas, dudar de su capacidad, etc.  Sin embargo, la agresión la lleva a cabo en forma paulatina. La persona maltratada lamentablemente a lo largo del tiempo acaba protegiendo y disculpando al maltratador, también en parte  genera dependencia hacia el maltratador.
 
Además, el acoso moral produce consecuencias como vergüenza y humillación. Normalmente estos perversos, al contrario que sus víctimas, están escasos de valores; algunos son seres con buenas posiciones socioeconómicas y laborales.  Llegan alto y es, justamente por la falta de valores, que llegan a ser más que inescrupulosos, a tal punto que son capaces de estafar, falsificar o de cometer cualquier tipo de acto con tal de lograr su objetivo aunque se jacten de parecer lo contrario.
Un individuo perverso narcisista necesita hundir al otro. La destrucción psicológica de la víctima es su triunfo.  El acosador utiliza una serie de métodos para desestabilizar al otro, como por ejemplo: hacer alusiones desagradables sin llegar a aclararlas nunca, atacar a sus hijos con criticas ; poner en tela de juicio sus capacidades de juicio y decisión, criticar todo del pasado de la victima  y tomar en contra todo lo que la victima le ha contado con confianza en su momento, martirizar a la victima con relaciones del pasado como un ex marido o ex amigo o gente que ha estado muy cercana en su vida pasada... Basta que la víctima revele sus debilidades para que el perverso las explote inmediatamente contra ella.
 
Transcurridos unos años --no en el primero-- aparece alguna situación mínima y muy cotidiana, pero que asombra notoriamente al otro (al acosado). Por ejemplo, persecuciones del tipo de celos paranoicos y sin sentido. Hay que pensar que el objetivo del que acosa es siempre controlar al otro.  Suelen ser personalidades muy seductoras, muy carismáticas, realmente engañosas. En las parejas se ve mucho. Los hombres y las mujeres que son violentos con su pareja muestran una personalidad, hacia fuera, que para nada hace sospechar de su condición".  Con el tiempo la situación empeora .
 
ESTOS INDIVIDUOS POSEEN MUCHO MIEDO A LA PÉRDIDA:
Los manipuladores cotidianos establecen relaciones en las que arriesgan poco.
Puede parecer seguro de sí mismo, incluso arrogante, pero en el fondo se siente vulnerable, temeroso...
   Lo que el perverso envidia por encima de todo es la vida de los demás. Envidia los éxitos ajenos, que le hacen afrontar su propia sensación de fracaso. Es capaz de Actuar como competidor de los hijos de la pareja o de otras personas importantes en su vida ya sea en el plano afectivo como laboral. Además proyecta sobre su victima la culpa de todos sus conflictos. Suelen reprochar todo el tiempo cosas presentes y cosas pasadas con tal de hacer sentir culpable a su victima. El perverso en realidad siente envidia y le gustaría poseer alguna de las capacidades o aptitudes del otro. Como es incapaz de intentar obtener dichas aptitudes o capacidades, destruye las del otro.  Es celoso y posesivo.
No tiene ningún problema en utilizar estrategias de chantaje emocional, acoso emocional o incluso violencia física o verbal en el caso de que vea cuestionada su posición de poder. Es una persona muy posesiva, egocéntrica, paranoide, que disfruta con el sufrimiento ajeno.
Los seres que tienen conductas perversas no hacen otra cosa mas que reproducir lo que padecieron en su infancia, lo que vieron en acción en su propia familia .

                                                                              Cuidado!
 Esperan que te defiendas para poder atacarte más y más. Te critican injustamente para que te justifiques, con lo que implícitamente les estás dando la razón o para que les respondas con otra crítica y les des pie a ponerte de vuelta y media.  Un verdadero perverso no suelta jamás su presa. Está persuadido de que tiene razón, y no tiene escrúpulos ni remordimientos. No suele alzar la voz, ni siquiera en los intercambios más violentos; deja que el otro se irrite solo para luego acusarlo de que la agresión va contra él y no al contrario, lo cual no puede hacer otra cosa que desconcertar. La víctima se convierte en un chivo expiatorio responsable de todos sus males.  El agredido piensa que si actúa con paciencia, el otro cambiará. No renuncia porque es incapaz de imaginar que no hay nada que hacer y que es inútil esperar algún cambio. Por lo demás, si abandona a su compañero, se sentirá culpable. Las víctimas parecen ingenuas y crédulas; como no se pueden imaginar que el otro es un destructor, intentan encontrar explicaciones lógicas y procuran deshacer los entuertos. Por otro lado el perverso puede intentar que su víctima actúe contra él para poder acusarla de "malvada". Lo importante siempre es que la víctima parezca responsable de lo que ocurre. Ésta al principio se justifica, y luego se da cuenta de que cuanto más se justifica, más culpable parece. Frente a un ataque perverso, algunas personas se muestran primero comprensivas, intentan adaptarse: comprenden o perdonan porque aman o admiran. Si aceptan la sumisión, la relación se instala en esta modalidad de una forma definitiva: la víctima se encuentra cada vez más apagada o deprimida y el agresor es cada vez más dominante y se siente cada vez más seguro de su poder. Estos individuos sienten miedo ante la evaluación social. Necesitan dar una buena imagen. La inseguridad les lleva a ser muy temerosos en sus relaciones sociales. Aunque aparenten todo lo contrario, tienen un miedo atroz a la evaluación y se ponen nerviosisimos cuando se encuentran en un medio social amplio. Por eso generalmente son individuos de pocos amigos y evitan círculos sociales. Viven en su propio universo pensando que los demás están equivocados, y que ellos están en posesión de la verdad. No aspira a destruir al otro inmediatamente; prefiere someterlo poco a poco y mantenerlo a disposición. Lo importante es conservar el poder y controlar.

El acoso empieza cuando una víctima reacciona contra el autoritarismo de la otra parte y no se deja avasallar.

 Estos individuos necesitan rebajar a los demás para adquirir autoestima y mediante esta, adquirir poder, pues están necesitados de admiración y aprobación.
El perverso hace daño porque no sabe existir de otro modo, se le considera psicótico sin síntomas, que encuentra su equilibrio al descargar sobre otro el dolor que no siente. No establece una relación verdadera, sólo puede crearla en un registro perverso, de malignidad destructora". Pasa de la fase de seducción a la de destrucción. No percibe sus contradicciones internas, no sufre, ni tiene sentimientos de culpa, ni hace depresiones que sirvan para reflexionar y elaborar su situación personal. Siente un placer enorme al ver sufrir a los demás, sobretodo cuando los somete y los humilla.
   Otro procedimiento perverso consiste en nombrar las intenciones del otro, o en adivinar sus pensamientos ocultos, con lo que el agresor da a entender que conoce mejor que la víctima lo que esta piensa.
   Pero sin duda, el arte en el que el perverso destaca por excelencia es el de enfrentar a unas personas con otras, el de provocar rivalidades y celos. Esto lo puede conseguir mediante esas alusiones que siembran la duda, mediante mentiras que colocan a las personas en posiciones enfrentadas, o simplemente hace correr rumores que, de una manera imperceptible, herirán a la víctima sin que ésta pueda identificar su origen.

      La fase de odio o violencia, empieza con toda claridad cuando la víctima reacciona e intenta obrar en tanto que sujeto y recuperar un poco de libertad. A partir de este momento abundarán los golpes bajos y las ofensas, así como las palabras que rebajan, que humillan y que convierten en burla todo lo que pueda ser propio de la víctima. Esta armadura de sarcasmo protege al perverso de lo que más teme: la comunicación.
    El establecimiento del dominio sume a las víctimas en la confusión: o no se atreven a quejarse o no saben hacerlo. Éstas describen un verdadero empobrecimiento, una anulación parcial de sus facultades y una amputación de su vitalidad y de su espontaneidad. Aunque sientan que son objeto de una injusticia, su confusión es tan grande que no tienen ninguna posibilidad de reaccionar.
      A la hora de afrontar lo que les pasa, las víctimas se sienten solas. ¿Cómo hablar de ello a personas ajenas a la situación? ¿Cómo describir una mirada cargada de odio o una violencia que tan sólo aparece en lo que se sobreentiende y en lo que se silencia?
      El choque tiene lugar cuando uno toma conciencia de la agresión: se sienten desamparadas y heridas, todo se desmorona. Se instala un estado de ansiedad permanente.

     Tras un determinado tipo de evolución del conflicto, se producen fenómenos de fobia recíproca: la visión de la persona odiada provoca una rabia fría en el agresor; la visión del perseguidor desencadena el miedo de la víctima. Se trata de reflejos condicionados, uno agresivo y el otro defensivo. El miedo conduce a la víctima a comportarse patológicamente, algo que el agresor utilizará más adelante como una coartada para justificar retroactivamente su agresión.
      Para el perverso, el mayor fracaso es el de no conseguir atraer a los demás al registro de la violencia. Su vida consiste en buscar su propio reflejo en la mirada de los demás. El otro no existe en tanto que individuo, sino solamente como espejo.

         Para vencer a este tipo de personajes, es prácticamente imposible. En todo caso, la víctima debe analizar el problema "fríamente", dejando de lado la cuestión de culpabilidad. Para ello debe abandonar su ideal de tolerancia absoluta y reconocer que alguien a quien ama presenta un trastorno de personalidad que resulta peligroso para ella y que debe protegerse.
 

       Una de las reglas esenciales que debemos cumplir cuando nos acosa un perverso moral, es dejar de justificarnos. Todas las cosas que hagamos o digamos se pueden volver en contra nuestra. Al principio, cualquier cambio de actitud tenderá a provocar un aumento de las agresiones y de las provocaciones. El perverso, tratará siempre de culpabilizarnos todavía más...

 Normalmente es la otra persona quien soporta el peso del vínculo, tanto en términos afectivos como económicos. Además poseen falta de responsabilidad, actitudes de desamparo, extorsión emocional y una alegre y despreocupada visión de la vida. Esto implica  evadir las obligaciones y responsabilidades; y utilizar excusas para justificar sus propias conductas. No le permite trabajar a su pareja y en otros casos le permite cargar con el peso económico del hogar. Se aprovecha de la mujer, dejando que le pague todo o en ocasiones hasta que lo mantenga.
 Generalmente cuando trabaja no comparte el dinero. Podría pensarse que solo mujeres con poca preparación y con bajo nivel socioeconómico caen en las manos de los abusadores afectivos, pero no es así ya que se dan casos, y no pocos, en los que mujeres que tienen preparación y solvencia económica también son victimas de este tipo de abuso. En definitiva se puede decir que un hombre que abusa de la mujer en cuestiones de afecto, economía o control de actitudes, es indudable que no la quiere como pareja, y una mujer sometida a sus caprichos y antojos llega a ser mas que una dependiente del hombre, una adicta a esa relación y por eso soporta todo.


Cuando la víctima acude a una psicoterapia individual, lo hace por otras razones, alegando inhibiciones, ideas autodestructivas, depresión, fatiga crónica, cansancio por las mañanas, irritabilidad, ataques de pánico, insomnio, apatía, desinterés por la vida, falta de confianza en sí misma, incapacidad para tomar decisiones, ansiedad, son consecuencias de sufrir alguna de las formas de maltrato psicológico. El agresor no considera a la víctima como persona, sino como un mero objeto utilizable a su antojo.
 La víctima se puede quejar de su compañero o de su circulo de relaciones, pero no suele tener conciencia de la existencia de esta terrible violencia subterránea y no se atreve a quejarse de ella. Es difícil entonces, incluso para el terapeuta, ver que se trata de una situación de acoso moral.

 
Algunos consejos
Romper con la persona no es difícil aunque así lo sientas, solo llenate de coraje pesa mas las cosas malas que las buenas recuerda que estas personas te podrán jurar cambiar, pero asi es su comportamiento eso jamás cambia por mucho que lo desees. Lo mejor es pararte y decirle “YA NO MAS” basta de tanta manipulación, exageraciones, mentiras y ya no escuches mas sus argumentos.  Aunque sientas que lo amas o la amas, tienes que amarte tu primero el amor no esta en las humillaciones y en la falta de respeto o falta de confianza, recuerda que “NO SON EL AIRE” mañana seguirás respirando, viviendo el mundo no se detiene crean que semanas dolerá pero después el peso de los malos tratos te recordaran que hiciste lo correcto. No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir! Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos,  presentes, romper papeles, borrar todos los emails, desprenderse de viejas fotografías, etc...Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente.

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de lo que vales. La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando “puertas abiertas”, por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. Cierra capítulos.!!!  Repetite a vos mismo que no, que el pasado no  vuelve. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa vida, en ese circulo. Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida. Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad.

INDICADORES DE VIOLENCIA
UNA MUJER ESTÁ SIENDO MALTRATADA
CUANDO SU PAREJA:
 
ignora sus sentimientos con frecuencia.
 
la ridiculiza,  la insulta o la humilla en público o en privado.
 
utiliza su visto bueno como aprecio, afecto, premio o castigo.
 
rechaza mantener relaciones sociales en su compañía.
 
le controla el dinero y toma todas las decisiones.
 
no le permite trabajar o la obliga a cargar con el peso económico del hogar.
 
no trabaja o no comparte el dinero.
 
la amenaza, con frecuencia, con abandonarla con irse con otra mujer o  con hacerle daño a ella, a sus hijos/as o a su familia.
 
la acosa con asuntos que él imagina que ella está haciendo.
 
la manipula con mentiras y contradicciones.
 
no le permite tener amigos/as.
 
la obliga a mantener relaciones sexuales contra su voluntad.
 
 
DEBES SABER :
 
que el maltratador no sólo no va a cambiar, sino que cada vez se hará mas violento.
 
que quien dice que te quiere no se atrevería nunca a maltratarte ni a tí ni a tus/sus hijos/as.
 
que tú no eres la culpable de lo que te está pasando, sólo hay un culpable y ese es tu agresor.
 
que no hay ningún motivo que justifique la violencia hacia tí.
 
que los malos tratos que recibes son un delito y que, por lo tanto, puedes interponer una denuncia.
 
que el que te pega o te agrede verbalmente sólo lo hace por que quiere controlarte, dominarte y someterte.
 
que, aunque te sea difícil comenzar una nueva vida, es posible y tú te mereces vivir sin miedo, sin controles, sin sometimientos ni engaños.
 
que tú y tus hijos/as tenéis derecho a vivir en libertad y lejos de la violencia.
 
que se puede vivir sin violencia y que no todos los hombres maltratan. Sólo hace el cobarde y el que ,debido a su inseguridad y su miedo, se cree "mas hombre" utilizando contigo la violencia.
 
que existen profesionales preparados y preparadas para atenderte y escucharte sin juzgarte, para comprender tus indecisiones, tus miedos y angustias y que están ahí para cuando decidas acudir a ellos/as.
 
que no incumples el deber de convivencia y, por tanto, no es abandono de hogar, si, por motivos de seguridad u otra causa justificada, tienes que abandonar tu domicilio, siempre que en el plazo de 30 días realices cualquier actuación legal para solicitar la separación.

 


 
Perfil del victimario

                        
• Persona mediocre.
• Manipulador.
• Tiene un complejo de inferioridad, que lo muestra con una superioridad externa.
• Alteración del sentido de las normas morales.
• No sigue reglas ni leyes.
• Falta de sentido de culpabilidad.
• Agresivo, compulsivo y mentiroso
• Gran capacidad de improvisación y creatividad.
• Se apropia de méritos ajenos.
• Rasgos sicóticos (sensación de desintegración, no existe un buen manejo del tiempo y espacio).
• Inestabilidad emocional.
• Profunda angustia existencial.
Los medios que emplean para esto son:
 El lenguaje implicacional: Traspasar la responsabilidad. Ya hemos visto algunos ejemplos de cómo se expresan haciendo que sean los demás quienes asumen la responsabilidad por ellos. A esto se llama "lenguaje implicacional".
  • "Tú mismo". También se puede traspasar la responsabilidad inhibiéndose, dejando claro que es la otra parte quien tiene que actuar.
  • "Nunca" tienen nada que perder. Al no arriesgar en la relación, el que pierde siempre es el otro. Sí que tienen algo que perder: El esclavo.
  • La proyección: Atribuir a los otros sus características, intenciones, deseos... negativos.
  • Ignorarte. Una forma cruel de maltrato psíquico, en el que te minimizan hasta el máximo.
  • Enfadarse. Una de las técnicas más efectivas para hacer sentir culpa. Y de sentirse culpable a actuar de la forma deseada por el culpabilizador...
  •  
  • Son los amos de la realidad. Sólo su punto de vista es el correcto. Ya vimos qué hábiles son para definir las reglas.
  •  
  • La difamación: Contar historias negativas sobre la persona-objetivo.
  •  
    • Les falta confianza en ellos mismos. Aparentan una autoestima de la que carecen. Son personas muy inseguras. Se sienten incómodos en todo tipo de relaciones, así que proyectan en los otros esa inseguridad y la compensan intentando hacer ver que sólo ellos son los que tienen la verdad.
    Muestran intolerancia, dogmatismo, crítica destructiva e incluso agresividad física y verbal cuando su posición parece verse amenazada. Y también un deseo casi compulsivo de enterarse de todo para que la situación no se les escape de su control.
    Temen al ridículo como a la peste, y cambian por completo cuando están rodeados de otras personas, al menos al principio. Después evitan activamente estas situaciones, y para justificarse se cabrean por cualquier cosa cuando se encuentran en una de ellas y juran no volver más, o bien vuelven a utilizar su proyección favorita y están constantemente criticando los errores que cometen sus personas significativas. 
      Sienten miedo ante la evaluación social. Necesitan dar una buena imagen. La inseguridad les lleva a ser muy temerosos en sus relaciones sociales. Aunque aparenten todo lo contrario, tienen un miedo atroz a la evaluación y se ponen nerviosisimos cuando se encuentran en un medio social amplio.
    Si tienes una relación con ellos...Corta!!!! No van a cambiar. Te van a poner verde, te harán aparecer como la mala de la película y si tienes vínculos de dinero con ellos te sacarán hasta el  último peso, pero vale más pobre que amargado de por vida. Y prepara las espaldas, porque van a convencer hasta a tu madre de que has sido una miserable aprovechadora.
    Terminar una relación amorosa enfermiza es difícil pero no imposible. Algunos lo logran por sí mismos, otros requieren de ayuda. Lo importante es que usted se dé cuenta de que quién le quita su autoestima no va ser el que se la devuelva. Al contrario, en cada intento por restituir la dignidad perdida, quedará más dolido y devaluado. No gaste más tiempo ni energía. Atrévase, pierda el miedo. No sólo va a sobrevivir, sino que experimentará un intenso alivio. Se lo aseguro. Porque eso no es amor: es adicción. Todo amor que no produce paz, sino angustia o culpa, está contaminado de codependencia. Ese tipo de amor patológico, de obsesión, es sumamente destructivo. Al no producir paz interior ni crecimiento espiritual, no lleva a la felicidad. Si una relación humana resulta perjudicial para la salud física, moral o espiritual, hay que cortar.
     

    Kahlil Gibrán en El Profeta escribio : ``Amense uno al otro, pero no hagan un nudo de amor. Que sea más bien un mar que se mueve entre las costas de sus almas. Llenen la copa de su pareja, pero beban de su propia copa. Canten y bailen juntos, pero dejen espacio, como las cuerdas de una cítara están separadas, aunque vibran con la misma música. Den su corazón, pero no lo pierdan, porque sólo la mano de la vida puede contener sus corazones. Y permanezcan juntos, pero no demasiado, porque los pilares del templo están separados. Y el roble y el ciprés crecen, pero no en la sombra del otro''.



 
 
 


 

 





Livier Navarro Yamuni




Se entiende por acoso moral la manifestación permanente y sublime de una conducta abusiva y especialmente de desgaste psicológico, que incluye comportamientos, palabras, actos, gestos y escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad o la integridad física o psíquica de un individuo.
Se trata de un fenómeno circular, de una serie de comportamientos deliberados por parte del agresor que están destinados a desencadenar la ansiedad en la víctima, lo que provoca en ella una actitud defensiva que a su vez genera nuevas tensiones.
El primer acto del agresor consiste en paralizar a su víctima para que no pueda defenderse, de modo que por mucho que ésta intente comprender qué ocurre, no tiene herramientas para hacerlo. La víctima no se da cuenta de esta manipulación perversa y no reacciona cómo lo haría en un proceso normal y corriente. Mediante un proceso de acoso moral, o de maltrato psicológico, un individuo puede hacer pedazos a otro. La perversidad no proviene de un trastorno psíquico o psicológico, sino de una fría racionalidad que se combina con la incapacidad de considerar a los demás como seres humanos de igual a igual.
Cada uno de nosotros puede utilizar puntualmente un proceso perverso. Esto sólo se vuelve destructor con la frecuencia y la repetición a lo largo del tiempo. Un individuo perverso es permanentemente perverso. Se encuentra fijado a ese modo de ser, de relacionarse con el otro y no se pone en tela de juicio a sí mismo jamás. No tiene compasión ni respeto por los demás. Respetar al otro supondría considerarlo en tanto que ser humano y reconocer el sufrimiento que se le aflige.
Estos individuos necesitan rebajar a los demás para adquirir autoestima y mediante esta, adquirir poder, pues están necesitados de admiración y aprobación. El agresor suele engrandecerse a costa de rebajar a los demás y evitar cualquier conflicto interior al descargar sobre el otro la responsabilidad de lo que no funciona. Las técnicas perversas utilizadas son rechazar la comunicación directa, descalificar, desacreditar, aislar e inducir a error.
La negación de la comunicación directa es el arma principal de los perversos. El acosador es frío y malvado pero no de una forma ostensible que pudiera traerle problemas, sino que simplemente hace uso de pequeños retoques desestabilizadores que son difíciles de identificar. Suele utilizar técnicas de desestabilización como las insinuaciones, las alusiones malintencionadas, la mentira y las humillaciones. Por medio de estos métodos y de palabras aparentemente anodinas y de cosas que no se dicen, es posible desestabilizar a alguien o incluso destruirlo sin que su círculo de allegados se percate de ello y puedan llegar a intervenir.
Las víctimas, al principio y contrariamente a lo que los agresores pretenden hacer creer, no son personas afectadas de alguna patología o particularmente débiles. Al contrario, el acoso empieza cuando una víctima reacciona contra el autoritarismo de la otra parte y no se deja avasallar. El acoso se hace posible porque viene precedido de una descalificación de la víctima por parte del perverso.
Esta depreciación de la víctima justifica posteriormente la crueldad que se ha ejercido contra ella y conduce a pensar que se merece lo que le ocurre. Cuando un proceso de acosos se instaura, la víctima es estigmatizada. Se dice que el trato con ella es imposible, que tiene mal carácter o que está loca. Se considera que su manera de ser es la responsable de las consecuencias del conflicto, y la gente se olvida de cómo era antes o de cómo es en otros contextos. Una vez que a la víctima se le saca de sus casillas, no es extraño que se convierta en lo que se pretende convertirla. Para que esto resulte creíble, hay que descalificar al otro con el fin de empujarlo a comportarse de un modo reprensible.
La violencia perversa puede darse en cualquier ámbito de nuestra vida, puede darse en la pareja, en la familia, en el ámbito laboral, social, etc. Aunque se trate de contextos distintos el funcionamiento es similar. El punto común de todas las situaciones de acoso moral es que son indecibles. Se trata de una violencia probada, aunque se mantenga oculta, que tiende a atacar la identidad del otro y a privarlo de toda individualidad. La violencia perversa aparece en momentos de crisis, cuando un individuo que tiene defensas perversas no puede asumir la responsabilidad de una elección difícil. Se trata de una violencia indirecta que se ejerce esencialmente a través de una falta de respeto.
Los procedimientos perversos aparecen con mucha frecuencia en los casos de separación y divorcio. Otras veces, el acoso es suscitado por sentimientos de envidia de alguien que posee algo que los demás no tienen.
En la vida cotidiana no nos atrevemos a hablar de perversidad. Corresponde aun juicio de valor. Nombrar la perversidad es grave. La mayoría de las veces se reserva este término para actos de gran crueldad. Dejar de nombrar la perversidad es un acto todavía más grave, pues supone tolerar que la víctima permanezca indefensa, que sea agredida y que se le pueda agredir a voluntad. Parece como si la sociedad no percibiera esa forma de violencia indirecta. Con el pretexto de la tolerancia nos volvemos indulgentes ante ciertos ataques de perversidad. El contexto sociocultural actual permite que la perversión se desarrolle porque la tolera.
No se trata de procesar a los perversos, los cuales ya se defienden bien por sí solos sino de tener en cuenta su nocividad y su peligrosidad con el fin de que las víctimas o futuras víctimas puedan defenderse mejor.

Este fenómeno se ha estudiado particularmente en los países anglosajones y en los países nórdicos. Actualmente, en algunos países, entre ellos Francia, departamentos de recursos humanos, médicos y psicólogos laborales, y mutualidades sanitarias han empezado a interesarse por el tema.
La manipulación perversa genera trastornos graves tanto en niños como en adultos. Los métodos terapéuticos clásicos no son suficientes para ayudar a estas víctimas.
Son necesarias herramientas más adaptadas que tengan en cuenta la especificidad de la agresión perversa. Quizá no se escucha a las víctimas cuando solicitan ayuda. Es necesaria la intervención de un interlocutor válido. No han de considerarse responsables de la agresión que padecen ni han de pensar que lo han buscado o merecido inconscientemente.
Cuando la víctima acude a una psicoterapia individual, lo hace por otras razones, alegando inhibiciones, falta de confianza en sí misma, incapacidad para tomar decisiones, ansiedad, por un estado depresivo permanente resistente a los antidepresivos La víctima se puede quejar de su compañero o de su círculo de relaciones, pero no suele tener conciencia de la existencia de esta terrible violencia subterránea y no se atreve a quejarse de ella. Es difícil entonces, incluso para el terapeuta, ver que se trata de una situación de acoso moral.

Fuente: Emérita Bara García
Dra. en Psicología -Psicóloga Clínica
Centro de Salud Mental - INSALUD - HUESCA
Con permiso para publicar este artículo por ©Elena Turull desde su Sitio Web:
http://www.sarakali.com
Infórmate Amiga! Recuerda que la mejor arma de los agresores es nuestra ignorancia...
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Serie de Violencia Intrafamilar
Marie-France Hirigoyen

Para la psiquiatra y terapeuta francesa Marie-France Hirigoyen, existe la posibilidad de destruir a alguien sólo con palabras, miradas, mentiras,humillaciones o insinuaciones, un proceso de maltrato psicológico en el que un individuo puede conseguir hacer pedazos a otro. Es a lo que denomina violencia perversa o acoso moral.
El acoso moral propiamente dicho se desarrolla en dos fases: la primera es la fase de seducción perversa por parte del agresor, que tiene la finalidad de
desestabilizar a la víctima, de conseguir que pierda progresivamente la confianza en sí misma y en los demás; y la otra, es la fase de violencia manifiesta.

El primer acto del depredador siempre consiste en paralizar a su víctima para que no se pueda defender. Pretende mantener al otro en una relación de
dependencia o incluso de propiedad para demostrarse a sí mismo su omnipotencia. La víctima, inmensa en la duda y en la culpabilidad, no es capaz de reaccionar.
Todos estos son una serie de comportamientos deliberados del agresor destinados a desencadenar la ansiedad de la víctima, lo que provoca en ella
una actitud defensiva, que, a su vez, genera nuevas agresiones.

La estrategia perversa no aspira a destruir al otro inmediatamente; prefiere someterlo poco a poco y mantenerlo a disposición. Lo importante es conservar
el poder y controlar. Intenta, de alguna manera, hacer creer que el vínculo de dependencia del otro en relación con él es irremplazable y que es el otro quién lo solicita.(Al anular las capacidades defensivas y el sentido crítico del
agredido, se elimina toda posibilidad de que éste se pueda rebelar. Éste es el caso de todas las situaciones en las que un individuo ejerce una influencia exagerada y abusiva sobre otro, sin que éste último se de cuenta de ello).

El término de "perversidad" la mayoría de las veces se reserva para actos de gran crueldad, como es el daño que ocasionan los asesinos en serie. En todo caso se trata de "depredación", es decir, acto que consiste en apropiarse de la vida. Esta perversidad no proviene de un trastorno psiquiátrico, sino de una fría racionalidad que se combina con la incapacidad de considerar a los demás
como seres humanos.

El acosador utiliza una serie de métodos para sestabilizar al otro, como por ejemplo: burlarse de sus convicciones, ideas o gustos; ridiculizarlo en público; dejar de dirigirle la palabra; ofenderlo delante de los demás; privarlo de
cualquier posibilidad de expresarse; mofarse de sus con sus puntos débiles; hacer alusiones desagradables, sin llegar a aclararlas nunca; poner en tela de juicio sus capacidades de juicio y decisión, etc...

La agresión propiamente dicha es constante y se lleva a cabo sin hacer ruido, mediante alusiones e insinuaciones, sin que podamos decir en qué momento ha comenzado ni tampoco si se trata realmente de una agresión. Se presenta continuamente y en forma de pequeños toques que se dan todos los días o varias veces a la semana, durante meses e incluso años. Basta que la víctima
revele sus debilidades para que el perverso las explote inmediatamente contra ella.

El mensaje de un perverso siempre es voluntariamente vago e impreciso y genera confusión. Son precisamente estas técnicas indirectas las que desconciertan al interlocutor y hacen que éste tenga dudas sobre la realidad de lo que acaba de ocurrir.(En la pareja, sembrar la duda mediante alusiones, o guardar silencio sobre ciertos asuntos, es una hábil manera de atormentar al
compañero, de reforzar su dependencia y de cultivar sus celos. Lo que pretende es paralizar a la pareja colocándola en una posición de confusión y de incertidumbre. Esto le libra de comprometerse en una relación que le da
miedo).

Un verdadero perverso no suelta jamás su presa. Está persuadido de que tiene razón, y no tiene escrúpulos ni remordimientos. No suele alzar la voz, ni siquiera en los intercambios más violentos; deja que el otro se irrite solo para luego acusarlo de que la agresión va contra él y no al contrario, lo cual no puede hacer otra cosa que desconcertar: "Desde luego, ¡no eres más que un
histérico que no para de gritar!". Otro procedimiento perverso consiste en nombrar las intenciones del otro, o en
adivinar sus pensamientos ocultos, con lo que el agresor da a entender que conoce mejor que la víctima lo que esta piensa. (El interlocutor no debería tener en cuenta ningún mensaje que no se formule explícitamente, por mucho
que se trasluzca. Puesto que no hay un rastro objetivo, el mensaje no existe).

Pero sin duda, el arte en el que el perverso destaca por excelencia es el de enfrentar a unas personas con otras, el de provocar rivalidades y celos. Esto lo puede conseguir mediante esas alusiones que siembran la duda, mediante
mentiras que colocan a las personas en posiciones enfrentadas, o simplemente hace correr rumores que, de una manera imperceptible, herirán a la víctima sin
que ésta pueda identificar su origen.

La fase de odio o violencia, empieza con toda claridad cuando la víctima reacciona e intenta obrar en tanto que sujeto y recuperar un poco de libertad. A partir de este momento abundarán los golpes bajos y las ofensas, así como las palabras que rebajan, que humillan y que convierten en burla todo lo que pueda ser propio de la víctima. Esta armadura de sarcasmo protege al perverso de lo que más teme: la comunicación.

Por otro lado. el perverso puede intentar que su víctima actúe contra él para poder acusarla de "malvada". Lo importante siempre es que la víctima parezca
responsable de lo que ocurre. Ésta al principio se justifica, y luego se da cuenta de que cuanto más se justifica, más culpable parece. (La víctima ideal es una persona escrupulosa que tiene una tendencia natural a culpabilizarse).

La manipulación funciona tanto mejor cuanto que el agresor es una persona que cuenta de antemano con la confianza de la otra persona. Mediante un sentimiento similar al de la protección maternal, ésta considera que tiene que ayudarlo porque es la única que comprende.

Durante la fase de dominio, los dos protagonistas adoptan sin darse cuenta una actitud de renuncia que evita el conflicto: el agresor ataca con pequeños toques
indirectos que desestabilizan al agredido sin provocar abiertamente un conflicto; la víctima renuncia igualmente y se somete, pues teme que un conflicto pueda implicar una ruptura. Percibe que no hay negociación posible
con su agresor, y que éste no cederá, y prefiere comprometerse a afrontar la amenaza de la separación.

La víctima se convierte en un chivo expiatorio responsable de todos sus males. A primera vista, lo que sorprende es el modo en que éstas aceptan su suerte.

Muchas veces la gente se imagina que la víctima consiente tácitamente o que es cómplice, conscientemente o no, de la agresión que recibe. Pero decir que es cómplice no tiene sentido, en la medida que ésta, por efecto del dominio, no dispone de los medios psíquicos para actuar de otro modo, está paralizada.

El error esencial de la víctima estriba en no ser sconfiada, en no considerar los mensajes violentos no verbales. No sabe traducir los mensajes y acepta lo que se le dice al pie de la letra. Para el perverso, la excusa es fácil "La trato así
porque así es como le gusta que la trate".

El agredido piensa que si actúa con paciencia, el otro
cambiará. No renuncia porque es incapaz de imaginar que no hay nada que hacer y que es inútil esperar algún cambio. Por lo demás, si abandona a su compañero, se sentirá culpable.

Las víctimas parecen ingenuas y crédulas; como no se pueden imaginar que el otro es un destructor, intentan encontrar explicaciones lógicas y procuran
deshacer los entuertos.

Frente a un ataque perverso, algunas personas se muestran primero comprensivas, intentan adaptarse: comprenden o perdonan porque aman o
admiran.

Si aceptan la sumisión, la relación se instala en esta modalidad de una forma definitiva: la víctima se encuentra cada vez más apagada o deprimida y el agresor es cada vez más dominante y se siente cada vez más seguro de su
poder..

El establecimiento del dominio sume a las víctimas en la confusión: o no se atreven a quejarse o no saben hacerlo. Éstas describen un verdadero empobrecimiento, una anulación parcial de sus facultades y una amputación de
su vitalidad y de su espontaneidad. Aunque sientan que son objeto de una injusticia, su confusión es tan grande que no tienen ninguna posibilidad de reaccionar.

A la hora de afrontar lo que les pasa, las víctimas se sienten solas. ¿Cómo hablar de ello a personas ajenas a la situación? ¿Cómo describir una mirada cargada de odio o una violencia que tan sólo aparece en lo que se
sobreentiende y en lo que se silencia?

El choque tiene lugar cuando uno toma conciencia de la agresión: se sienten desamparadas y heridas, todo se desmorona. Se instala un estado de ansiedad
permanente. Tras un determinado tipo de evolución del conflicto, se producen fenómenos de fobia recíproca: la visión de la persona odiada provoca una rabia
fría en el agresor; la visión del perseguidor desencadena el miedo de la víctima.

Se trata de reflejos condicionados, uno agresivo y el otro defensivo. El miedo conduce a la víctima a comportarse patológicamente, algo que el agresor utilizará más adelante como una coartada para justificar retroactivamente su agresión.

Para el perverso, el mayor fracaso es el de no conseguir atraer a los demás al registro de la violencia. Su vida consiste en buscar su propio reflejo en la
mirada de los demás. El otro no existe en tanto que individuo, sino solamente como espejo.

Este tipo de perversos son considerados como psicóticos sin síntomas, que encuentran su equilibrio al descargar sobre otro el dolor que no sienten y las contradicciones internas que se niegan a percibir. Presentan una ausencia total de interés y de empatía por los demás, pero desean que los demás se interesen por ellos. Para aceptarse a sí mismos tienen que vencer y destruir a alguien al tiempo que se sienten superiores. Disfrutan con el sufrimiento de los demás y para afirmarse tienen que destruir.

Lo que el perverso envidia por encima de todo es la vida de los demás. Envidia los éxitos ajenos, que le hacen afrontar su propia sensación de fracaso.

Para vencer a este tipo de personajes, es prácticamente imposible. En todo caso, la víctima debe analizar el problema "fríamente", dejando de lado la cuestión de culpabilidad. Para ello debe abandonar su ideal de tolerancia absoluta y reconocer que alguien a quien ama presenta un trastorno de personalidad que resulta peligroso para ella y que debe protegerse.

Una de las reglas esenciales que debemos cumplir cuando nos acosa un perverso moral, es dejar de justificarnos. Todas las cosas que hagamos o
digamos se pueden volver en contra nuestra.

Al principio, cualquier cambio de actitud tenderá a provocar un aumento de las agresiones y de las provocaciones. El perverso, tratará siempre de culpabilizarnos todavía más...

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