Vistas de página en total

viernes, 30 de mayo de 2014

VIVA LA IGNORANCIA...el fracaso de la educación en España

Una educación universal y de calidad es condición necesaria no sólo para el progreso económico de un país, sino también para la cohesión social, la igualdad de oportunidades, el desarrollo cultural y el enriquecimiento de la actividad política. Pocos, pienso yo, estarían en desacuerdo con esta opinión. Como tampoco creo que lo estarían con la impresión de que nuestro actual sistema educativo deja mucho que desear.
Se escribe mucho, y con razón, de los mediocres avances de España en materia de innovación y tecnología, de la mala adecuación de la oferta de nuevos graduados a las necesidades de las empresas, o de la alarmante escasez de vocaciones empresariales, todos ellos problemas graves cuya raíz se encuentra fundamentalmente en el sistema educativo. La primera mirada de alarma suele dirigirse, lógicamente, a la enseñanza superior. Y lo que vemos en la universidad española no incita ciertamente al optimismo. Unas universidades más parecidas a negociados ministeriales que a entidades autónomas, con un profesorado endogámico y poco motivado, y enmarcadas en un sistema aparentemente orientado a procurar que todas ellas ofrezcan un nivel de calidad homogéneo (y en consecuencia, bajo), y no a que compitan por la excelencia: ésta parece ser, en buena parte, la radiografía –desde luego, esquemática– de nuestro entramado universitario.
El cuadro se complica aún más como consecuencia de los excesos del sistema autonómico. Da la impresión de que todas las comunidades autónomas han decidido tener su propia universidad con absolutamente todas las titulaciones posibles (pretensión que con frecuencia se observa también en cada provincia, e incluso en cada ciudad). Y ello no sólo en aras del prestigio (no ser menos que la comunidad vecina), sino por la sospecha, no mal fundada, de que sus naturales se verían postergados en el acceso a las universidades de otras comunidades.
Ello ha llevado a una proliferación de centros universitarios que, en buen número de casos, ni son capaces de disponer de un profesorado de cierto nivel, ni pueden ofrecer, por tanto, una calidad de enseñanza adecuada, ni resultan siquiera viables por número de alumnos.
Según el Atlas digital de la España universitaria1, el descenso del alumnado universitario de estos últimos años, unido a la proliferación de centros universitarios y de titulaciones (más de 2.200 actualmente), ha reducido la media de alumnos (alrededor de 70, según la Conferencia de Rectores) muy por debajo de la cifra que se considera como mínimo de viabilidad (alrededor de 125 por titulación).
Si la media es ya de por sí baja, algunos casos concretos bordean el ridículo: nueve alumnos de nuevo ingreso en la titulación de Filología Gallega de la Universidad de La Coruña y diez en la de Vigo; en la titulación de Humanidades, seis nuevos alumnos en la Universidad de Córdoba y cuatro en la de Huelva; en la titulación de Filología Clásica, nueve alumnos en la Universidad de Cádiz y once en la de Extremadura; o en Matemáticas, nueve en la Universidad de Almería y diez en la de La Rioja2.
Con todo, no son los males de la universidad, con ser graves, y con serias consecuencias para la economía y la sociedad españolas, nuestro problema principal. El problema más grave se encuentra en los niveles anteriores, en la enseñanza básica y secundaria. Se quejan los profesores universitarios, y es de temer que con razón, del penoso nivel educativo de los estudiantes salidos de secundaria que acceden a la universidad. Parece como si el sistema educativo español se hubiera convertido en una mera fábrica de títulos en la que el nivel de conocimientos de los titulados no tuviera importancia.
Los males de la educación básica y secundaria han sido, y son, objeto de bastantes estudios en los últimos tiempos. Recientemente algunos think tanks, como el Círculo de Empresarios, se han pronunciado sobre el tema con diagnósticos y propuestas de solución, en documentos de recomendable lectura3.
Los datos publicados sobre la calidad de la enseñanza obligatoria en España son preocupantes. Según cifras oficiales, la tasa de abandono de estudios (fracaso escolar) en la enseñanza obligatoria es en España (las cifras son del año 2002) del 29%, la segunda más alta de la Unión Europea, y un 75% superior a la media de ésta, que se sitúa en el 16,5%4. Según el informe PISA de la OCDE del año 20035, la puntuación media de los estudiantes españoles de quince años en matemáticas, comprensión lectora, ciencias de la naturaleza y capacidad para resolver problemas era no sólo inferior a la media de la OCDE, sino cercana además a la puntuación más baja. El cuadro anexo indica las puntuaciones españolas en comparación con la media de la OCDE (exceptuados Turquía y México) y las puntuaciones más altas y bajas obtenidas por los demás países.
Estos son datos que debieran llevar a reflexión, y ciertamente lo hacen, aunque al parecer las discrepancias respecto al diagnóstico y las soluciones son notables. Haciendo trazo grueso, el análisis enfrenta a quienes sostienen que el problema reside en un insuficiente gasto en educación (la solución, por tanto, es gastar más) y quienes afirman que los males están en el propio sistema educativo. Decía Woody Allen que «los problemas económicos son muy fáciles de resolver: sólo se necesita dinero». Es broma. Sólo que algunos en España –y no sólo en España– parecen compartir tan bobo análisis. Como si el mero incremento de recursos públicos (y no digo que no sea necesario) bastase para resolver el problema, sin tener en cuenta ni la forma en que se gasta ni la eficiencia del gasto.
Los libros objeto de esta recensión son dos lamentos apasionados sobre el desastre educativo en España. No contienen datos ni estadísticas, sino tan sólo argumentos. Sin duda piensan los autores que las cifras objetivas, suficientemente difundidas (como las anteriormente citadas) son prueba más que concluyente de que nuestro sistema educativo adolece de graves problemas estructurales.
Alicia Delibes tiene la suficiente experiencia como docente para saber de lo que habla. Su libro podría inscribirse en el noble género de la diatriba o, por usar una palabra menos radical, de la denuncia. Para ella, aunque parte del problema venga de atrás, lo principal de nuestros males proviene de la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) de 1990, y del giro radical –y excesivo– que se dio a la estrategia en materia de educación con respecto al sistema anterior. Éste era evidentemente culpable de importantes defectos, pero quizá no fuera descartable en su totalidad.
«¿Cuándo se jodió el Perú?», se preguntaba Vargas Llosa en Conversaciones en la catedral. ¿Y cuándo le sucedió eso mismo a nuestro sistema educativo?, se pregunta a su vez Alicia Delibes. Que el franquismo fuera una dictadura detestable es algo fuera de discusión entre demócratas. Pero del franquismo, por fortuna, ya nos hemos librado. Quizá nos convendría empezar a librarnos también del antifranquismo. Al menos de ese antifranquismo indiscriminado que lleva a efectuar giros de 180 grados y a derruir y demonizar todo cuanto en aquella época se hiciera, sin analizarlo siquiera, como si el mero hecho de proceder de entonces lo convirtiera sin más en reprobable. Siguiendo tan extremo análisis, quizá debiéramos volar todos los pantanos inaugurados por el dictador, pues una política hidráulica desarrollada por tan deleznable sujeto es, sin duda, mala, y debiera, por tanto, ser borrada del mapa.
Alicia Delibes repasa, en la primera etapa de su libro, la evolución de la política educativa española a lo largo de los siglos XIX y XX, plasmada en los planes del duque de Rivas, Echegaray, Ruiz Zorrilla y la Segunda República, sin olvidar los planteamientos de educadores como Giner de los Ríos y Núñez de Arenas. Para Delibes, la historia de la estrategia educativa, en España y en Europa, es la historia de la confrontación de dos formas de contemplar la educación representadas por Condorcet y Rousseau.
Para Condorcet, la instrucción universal y gratuita sostenida por el Estado, al alcance de todos los ciudadanos, era la única forma de garantizar la igualdad real de los individuos. Pero distinguía nítidamente la instrucción, tarea del Estado, de la educación, competencia de los padres. Las ideas de Rousseau, plasmadas en su Emilio, iban por otros derroteros: el objetivo sería educar, no instruir. La educación es la clave del perfeccionamiento social y moral y, por tanto, sería responsabilidad del Estado, más que de los padres. Se trataría, en suma, de formar a los individuos para que fueran buenos ciudadanos. El niño rousseauniano se desarrollaría al ritmo de su naturaleza, sin someterlo a mandatos, prohibiciones ni castigos, permitiéndole aprender con su propia experiencia, acompañado del tutor o educador que fuera orientando ese proceso.
Para Delibes, en el siglo XX hemos asistido en buena medida al triunfo de las ideas de Rousseau. Para los líderes políticos españoles, desde la transición hasta nuestros días, el enemigo a batir ha sido el cliché de la educación franquista: autoritaria, memorística, trufada –además– de adoctrinamiento religioso. Sin duda los tenebrosos colegios de curas, el «la letra con sangre entra», la lista de los reyes godos y los castigos corporales son un tópico poderoso (amén de real) que ha motivado el giro radical en que aún nos encontramos. Se supone, por ende, que tal educación, aparte de autoritaria y memorística, era elitista, por cuanto no garantizaba el acceso a la educación superior a los menos favorecidos, ni aseguraba la igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos.
Tengo dudas sobre esto último. Con sus enormes defectos y carencias (no seré yo quién los niegue), la educación tradicional ha sido en nuestro país un importante factor de promoción social. Sin duda insuficiente, y en consecuencia todo esfuerzo por universalizar la educación y asegurar una igualdad de oportunidades real y efectiva era y sigue siendo necesario. Pero quizá ello no requería un giro tan radical, y quizá no todo lo procedente de aquel sistema educativo fuera desechable.
En realidad, ya en las postrimerías del franquismo, la Ley General de Educación (LGE) de 1970, o «Ley Villar Palasí» imprimió un giro hacia el modelo igualitarista de la escuela unificada. La citada ley amplió la escolarización obligatoria hasta los catorce años, suprimió los exámenes oficiales en secundaria y extendió el ámbito de actuación de los profesores de primaria hasta cubrir el período de escolarización ampliada de los doce a los catorce años, con el consiguiente aumento del colectivo docente mediante la figura de los profesores no numerarios.
Con ello se seguía lo que se entendía que era el camino del resto de Europa, aunque ello no fuera ciertamente así. En realidad el modelo a copiar era el de la comprehensive school inglesa, adoptado en los años cincuenta, pero distinto del imperante en países como Alemania, Austria u Holanda.
En los años de la transición, y decididamente a partir de los gobiernos socialistas, en los años ochenta, se adoptó la filosofía de la escuela unificada, de la «comprensividad», cuya idea central era que la igualdad de oportunidades sólo sería un hecho cuando todos los ciudadanos, con independencia de su nivel económico, al terminar su etapa formativa tuvieran un mismo bagaje cultural.
Tal idea parece, en principio, inobjetable: el acceso libre y gratuito a la educación es, sin duda, requisito necesario para asegurar la igualdad de oportunidades a todos los ciudadanos, evitando que las diferencias económicas tengan como consecuencia un menor nivel educativo de los más desfavorecidos. Planteadas así las cosas, difícilmente se podrían poner reparos. Sólo que a tal planteamiento cabría objetarle que la educación, además de ser general, debería tener como elemento añadido una calidad adecuada. Lo contrarío sería hacer a todos iguales en la ignorancia.
Para Alicia Delibes, el fallo en el propósito anterior reside en la vana pretensión de que la escuela tiene como misión la de limar las diferencias intelectuales entre los individuos. Que todos los ciudadanos deban tener acceso a la mejor educación posible no parece cuestionable. Otra cosa es que no todos los alumnos tienen igual inteligencia ni disposición al estudio, y que pretender anular ese hecho natural puede conducir, con la mejor de las intenciones, a igualar a todos al nivel del más torpe. Señala Delibes: «La idea de una escuela capaz de eliminar todas las desigualdades, una escuela en la que se reprima el natural sentimiento competitivo de los niños, una escuela en la que a todos se exija lo mismo sin hacer distingos por razones de capacidad o inteligencia, una escuela en la que se aprenda a ser solidario y tolerante y en la que todos los niños sean buenos y felices resulta tan demagógicamente atractiva que, hábilmente manipulada, deja a la sociedad sin posibilidad de reacción» (p. 81).
La culminación de este camino, en el sistema educativo español, fue la Ley Orgánica General del Sistema Educativo (LOGSE) de 1990. En esencia, la LOGSE creaba una educación secundaria obligatoria (ESO), con cuatro cursos de enseñanza comunes desde los doce a los dieciséis años, terminados los cuales los alumnos podrían optar por el bachillerato (dos años) o la formación profesional. Bajo ese sistema, antes de los dieciséis años no se permitía la separación de alumnos por rendimiento escolar ni por diferencia de intereses. Los alumnos progresarían, además, al mismo ritmo. Los exámenes y las evaluaciones se proscribirían en aras de no traumatizar a los alumnos, sustituyéndose las notas y los históricos «aprobado» y «suspenso» por los políticamente correctos «progresa adecuadamente» y «no progresa adecuadamente». Y se descartaría la posibilidad de repetir curso. Con este sistema, supuestamente a los dieciséis años todos los alumnos habrían recibido la misma formación y estarían en igualdad de condiciones para afrontar la vida. Obviamente –apunta Delibes–, tal sistema sólo podría sostenerse con planes de estudios ligeros, cuyo nivel de exigencia fuera tan bajo que todos los alumnos pudieran alcanzarlo.
La LOGSE creó, asimismo, una jerga propia que en ocasiones alcanza lo grotesco: comprensividad, desarrollo curricular, temporalización, secuencialización o contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales. Donde antes se hablaba del programa de una asignatura, ahora debía decirse «desarrollo curricular». Se hablaba de «materiales curriculares» y de «evaluaciones criteriales o curriculares». Delibes lo ridiculiza sin piedad (p. 90): «Incluso existen expertos curriculeadores que curriculean concienzudamente las diferentes áreas o materias». Por no hablar de la «transversalidad», otro de los hallazgos más caros de nuestros modernos pedagogos: los temas recurrentes que aparecen en distintas asignaturas, y que pretenden transmitir los valores en cuya difusión debe afanarse la escuela pública.
Detrás de este sistema educativo, Alicia Delibes encuentra los dogmas de la llamada pedagogía posmoderna, hoy ya en franca retirada en el resto de Europa (en la que la adoptó en su día, pues no todos los países siguieron ese camino), y según los cuales el objetivo de la enseñanza no es tanto transmitir conocimientos cuanto inculcar valores y asegurar la adquisición de capacidades, es decir, «aprender a aprender».
«Para un profesor posmoderno –dice Delibes– la transmisión de conocimientos pierde sentido, pues no considera la existencia de una verdad objetiva [...]. Dado que el conocimiento se construye, el niño lo construirá a partir de su propia forma de ser, de pensar y de interpretar la información. Cada niño ha de aprender, por tanto, a su manera, y el papel del maestro ha de ser de simple mediador» (p. 93). Educar será, por tanto, no transmitir al niño un acervo de conocimiento, sino «acompañarle en su descubrimiento del mundo, permanecer silencioso a su lado observando cómo construye su propia percepción de todo lo que le rodea» (p. 94).
Tal cúmulo de disparates parecen difíciles de atribuir en toda su crudeza a los sin duda bienintencionados autores de la LOGSE. Pero lo que sí parece claro en su filosofía educativa es el deseo de asegurar una absoluta uniformidad en la educación obligatoria (sin desviación ni itinerario alternativo alguno en función de la inteligencia, capacidad o intereses de cada alumno), una hostilidad abierta a cualquier clase de evaluación, examen, selectividad o reválida, y una santificación de la permisividad, sustituyendo el tradicional principio de la autoridad del docente por el de la permisividad, la tolerancia, la persuasión y el diálogo. Todo ello bajo la idea de que la misión de la escuela no es ya, o no es tanto, transmitir conocimientos cuanto «educar en valores».
Vayamos por partes. Son muchos los que opinan –en la estela de Condorcet, y de una larga tradición liberal– que los encargados de transmitir valores son los padres, y no la escuela, ni mucho menos el Estado. Pero como en nuestros tiempos, y por desgracia, muchos padres han abdicado de la encomiable tarea de educar a sus hijos y prefieren, por comodidad o por otra causa, endosar a la escuela esa patata caliente, quizá no estaría del todo mal que los educadores procurasen inculcar ciertos valores a sus desamparados alumnos. Pero tal reflexión debe ir acompañada de dos advertencias: primero, que, además de valores, no vendría mal transmitir también conocimientos, y ello con la debida exigencia de calidad. De poco nos servirán ciudadanos cuajados de valores éticos y democráticos pero que no sepan multiplicar, y que ignoren cuál es la capital de Francia. Y, segundo, que convendría evaluar cuidadosamente cuáles son los valores que pretendemos transmitir.
A qué valores se refieren los mentores de nuestro sistema educativo está claro: la tolerancia, el respeto a las opiniones ajenas, el rechazo a la violencia, el valor del diálogo, la igualdad de género, el rechazo al racismo y la xenofobia, la cooperación, la solidaridad...; valores todos ellos a lo que mal pueden formularse reparos. Sólo que en el tintero parecen quedar algunos otros no menos importantes: el sentido de la responsabilidad individual, el valor de la emulación y la superación personal, la valoración del esfuerzo y la iniciativa, la búsqueda de la excelencia: todo lo que nos hace progresar como personas y como comunidades. Y que en absoluto entra en conflicto con los otros valores antes mencionados.
Por desgracia, estos valores parecen ausentes, o casi, de la preocupación de nuestros pedagogos. Pero, aunque así no fuera, un sistema que abomina del principio de autoridad, que deja al docente indefenso frente al desinterés, la apatía, el absentismo, la hostilidad o incluso la violencia del alumno, y que rehúye cualquier forma de evolución o control de su nivel de conocimientos difícilmente podrá transmitir la idea de que el esfuerzo y el afán de superación son valores estimables. Si todos llegan a la misma meta con independencia de su propio esfuerzo, si se pasa de curso aunque se sepa poco o nada, si tanto da la actitud que se adopte en clase, ¿para qué esforzarse?
El problema es, por tanto, múltiple: si los valores de la igualdad, la solidaridad, la tolerancia y el relativismo excluyen los no menos esenciales de la responsabilidad y el esfuerzo, si la escuela renuncia a cualquier nivel de exigencia a los alumnos, y si tanto da que éstos abandonen la ESO con un nivel de conocimientos adecuado o no, poco debe extrañarnos que la escuela española salga tan malparada en las comparaciones internacionales.
Alicia Delibes rompe una lanza a favor del tímido intento de reconducir la situación –al menos parcialmente– que se plasmó en la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE) promovida por el Partido Popular en 2002, y rápidamente derogada con el cambio de Gobierno en 2004. Sin duda tal atrevimiento de la autora servirá para que el libro que comentamos sea descalificado por muchos por la cómoda vía de descalificar a quien lo escribió. Pero quienes consideramos que los argumentos no son buenos o malos en función de quién los expone, ni de sus afinidades políticas, creemos encontrar muy sólidas razones en las páginas objeto de este comentario. Y eso que no hemos hecho alusión a la segunda parte del libro, dedicada a la enseñanza de las matemáticas –la especialidad de Delibes–, en la que la autora se regodea con estudiada crueldad en la profunda necedad de la llamada «matemática moderna», y de algunas de las más disparatadas derivaciones de la matemática difusa: las «etnomatemáticas» (lo han leído bien) y la coeducación matemática feminista. Omito el comentario, no porque el tema no lo merezca, sino para excitar la curiosidad del lector y moverle a adquirir el libro. Me lo agradecerá.
Pasemos ahora a la obra de Xavier Pericay, perfecto complemento de la de Alicia Delibes. El autor, licenciado en Filología Catalana por la Universidad de Barcelona, traductor de Pla y antiguo redactor del Diari de Barcelona, conoce sin duda el tema sobre el que escribe. Desde septiembre de 2002 colabora de forma regular con el diario ABC, de manera recurrente sobre los excesos del sistema educativo catalán y, por extensión, de los estragos del nacionalismo en este terreno. Su libro, irónicamente titulado Progresa adecuadamente» (su subtítulo es Educación y lengua en la Cataluña del siglo XXI), es una recopilación de sus hilarantes artículos aparecidos en el diario mencionado y en otros medios. Como otro ilustre traidor, Albert Boadella, utiliza las armas que al parecer más irritan a los nacionalistas: la sátira y la ironía.
El tema principal de su libro es, obviamente, el modelo educativo nacionalista (en concreto, el catalán) y, en especial, su modo de concebir la lengua. Pero no rehúye el problema general de la educación en España, al que ya nos hemos referido al comentar la obra de Ana Delibes. Pericay denuesta como ella a la LOGSE, critica la negativa a reconocer que la principal función de la enseñanza ha de ser la transmisión del conocimiento, y censura las ideas inspiradoras de dicha ley «con su rechazo de la memoria, la autoridad, el mérito y el esfuerzo, con su apología del peterpanismo, y con su defensa de la igualdad como valor y aspiración supremos, igualdad a la que todos estamos sujetos y ante la que nada valen ni la libertad ni la excelencia» (p. 13).
Especialmente interesante es, a este respecto, el artículo titulado «Buenismo y sistema educativo», incluido en el libro (pp. 132-146), en el que, recordando lo escrito por Hannah Arendt sobre este asunto, culpa de la mayor parte de los males del sistema educativo actual a la erradicación del principio de autoridad de los profesores, fruto de lo que denomina buenismo educativo. «Una de las características del buenismo educativo –escribe– es precisamente el rechazo de esta autoridad, la negación de la jerarquía entre profesor y alumno. Para la progresía [...] autoridad equivale a autoritarismo» (p. 135).
Las alarmantes señales de indisciplina y violencia («conductas contrarias a la convivencia», las llama el buenismo bobalicón) en las escuelas españolas empiezan a mostrarse en las páginas de los periódicos. Cierto es que no han llegado a los niveles de otros países –se consuelan algunos–, pero existen, y van en aumento. Las primeras víctimas son los educadores: si no tienen forma de exigir a sus alumnos el esfuerzo necesario de atención y estudio, si ni siquiera tienen medios para mantener el orden en las aulas, no es de extrañar que su motivación se resienta, que les invada el desánimo, y que las salidas más tentadoras sean el pasotismo resignado o la baja por depresión.
Un estudio reciente6 señala que el 74,5% de los profesores considera que la educación ha empeorado en los últimos treinta años. Para el 53,2%, la falta de respeto es el sentimiento más insatisfactorio en sus relaciones con los alumnos. Los profesores no se sienten valorados socialmente. La despreocupación de las familias y el ser desautorizados frente a sus alumnos son los factores que les resultan más frustrantes. La falta de esfuerzo de éstos les causa preocupación. Y más del 50% preferiría volver a la estructura organizativa anterior a la LOGSE.
Los profesores españoles no están mal pagados, en comparación con los niveles europeos (quizás ellos piensen que sí), y no están escasos de vocación ni, en general, de preparación y conocimientos. Pero se sienten manifiestamente descontentos con el modelo educativo actual, y con el escaso o nulo respaldo a su autoridad en las aulas.
Pero no son los educadores las únicas víctimas de la desaparición del principio de autoridad en la escuela. Las principales víctimas son los propios alumnos. Como señala Pericay, «la crisis de autoridad tiene que ver también con el grado de exigencia de cada alumno para consigo mismo, es decir, con el ejercicio de la responsabilidad. Dicho de otro modo, en la medida en que el descrédito de la autoridad, y la entronización del igualitarismo comportan una renuncia a crecer, a progresar [...], el alumno se complace en ese régimen placentero, en ese “vuelo de Peter Pan” [...]. Si todos somos iguales, si ya no hay buenos y malos alumnos [...], si hasta las notas desaparecen y son reemplazadas por eufemismos del tipo “progresa adecuadamente” [...] no es de extrañar que en la última década el nivel general de conocimiento de los jóvenes españoles haya caído en picado» (p. 139).
Falta de estímulo y ausencia de disciplina y exigencia son, así, las dos caras de la moneda de nuestro sistema educativo. «La letra con sangre entra», frase anatema de nuestros modernos educadores, no debe interpretarse en su acepción más tosca como una apología retrógrada de la enseñanza autoritaria y del castigo físico, sino como una advertencia de que el aprendizaje requiere esfuerzo y de que de poco sirve que uno –el profesor– se afane en enseñar si el otro –el alumno– no se molesta en aprender.
Y no para aquí la relación de víctimas. A los profesores y alumnos cabe añadir una tercera e insospechada víctima: la propia igualdad de oportunidades que el sistema educativo pretendía asegurar. Como lúcidamente observa Pericay, «a quién más perjudica es al joven perteneciente a una familia con pocos recursos económicos al que la educación debería haberle servido –cuando menos, podía haberle servido de haber mediado el talento y el esfuerzo– para labrarse un porvenir. En este sentido, no hay sistema educativo más reaccionario que el actual, dado que al negar la meritrocracia está negando a un tiempo la igualdad de oportunidades; sólo quien posee dinero suficiente para costearse unos estudios –en una escuela o una universidad de pago, o realizando en último término cuantos másteres sean precisos– logrará acceder a una educación de calidad. Se trata, sin duda, de la triste paradoja del progresismo educativo» (p. 142). Y remata: «Hoy en día sólo existe una forma de aprovechar esos años jóvenes y es pagando. Y para pagar hay que tener dinero. Entonces sí, entonces uno todavía puede encontrar una escuela que merezca la pena. Menuda injusticia» (p. 18).
Claro que a esto un estatista radical le encontraría remedio: suprimir los centros privados, y que no existan más escuelas que las públicas: todos café. Y que de la mediocridad no pueda escapar ya nadie, ni pagando. Pero como hoy no pueden ponerse puertas al campo, a los más ricos siempre les quedaría el recurso de estudiar en el extranjero. Aunque será mejor no dar ideas.
Podría pensarse que este triste panorama agota las desdichas de la educación en España. Pues no. Aún nos quedan otros actores en esta tragedia, que son las comunidades autónomas. Uno de los frutos de la LOGSE fue la concesión a las comunidades autónomas de la competencia para definir la mitad de los contenidos de los planes de enseñanza. Y la forma que muchas de ellas han tenido de hacer uso de tales competencias ha sido la insistencia en el localismo más exacerbado. Autores locales de escasa relevancia que reciben la misma atención que Cervantes, ríos que aparecen milagrosamente en las fronteras de la comunidad autónoma en cuestión (el tramo anterior, al parecer, no existe), cuando no deformaciones groseras y sectarias de la realidad histórica, política y geográfica, como la ectoplásmica Euskalherria que se les cuenta a los niños vascos.
Con estos excesos se ensaña Pericay, y uno de sus principales temas de interés es la lengua. Para Pericay, la «operación de derribo» [sic] de nuestro sistema educativo tiene responsables, y uno de ellos es el nacionalismo (p. 12). No en vano acogió la LOGSE con tan buena disposición, e hizo tan buen uso de ella para sus fines. La imposición de la lengua catalana en el sistema educativo catalán en la forma en que ha venido haciéndose le merece a Pericay un duro juicio: «La consideración de que las lenguas no son un asunto estrictamente individual, de cada uno de sus habitantes –escribe– sino propias de un lugar y poseedoras, en consecuencia, de un aura colectiva, histórica y simbólica; la consideración, en suma, de que hay lenguas de un territorio y lenguas que no lo son, no sólo determina la primacía de un idioma con respecto al otro –que, para más inri, es el idioma oficial del Estado, y el hablado por la mayoría de la población, incluso en el territorio en cuestión–, sino que representa, inevitablemente una fractura social, unos ciudadanos de primera y otros de segunda» (p. 15). Y ello implica «la conculcación de los derechos individuales del conjunto de los ciudadanos en aras de unos supuestos derechos colectivos que no favorecen más que a una parte de estos ciudadanos». La escuela pública catalana niega a los padres castellanohablantes el derecho a que sus hijos reciban la enseñanza en su lengua materna. Esto no es una maledicencia, ni un infundio propalado por «Madrid», sino que es un hecho reconocido sin pudor y sin ambages por los propios dirigentes nacionalistas. Y ello con la pasividad de los sucesivos gobiernos nacionales, como tantas otras cosas.
Leyendo los libros de Delibes y Pericay, uno no sólo se alarma ante la situación de la educación española, tal y como la describen, sino que comienza además a comprender la razón de fondo de muchas cosas. Y llega a la conclusión de que éste es, posiblemente, el problema más grave que hoy tiene planteada la sociedad española, aunque otros despierten más ruido mediático y alarma social. Ya señalé antes que son obras de denuncia, no estudios académicos. Algunos pensarán posiblemente que los autores exageran, y que la cosa no es para tanto. Otros, a buen seguro, se apresurarán a rastrear su currículum profesional y político en busca de coartadas para descalificar sus opiniones. Éste suele ser el método más cómodo para ahorrarse argumentos. Pero la realidad es tozuda: que nuestro sistema educativo no funciona no lo dicen (sólo) Delibes y Pericay. Lo dicen los datos sobre fracaso escolar del propio Ministerio de Educación y los deficientes niveles de conocimiento de nuestros alumnos que señala el estudio PISA, puntos ambos anteriormente citados. Como lo manifiesta la encuesta de opinión entre los profesores (cabe suponer que de todas las tendencias políticas) también citada anteriormente, que muestran su insatisfacción sobre el actual sistema educativo (y algo sabrán al respecto), y apuntan hacia los mismos males que estos dos libros denuncian.

FAMILIAS DESESTRUCTURADAS...Las causas...

 FAMILIAS NARCISISTAS



El personaje mitológico de Narciso ha personificado el concepto del amor al ser destructivo. Hay, sin embargo, otro personaje en la leyenda, al cual generalmente olvidamos: Eco. Y es, de la relación entre estos dos personajes, que podemos derivar el nombre de “la familia narcisista” para nuestro modelo.
En la leyenda, Eco ha perdido toda la capacidad de formar sus propias palabras y sólo puede repetir lo que pronuncian los demás. Cuando se enamora de Narciso, lo sigue con la esperanza de que algún día el vaya a pronunciar palabras de amor que ella pueda entonces repetirle. Cuando él se dice a sí mismo “te amo” a su propio reflejo, Eco es capaz por fin de decírselo a él también. Pero, Narciso está tan obsesionado consigo mismo, que es incapaz de oírla.(1)
La historia, por supuesto culmina con el fallecimiento de ambos personajes. Narciso muere de pena frente a su reflejo; su amor y su absorción  por su reflejo en el agua hacen que termine falleciendo. Eco, incapaz de lograr captar el amor y la atención de Narciso, cae en lo que pareciera ser un estado de depresión vegetativa, faltándole la voluntad de comer y beber, por lo que también y muere.
La historia de Narciso y Eco es la historia del amor propio y descarta la capacidad para ver, escuchar y reaccionar a las necesidades de los demás. Sin extendernos demasiado demuestra una alegoría impresionante de las relaciones interactivas de una familia narcisista.
Narciso represente al sistema parental, el cual, por cualquier razón (stress laboral, alcoholismo, abuso de drogas, enfermedad mental, discapacidad física, falta de capacidad simplemente para ser padres), se ocupa  principalmente a satisfacer sus propias necesidades. Eco es el niño tratando de ganar la atención y la aprobación, convirtiéndose en un reflejo reactivo de las necesidades de sus padres, por lo tanto, sin desarrollar nunca su capacidad para encontrar su propia “voz” – es decir, para reconocer sus propios deseos y necesidades, y para desarrollar estrategias para satisfacerlos. Dentro del sistema de la familia narcisista, el locus para satisfacer necesidades emocionales está invertido: mientras que, en una familia saludable, los padres intentan proveer de todo  para satisfacer las necesidades emocionales de los niños; en una familia narcisista, se convierte en la responsabilidad de los niños el satisfacer las necesidades emocionales de los padres.
Elementos de un Sistema Narcisista
Una responsabilidad Tergiversada
En una situación de una familia saludable, los padres aceptan la responsabilidad de satisfacer ciertas necesidades de sus niños, hacen que sus  propias necesidades estén satisfechas por su cuenta o entre la pareja, y/o con otros adultos que sean capaces de hacerlo. En tal familia, la expectativa intrínseca está en que los niños no son responsables de satisfacer las necesidades de sus padres. Al contrario, los niños son “responsables” de aprender gradualmente cómo satisfacer sus propias necesidades de una manera independiente. Se espera que los niños, con el apoyo de los padres se involucre en un proceso de aprendizaje que dura, más o menos, 18 años, en el cual aprenderá a ocuparse de sí mismo. Si el proceso funciona correctamente, el hijo va a aprender a través del modelo a cómo ser padres que se ocupan de las necesidades emocionales de sus hijos y que satisfacen sus propias necesidades emocionales. Dicho con las palabras de Bradshaw:
Lo que un niño necesita más es un protector firme pero que lo entienda, alguien que necesita que sus necesidades se vean satisfechas gracias al esposo o a la esposa. Tal protector necesita ver resuelto el problema en sus propias relaciones, y también requiere tener un sentido de responsabilidad. Cuando este es el caso, tal protector puede estar disponible para el niño y proveer lo que el niño necesita.(2)
En una familia narcisista la responsabilidad de satisfacer las necesidades emocionales se tergiversan, es decir, en lugar de residir en los padres, la necesidad se desplaza hacia el niño. El niño se convierte, de una manera inapropiada, en responsable de satisfacer las necesidades de los padres, y, al hacer esto, se le priva de la oportunidad de la experimentación necesaria y del crecimiento.
Reactivo / Reflectivo
Tal como Eco sólo podía reflejar las palabras de los otros, del mismo modo los niños criados en una familia narcisista se convierten en seres reactivos o reflectivos. Dado que aprenden desde muy temprano que su principal trabajo es el de satisfacer las necesidades de los padres, cualquiera que éstas sean, no desarrollan la confianza en sus propios sentimientos y juicios. De hecho, sus propios sentimientos son una fuente de incomodidad: es mejor no tener sentimientos en lo absoluto, que tener sentimientos que no pueden ser expresados ni validados.
Entonces, en lugar de actuar según sus propios sentimientos y de una manera proactiva, el hijo espera hasta ver lo que otros esperan de él o necesitan, y luego reacciona según sus expectativas. La reacción puede ser ya sea positiva o negativa –el niño puede elegir, ya sea satisfacer las necesidades expresadas o tácitas, o revelarse en contra de esas necesidades-, pero, sea cual fuese esa reacción, todo es reactivo.
Del mismo modo, el niño se convierte en el reflejo de las expectativas parentales. Esto sucede en todas las familias hasta un cierto punto; el concepto de espejo en la personalidad o el desarrollo del ego, es un principio que ya está establecido hace mucho tiempo por la psicología.(3) Con frecuencia en la familia narcisista, sin embargo, el espejo puede reflejar la incapacidad del niño de satisfacer estas necesidades parentales. Este reflejo casi siempre es interpretado por el niño como una incapacidad y una falla de su parte.
Problemas con la intimidad
Para el niño de una familia narcisista las relaciones íntimas son un problema. Los niños de estas familias han aprendido a no confiar. Por lo tanto, durante el estado adulto, no importa cuánto quieran formar relaciones cercanas y amorosas, siempre tienen dificultad para bajar las barreras a la confianza que ya han erguido hace mucho tiempo.
La necesidad de una seguridad psicológica y física como un bloque constructor esencial para el desarrollo de la confianza, es una etapa elemental descrita por muchos sistemas psicológicos de desarrollo (incluido los de Ericsson y Maslow). (4)
El sobreviviente del sistema de una familia narcisista tiene dos opciones, ya sea aprende a no confiar o una vez que confía se le enseña a que no confíe más, esto sería lo contrario a lo que sería no aprender a confiar nunca. Cuando son bebés o niños pequeños, muchos sobrevivientes fueron bien alimentados, los mantuvieron en un lugar cálido, se les mimó, se les trató bien. Un niño dependiente, necesitado (como somos todos), es  una mínima amenaza para el sistema de los padres: las necesidades son simples y el sistema parental es capaz y además quiere satisfacerlo. Pero a medida que el niño crece y busca diferenciarse de los padres, las necesidades comienzan a ser más complejas. El sistema parental puede ser francamente incapaz de ocuparse de estas necesidades, o puede verse amenazado por éstas y sentirse más y más ofendido. A esta altura la responsabilidad de satisfacer las necesidades comienza a tornarse del padre hacia el hijo y la erosión de la confianza comienza.
Mientras que ciertos comportamientos obvios (emborracharse o avergonzar al niño) van a producir obviamente una crisis de confianza del niño. Adultos que se criaron en familias narcisistas, con frecuencia describen una disfunción que es mucho más encubierta, describiendo a sus padres como “sólo están ahí”. Considere el caso de Beth:
Historia de Beth: Mi mamá estaba siempre ahí, haciendo las cosas normales. Pasábamos bastante tiempo en casa con ella y estaba… ahí. Pero recuerdo haberme sentido como que no podía acercarme lo suficiente a ella. Es difícil describirlo. Ella estaba ahí, se preocupaba, pero no realmente. Recuerdo haberle dicho eso que me preocupaba tanto, de mi mejor amiga que me había humillado tanto en la cafetería de la escuela -enfrente de todos- y ella hizo un gesto con la cabeza y me dijo todo lo correcto, pero era como que me hacía sentir que me estaba dedicando su tiempo, haciendo lo que las madres tienen que hacer y sacándolo del “libro de las madres”… porque, en cuanto terminé, comenzó a hablar de mi papá, de cómo ella estaba enojada con él, porque le había hecho algo. Como si yo no le hubiese dicho nada!… Y eso no fue una sola vez, un incidente, en realidad esto pasaba ¡todo el tiempo!... Yo la adoraba, y supongo que todavía lo hago; yo sé que me quería, pero era como tratar de agarrar humo, uno no lo puede agarrar con las manos. Aún me siento así.
La historia de Beth no es una historia de abuso obvio, abierto o dramático. Se trata de una incapacidad emocional por parte del padre. Beth sentía que el centro de atención de su mamá no estaba puesto en Beth, y tenía razón: estaba puesto en la relación con su marido. La mamá de Beth realmente quería que Beth le prestara atención a ella, que fuera su aliada y que satisficiera sus propias necesidades emocionales.
Sistema de la familia narcisista
Por lo general, el sistema de la familia narcisista es difícil de comprender, tanto para el terapeuta, como para el sobreviviente. Muchos casos ilustran más que nada a familias abusivas y situaciones dramáticas, que obviamente corresponden al modelo y parecían relativamente fáciles de diagnosticar.
Hay cierto número de ejemplos de estas familias narcisistas abiertas. Familia que tratan con problemas de droga, abuso de alcohol, incesto, y comportamientos agresivos de todo tipo en familias narcisistas. Pero nosotros, como terapeutas, los hemos nombrado por lo que son (familia incestuosa, con problemas de alcohol, etc.)
Existen una cantidad igual de estudios de casos presentados aquí, que tratan con caos de familias narcisistas encubiertas, en las cuales las disfunciones son mucho más sutiles. Todos los terapeutas han tenido casos con pacientes que de verdad están traumatizados y que tienen muchísimos de los rasgos que identificamos en casos de adultos hijos de familias alcohólicas. Pero, sin embargo, no podemos entender dónde ni porqué se originaron los problemas. Esto no fue un abuso abierto u obvio; nadie bebía, nadie consumía drogas. La familia, en realidad, funcionaba bastante bien. Se alimentaban los niños, tenían ropa, fiestas de cumpleaños, se los llevaba  de vacaciones y se graduaron de buenas escuelas. La familia parecía normal, igual cuando se la miraba de cerca.
El problema fue que se esperaba que los niños satisfacieran las necesidades de los padres. Era muy sutil y parecía saludable, pero no era en absoluto saludable emocionalmente para el niño. Los niños de esta familia son adultos que llegan a hacer terapia habiendo leído todos los libros, hablado muchas veces con sus hermanos y amigos, y todos ellos le han reforzado la idea de que no había nada malo en su familia. Estas personas llegan completamente convencidas de que tiene que haber alguna falla en su propia personalidad. ¡Esto debía ser así, porque no había nada malo en la manera en que fueron criados!
El modelo de tratamiento para la familia narcisista está enfocado para las necesidades de esta población, así como para los sobrevivientes de familias abusivas mucho más obvias. Esperamos que esta modalidad sea capaz de llenar el vacío que se tienen al tratar con un montón de pacientes/clientes que nunca entran dentro de alguna categoría, para quienes no ha habido un marco de trabajo alrededor del cual organizar el tratamiento, ni técnicas para ayudar al terapeuta cuando entregan un tratamiento para casos como los de Beth, Becky y Ben en el mundo.
La historia de Becky.  Becky es una secretaria ejecutiva de unos 31 años y trabaja para una corporación ejecutiva de alto nivel. Está casada felizmente y tiene tres hijos de edad escolar; el cuarto niño murió cuando tenía 6 meses, de un ataque de neumonía, seis años antes del comienzo de la terapia de Becky. Ella comenzó la terapia luego de haber vivido en secreto con ataques de pánico por dos años. Sentía que corría el riesgo de suicidarse, y ya no podía evitar los ataques. El relato de Bechy acerca de su familia de origen, de la experiencia que había tenido, era el relato de una persona que había tenido una familia cercana, cálida y religiosa. Eran seis hermanos: el padre era un oficial militar de alto rango, y la madre permanecía en casa dedicada a sus hijos. Becky contaba siempre, por ejemplo, que tenía muchos chicos con qué jugar y que a su mamá nunca le importaba que su casa fuese el centro del vecindario para que jugaran los niños. Tenía recuerdos de haberse sentido especial, porque vivía en una base militar y todos saludaban a su padre y saludaban a los niños. Recuerda haber tenido cinco o seis años cuando se perdió dentro de la base, para luego ser “rescatada” por seis soldados, que la llevaron a tomar un chocolate caliente con galletas y después la llevaron a casa en un jeep. Habló de cómo le gustaba ir a la oficina de su padre y sentirse muy importante porque era la pequeña hija del coronel.
Sin embargo, cuando se le preguntó acerca de sus relaciones con su padre y su madre, su voz se ponía nerviosa. Había una rabia muy suprimida, hasta cuando contaba un acontecimiento feliz. Becky se convirtió en una especia de armadillo, alguien con un caparazón muy duro que la protege, y por dentro es alguien muy suave y vulnerable. Sus comentarios acerca de su familia, sus colegas y su marido, por lo general, eran sarcásticos. Hacía chistes agresivos acerca de todo, enmascarando su rabia como humor. Pero luego de muchos meses de terapia, una imagen comenzó a emerger. Emergió con una actitud agonizante, ya que era muy difícil para Becky decir cualquier cosa sobre su padre que fuera a ser visto como negativo.
Básicamente, Becky no tenía ninguna conexión emocional con su mamá; su madre no lo podía permitir. Su madre era un “humano que hace” (en oposición a un humano que es).(5) Luego de más de un año de terapia, Becky describió a su mamá de la siguiente manera: “mamá se pasaba todo el tiempo tratándose de ganar esa alas de mierda [refiriéndose a las creencias religiosas muy fuertes de su madre, especialmente en los últimos años]. De lo único de que se trataba era de cómo era vista por los otros. Todo lo que no tenía sustancia ni nada para nuestra relación. Nos recuerdo a todos nosotros vestidos impecablemente y haciendo fila para ir a la iglesia. La familia del coronel, nosotros ocho, siempre sentados en el mismo banco de iglesia. Aunque nos estuviéramos muriendo, teníamos que levantarnos, vestirnos e ir a la iglesia. Estaba tan ocupada haciendo lo que era correcto y asegurándose de que todos hiciésemos lo correcto, para asegurar su lugar en el cielo. No importaba lo que sentíamos, o ¡ni siquiera si sentíamos algo! Lo único que importaba es que hiciéramos. Y yo, personalmente, siempre me sentí muy mal, excepto cuando estaba con mi papá. Él me hacía sentir importante. Él era un héroe. Usted sabe… el uniforme, todas esas medallas, toda la gente que lo saludaba donde sea que el fuera. Pero mi mamá, ¡uf! Yo sabía que nunca iba a estar a la altura de lo que ella me pedía. No sabía ni por qué; no podía preguntar. Entonces era presumida por afuera, pero siempre estaba muy enojada, y… lastimada”.
Según como progresó la historia de la familia de origen de Becky, fue más y más aparente para ella que las necesidades de niñez no habían sido levemente ignoradas, sino que habían sido sacrificadas para servir a otros (y, en este caso sobre todo, las necesidades de sus padres). Las convicciones religiosas de su madre, hicieron que los sentimientos fueran irrelevantes. Había una manera prescrita de cómo vivir, y así era la manera como se debía vivir, punto. No importaba como uno se sintiera acerca de eso. La carrera del padre era muy importante para ambos padres.
El papá de Becky fue el primer foco de atención en la vida de su madre. En esta pareja de padres, cualquier cosa que amenazara el estatus, el ego o la paz del padre, era intolerable. Esa era la dinámica tácita que manejaba esta familia narcisista. Cuando Becky quedó embarazada a los 16 años, su padre se enfureció y le pegó arrojándola por las escaleras; su madre apoyó esta acción, culpando a Becky. Unos años más tarde, cuando el niño pequeño de Becky murió, su padre fue incapaz de asistir al funeral, dijo que estaba demasiado triste. El día después del funeral del bebé, la madre de Becky le dijo que se estaba comportando de una manera egoísta al llorar, y que “debía levantarse y hacer lo que era correcto” (es decir, limpiar la casa y preparar la comida, en caso de que alguien fuera a visitarla. Inmediatamente después, la mamá de Becky se fue, y su joven marido tan triste y sus tres hijos se las tuvieron que arreglar solos. Ella regresó a su casa diciendo “tu padre me necesita; esto ha sido tan duro para él”.
“¡¿Y qué hay de mí?!”, gritó Becky cuando me contaba la historia. “¡¿Acaso no pensó que me podía lastimar?! No, a mí no se me tenía permitido sentir o apenarme. ¡Yo no exisitía para ella, yo no estaba haciendo lo correcto! ¡Y que Dios me perdone si llegana a llorar, a sentirme lastimada o hasta necesitarlos”
 Excepto por aquella oportunidad en la que el padre de Becky la empujó por las escaleras, nunca nadie fue golpeado en la familia. Nunca a nadie “le falto algo” materialmente. Ninguno de los padres sufrió el abuso de alguna sustancia, ni de ninguna enfermedad mental, de discapacidad física, de nada. Pero era una familia narcisista. La expectativa clara era que los niños debían satisfacer las necesidades emocionales de los padres, y que los niños no debían solicitar a sus padres para que los apoyen emocionalmente.
Conclusión
La familia narcisista, por lo general, se asemeja a la proverbial manzana roja brillante con un gusano adentro; parece hermosa, hasta que uno da un mordisco y descubre al gusano. El resto de la manzana puede que esté bien, pero un ya ha perdido el apetito.
En la familia narcisista, mucho de lo que sucede puede ser algo que está “todo bien”, pero la base emocional falta. Los niños no están satisfaciendo sus necesidades emocionales, porque sus padres no están focalizados en satisfacerlos. En lugar de dar a sus hijos un espejo de apoyo, comprometido y basado en la realidad, los padres narcisistas presentan un espejo que refleja sus propias necesidades, y esperan que los niños reaccionen a éstas. El foco está tergiversado, y los niños crecen sintiéndose defectuosos, equivocados o dignos de ser culpados.
Cuando uno se cría incapaz de confiar en la estabilidad, la seguridad, la igualdad en el mundo propio, uno se cría desconfiando de sus propios sentimientos, percepciones y valor. Cuando uno se cría como un ser reactivo-reflectivo, como lo fue Eco, uno no ha aprendido las habilidades necesarias para llevar una vida satisfactoria.

jueves, 29 de mayo de 2014

Personalidades difíciles...

El sociópata es ese individuo verdaderamente absorbido en sí mismo sin conciencia ni sentimiento alguno hacia los demás y para quién las reglas sociales no tienen ningún significado. Yo creo que la gran mayoría de nosotros conoce o ha estado en contacto con individuos sociopáticos sin siquiera saberlo. [Wendy Koenigsmann]


¿Qué es un Psicópata?
No se puede entender a los psicópatas en términos de retroceso o de desarrollo antisocial. Son simplemente individuos depravados moralmente que representan a los "monstruos" en nuestra sociedad. Son depredadores infrenables e imposibles de tratar en quienes la violencia es planeada, decidida y carente de emociones. Esta violencia continúa hasta que alcanza un tope alrededor de los 50 años, y luego disminuye.
Su falta de emociones refleja un estado de desprendimiento, de audacia y posiblemente disociado, revelando un sistema nervioso autonómico bajo y una carencia de ansiedad. Es difícil decir qué es lo que los motiva - posiblemente el control y la dominación - dado que la historia de sus vidas no demostrará generalmente ningún lazo de muchos años con otros ni mucha rima en su razón (excepto el planeamiento de la violencia).
Tienden a operar con una grandiosa conducta, una actitud pretenciosa, un apetito insaciable, y una tendencia hacia el sadismo. Su falta de temor es probablemente la característica prototípica (de base) (la hipótesis del poco miedo). Es útil pensar en ellos como si fueran vehículos de alta velocidad con frenos defectuosos.
Ciertos desórdenes orgánicos (del cerebro) y desequilibrios hormonales imitan el estado de ánimo de un psicópata.
Hay cuatro (4) subtipos diferentes de psicópatas. La distinción más antigua entre los tipos primario y secundario fue realizada por Cleckley en 1941.
Los PSICÓPATAS PRIMARIOS no responden al castigo, a la aprehensión, a la tensión ni a la desaprobación. Parecen ser capaces de inhibir sus impulsos antisociales casi todo el tiempo, no debido a la conciencia, sino porque eso satisface su propósito en ese momento. Las palabras no parecieran tener el mismo significado para ellos que el que tienen para nosotros. En realidad, no se sabe si llegan a comprender el significado de sus propias palabras, una condición que Cleckley llamó "afasia semántica." No siguen ningún proyecto de vida, y parece como si fueran incapaces de experimentar cualquier tipo de emoción genuina.
Los PSICÓPATAS SECUNDARIOS son arriesgados, pero son individuos también más proclives a reaccionar frente a situaciones de estrés, guerreros, y propensos a la culpabilidad. Se exponen a más estrés que la persona promedio, pero son tan vulnerables al estrés como la persona promedio. (Esto sugiere que no son "completamente psicopáticos." Puede ser debido a variaciones genéticas distintivas).
Son gente audaz, aventurera y poco convencional que comenzó a establecer sus propias reglas de juego a temprana edad. Son conducidos fuertemente por un deseo de escapar o de evitar dolor, pero también son incapaces de resistir a la tentación. A medida que su ansiedad aumenta hacia un cierto objeto prohibido, su atracción hacia ella también se incrementa. Viven sus vidas dejándose llevar por el aliciente de la tentación. Tanto los psicópatas primarios como los secundarios están subdivididos en:
Los PSICÓPATAS DESCONTROLADOS: son la clase de psicópatas que parecen enfadarse o enloquecerse más fácilmente y más a menudo que otros subtipos. Su frenesí se asemejará a un ataque de epilepsia. Por lo general son también hombres con impulsos sexuales increíblemente fuertes, capaces de hazañas asombrosas con su energía sexual, y aparentemente obsesionados por impulsos sexuales durante la gran parte de su vida que pasan despiertos. También parecerían estar caracterizados por ansias muy fuertes, como en la drogadicción, la cleptomanía, la pedofilia, cualquier tipo de indulgencia ilícita o ilegal. Les gusta la endorfina "alta" o "acelerada" del entusiasmo y de la toma de riesgos. El violador y asesino en serie conocido como el Estrangulador de Boston era un psicópata de este tipo.
Los PSICÓPATAS CARISMÁTICOS: son mentirosos encantadores y atractivos. Por lo general están dotados de uno u otro talento, y lo utilizan a su favor para manipular a otros. Son generalmente compradores, y poseen una capacidad casi demoníaca de persuadir a otros para que abandonen todo lo que poseen, incluso hasta sus vidas. Los líderes de sectas o de cultos religiosos, por ejemplo, podrían ser psicópatas si conducen a sus seguidores a causar su propia muerte. Este subtipo llega a menudo a creerse sus propias ficciones. Son irresistibles.
Los sociópatas han existido siempre en formas diversas y en distinto grado. Se los ha conocido bajo diferentes nombres. Se los ha estudiado utilizando varias técnicas, y a través de los años se han encontrado varias causas a su enfermedad. Pero una cosa nunca varía: todos los sociópatas poseen tres características en común: son individuos muy egocéntricos, sin empatía hacia los demás, e incapaces de sentir remordimiento o culpa. [El Sociópata – (The Sociopath) Rebecca Horton (Abril 1999)]
A pesar de que el psicópata tiene gustos y preferencias, y afición por los placeres que la compañía humana puede traer, el análisis demuestra que es totalmente egocéntrico, y que valora a los otros solamente porque aumentan su propio placer o mejoran su estatus. Mientras que él no brinda ningún amor verdadero, es absolutamente capaz de inspirar amor a veces hasta fanático en los demás.
Es por lo general superficialmente encantador y da muy seguido una impresión llamativa de poseer las cualidades humanas más nobles. Se hace de amigos fácilmente, y es muy manipulador, con su habilidad de palabras para salirse con la suya de cualquier apuro. A muchos psicópatas les encanta ser admirados y se regodean cuando los demás los adulan.
La carencia de amor trae también aparejada la carencia de empatía. El psicópata es incapaz de sentir lástima por otros en situaciones desafortunadas o de ponerse en el lugar de otra persona, sin importar que haya lastimado o no a esta última. [Gordon Banks]

Cómo Ven los Psicópatas al Mundo
No sólo codician las posesiones y el poder, sino que también sienten un placer especial al usurpar o quitarle a los otros (a un hermano simbólico, por ejemplo); lo que puedan plagiar, estafar, y obtener mediante extorsión son frutos mucho más dulces de los que pueden ganar realizando de un trabajo honesto.
Y una vez que han agotado todo lo que pueden de una fuente, se vuelcan hacia otra para explotarla, chuparle la sangre, y después echarla a un lado; su placer al causar la desgracia de otros es insaciable. Utilizan a la gente como medio para alcanzar un fin; esta última debe ser subordinada y degradada de modo tal que los antisociales puedan justificarse...
Las causas de este desorden sociopático han sido reducidas a varios factores a través de la investigación. Se cree que una de las principales causas del comportamiento sociopático son anormalidades neurológicas, principalmente en el lóbulo frontal del cerebro. Esta área también se relaciona con el condicionamiento del miedo. La actividad anormal anatómica o química dentro de esta área del cerebro puede ser causada por un crecimiento anormal (posiblemente genético), una enfermedad cerebral, o alguna lesión. Esta teoría ha sido sostenida por mucha investigación usando la tomografía por emisión de positrones (TEP) que muestra de manera visual la actividad metabólica de las neuronas dentro del cerebro (Sabbatini, 1998).
Se sabe desde hace ya bastante tiempo que las amígdalas, dos regiones pequeñas ubicadas cerca de la base del cerebro, afectan a la agresión, la sexualidad y la imprudencia. Recientemente, también han demostrado afectar a la manera en que la gente interpreta las emociones de otras personas. Un daño sutil en las amígdalas puede explicar muchas de las características de los psicópatas - incluyendo la dificultad de comunicar emocionalmente con ellos. Puede ser que simplemente no puedan "ver" emociones en los otros. [¿Está Usted Casado con un psicópata? – Are You Married to a Psychopath?]
El psicópata es un manipulador, que sabe exactamente lo que nos mueve y cómo manipular e influenciar nuestros sentimientos.
Poseen el talento de ver dónde hay mujeres “amables, cariñosas”.
La mímica es a menudo utilizada para convencer a los otros de que el psicópata es un ser humano normal. Él hace esto para crear una falsa empatía con su víctima. El psicópata intentará hacerle creer a Usted que tiene emociones normales, contando alguna historia triste o profesando experiencias profundas, conmovedoras; la verdad es que la mayoría de los psicópatas pasan por la vida como en una incubadora, emocionados por poca gente y sin sentir ninguna verdadera compasión hacia los demás; pero mentirán para convencerlo de que poseen emociones normales.
El factor de la compasión es una razón por la cual las víctimas se enamoran a menudo de esta "pobre” gente.
La mentira para el psicópata es como la respiración. Cuando se los pilla en alguna mentira y que son desafiados, inventan nuevas mentiras, y no les importa ser descubiertos. Como Hare plantea:
"La mentira, el engaño, y la manipulación son talentos naturales en los psicópatas... cuando son pillados en alguna mentira o desafiados con la verdad, rara vez quedan perplejos o desconcertados - cambian simplemente sus historias o procuran remoldar los hechos de modo que parezcan  constantes con respecto a la mentira. El resultado es una serie de declaraciones contradictorias y un oyente profundamente confundido." [Hare].
A menudo, su comportamiento sirve para confundir y para reprimir a sus víctimas, o para influenciar a cualquier persona que llegue a escuchar la versión del psicópata sobre la historia.
La manipulación es la clave de sus conquistas, y la mentira es una forma de alcanzar esto.
Un ejemplo casi divertido de cómo mienten los psicópatas puede ser el de un hombre cuyas huellas fueron descubiertas en la escena del crimen. "No, ése no es mi pie"  dijo, aunque todos sabían que estaba mintiendo.
Así es cómo los psicópatas operan. Negarán la realidad hasta que sus víctimas sufran de una crisis nerviosa. A menudo, el psicópata se volteará hacia la víctima y afirmará que ésta “está soñando” y que posee un desequilibrio mental.
El psicópata se distrae e impresiona principalmente por su propia representación ostentosa de sí mismo, lo que lo conduce muy seguido a decir involuntariamente a la gente cosas que lo llevan a su detección. A menudo se olvidan de las mentiras que dijeron y cuentan historias contradictorias, lo que hace que el que lo escucha se pregunte si el psicópata está loco, aunque en este caso no lo está realmente – sólo ha olvidado las mentiras que ha dicho.
Lo más asombroso, sin embargo, es su memoria selectiva. Puede que un psicópata no recuerde las promesas que le hizo ayer a usted, pero recordará algo del pasado si satisface de alguna manera sus propósitos. Frecuentemente hacen esto siempre que se los confronta o se los pilla en una mentira.

La mayoría de los psicópatas son muy arrogantes y engreídos. Sin embargo, cuando tratan de encantar a una víctima potencial, dicen las cosas "correctas" en el momento debido y le hacen creer que son almas buenas y generosas; no siempre, pero a menudo. La verdad es que los psicópatas no son altruistas y realmente no les importan las amistades ni los lazos.

Guggenbuhl-Craig declara que “son muy talentosos para aparentar ser mucho más humildes que la persona promedio, pero que difícilmente lo son.” Algunos también pueden fingir preocupación por los estratos sociales bajos y manifiestan que están del lado de los más débiles, los pobres, y así sucesivamente. Un psicópata puede afirmar, por ejemplo, (si es de una clase socioeconómica baja), que las personas ricas le desagradan profundamente, pero a la vez, por dentro anhela y envidia lo que tienen. Es como el narcisista, deseando reflejar una imagen falsa de sí mismo a través de sus pertenencias. Entre sus pertenencias están incluidos los seres humanos: novias, esposas e hijos.

Algunos psicópatas pueden ser muy cariñosos con los animales (contrariamente a la opinión general), pero los siguen viendo como objetos en relación con ellos mismos.

Por lo general, la mayoría de los psicópatas se jactarán infinitamente de sus hazañas y de las cosas “malas” que han hecho (a esto se le llama a menudo una señal de alerta, que prevendrá a las almas cuidadosas), pero mucho más frecuentemente que lo contrario, la mujer que está fascinada con él no escuchará a la razón, así y todo otros que lo conozcan la adviertan sobre su comportamiento pasado.

¿Por qué? Una vez más, porque el psicópata la hace sentir tan “especial”.

Por favor, señoras, si están comprometidas con un hombre así, deben aceptar el hecho de que esa NO es su VERDADERA personalidad. Sólo está jugando un PAPEL para ustedes.

El Dr. Black afirma que una de las señales más obvias de psicopatía es la manera en que el psicópata se jacta de sus experiencias, sin importar “cuán desagradables sean…  su comodidad aparente con respecto a su comportamiento pervertido, la tranquilidad con la cual habla de romper cada regla, concuerda con la ASP (psicopatía).” [Black, 68]

El psicópata esta lleno de codicia por dentro, relacionándose con el mundo a través del poder, aunque, como dije, por fuera puede afirmar estar del lado de los desafortunados o de los oprimidos. Yo conocí a uno a quien le gustaba repetir frases como “tienen que dejar de oprimir a mis hermanos” pero eso no significaba nada para él. De hecho era racista. El psicópata se identifica también a menudo a sí mismo como revolucionario.

Por otro lado, el psicópata también presenta muy seguido una imagen de sí mismo como el antihéroe deprimido (del tipo de “su propio peor enemigo”) y a algunos les gusta verse a sí mismos como lobos solitarios. El psicópata puede incluso afirmar que es sensible y profundo, pero por dentro no es nada más que vacío y codicia.

Si el psicópata es conciente o no de su conducta, es algo que se debate a menudo. Yo creo que los psicópatas normalmente saben exactamente lo que están haciendo, aunque otros sugieren que los psicópatas “nacen, no se hacen.”

Yo creo que la psicopatía es principalmente genética. Un hijo con un padre psicópata frecuentemente será psicópata también, especialmente si el padre era abusivo y/o abandonó a la familia también.
Como ya se mencionó, los psicópatas a menudo afirman decidirse por la segunda mejor opción (la de ser su propio peor enemigo) y entonces piensan que merecen algo mejor. Esto puede ser manifestado en la manera en que buscan el poder – a través del dinero (es decir, bienes materiales), manipulación y/o tratando a las personas como objetos. Teniendo un comportamiento tal, el psicópata está también tratando de “vengarse” de la sociedad y del mundo, para poder obtener una retribución. Pasarán toda su vida haciendo esto, ya sean ricos o pobres, o cualquiera que sea su situación social, aunque estudios han mostrado que a menudo vienen de un nivel socioeconómico y/o estatus social empobrecido o bajo. (En uno de los estudios del Dr. Donald Black, muchos de los hombres eran “en su gran mayoría blancos, de clase trabajadora y media baja, y casados, y la mayoría no se habían graduado del la escuela secundaria”, [Black, 14]).

Permítanme añadir que a pesar de los estudios del Dr. Black, los psicópatas pueden existir en cualquier clase social. No se dejen engañar. También me gustaría señalar que estaré usando “él” para el término de psicópata en todo este sitio Internet; pero que no se olvide, sí, que las psicópatas también existen; sin embargo, de acuerdo con la Sexta Edición de Abnormal Behaviour (Comportamiento Anormal), impresa en el 2000 por tres profesores hombres, David, Derald, y Stanley Sue, los índices si varían por genero. En su excelente texto hay incluido un reporte realizado por la Asociación de Psiquiatría Americana que dice que la estimación general es del 3% en los hombres, y de menos del 1% en las mujeres [Personality Disorders and Impulse Control Disorders, Trastornos de la Personalidad y Trastornos de Control de Impulsos, 238].

Lo que es muy inquietante acerca de los psicópatas, además de que se sienten con derecho y poder sobre todo, es la completa carencia de empatía hacia las personas normales, ya que los “(psicópatas) antisociales parecen carecer de conciencia moral, sintiendo poca o nada de empatía por las personas cuyas vidas afectan… el antisocial resiste sin esfuerzo a toda regulación, incapaz de ver mas allá de su interés personal o de adoptar estándares de lo correcto contra lo erróneo”. [Black, XIII]

No todos los psicópatas son inadaptados sociales sin educación y pobres. Algunos de ellos son bastante atractivos y tienen buenas profesiones, y usan esto aún más para su beneficio. Echen un vistazo a Ted Bundy; una vez, la madre de un amigo fue a una cita doble con él y afirmó que era una persona extremadamente agradable. Su madre dijo que era “el mejor hijo que una madre podría llegar a tener”. Aparentemente Bundy era bastante apuesto, lo que lo hacia aún mas peligroso. Así que no todos los psicópatas están arruinados, o son de clase baja o expulsados de la escuela, hay varios que también trabajan en ocupaciones profesionales; el hecho es que hay más psicópatas que provienen de sectores humildes que los que no.

[Nota del GFC: La afirmación de Black, de que más « psicópatas » parecen provenir de contextos pobres parece estar siendo revisada. De hecho, Black no parece comprender verdaderamente en su totalidad la diferencia entre Psicopatía y Desorden de la Personalidad Antisocial. Como Robert Hare lo señala, sí, hay muchos psicópatas que también son “antisociales” pero parece haber muchísimos más entre ellos que nunca serían clasificados como antisociales o “sociopáticos.”

En un artículo reciente, “Construct Validity of Psychopathy in a Community Sample. A Nomological Net Approach (Validez Conceptualizada de la Psicopatía en una Muestra de la Comunidad. Un Enfoque Neto Teórico)”, Salekin, Trobst, Krioukova, Journal of Personality Disorders (Revista sobre los Trastornos de la Personalidad), 15(5)m 425-441, 2001), el autor afirma que:

“La psicopatía, tal como fue concebida originariamente por Cleckley (1941), no se limita al hecho de involucrase en actividades ilegales, sino que también abarca características de la personalidad tales como la manipulación, la falta de sinceridad, el egocentrismo, y la falta de sentimiento de culpa – características que se encuentran claramente presentes en criminales, pero también en cónyuges, padres, jefes, abogados, políticos y directores ejecutivos, por nombrar solamente a algunos. (Bursten, 1973; Stewart, 1991). Nuestro propio examen de la prevalencia de la psicopatía dentro de una población universitaria sugirió que quizás el 5% o más de esta muestra podría ser estimado como psicopático, si bien la gran mayoría de ellos son hombres (más de 1/10 versus aproximadamente 1/100 mujeres).

“Como tal, la psicopatía podría estar caracterizada…. como consistiendo en una tendencia hacia ambos el dominio y la frialdad. Wiggins (1995), resumiendo varios hallazgos previos… indica que tales individuos son propensos a enfadarse y a molestarse, y que están dispuestos a explotar a otros. Son arrogantes, manipuladores, cínicos, exhibicionistas, Maquiavélicos, vengativos, buscando causar sensación y siempre un beneficio personal. Con respecto a sus pautas de intercambio social (Foa & Foa, 1974), se atribuyen el amor y el estatus a sí mismos, viéndose como altamente respetables e importantes, pero no prescriben ni amor ni estatus a los demás, ya que los ven como indignos e insignificantes. Esta caracterización concuerda claramente con la esencia de la psicopatía tal como es descrita comúnmente.

“La investigación actual buscaba responder a algunas preguntas básicas sobre la características psicológicas de la psicopatía en contextos no forenses… Haciendo esto hemos vuelto al énfasis original de Cleckey (1941) sobre la psicopatía como un estilo de la personalidad no sólo presente entre los criminales, sino también en personas exitosas en la sociedad.

“Lo que queda claro de nuestros hallazgos es que: (a) la medidas de la psicopatía han convergido en un prototipo de la psicopatía que implica una combinación de características interpersonales dominantes y frías, (b) la psicopatía sí existe en la comunidad y en una tasa quizás más elevada que lo esperado; y (c) la psicopatía parece coincidir poco con los trastornos de la personalidad excepto por los Trastornos de la Personalidad Antisocial. …

“Está claro que en donde mucho más trabajo se necesita hacer,  es en entender qué factores diferencian al psicópata constante (aunque quizás no constante moralmente) del psicópata que infringe la ley; dicha investigación necesita sin ninguna duda que se utilicen muchos más casos no forenses de lo que ha sido habitual en el pasado.”

En resumen, si desea aprender algo sobre la psicopatía, no lea a Black. El único tipo de psicópatas que estudió fueron los fracasos, los que terminaron en la cárcel o en hospitales psiquiátricos. Tenga esto presente a medida que continúe leyendo los extractos de esta página.]

Además, no todos los psicópatas son tranquilos y serenos. Algunos de ellos parecen extraños o inadaptados, y su comportamiento puede ser excéntrico o inusual. Creo que esto es lo que confunde más seguido a las víctimas. Los psicópatas casi siempre parecen intensos y “electrizantes”. No se deje engañar si alguien aparenta ser inofensivo, “estúpido”, o parece poco convencional. Una cara “angelical” también puede engañar a la gente. Sólo imagine como ejemplo a John Wayne Gacy en su “disfraz de payaso” mientras entretenía a niños.

Otro ejemplo que alguien del foro de “Víctimas de la Psicopatía” mencionó, fue Bill Clinton y su conducta “tontorrona” pero agradable. (¿Entonces es Clinton realmente un psicópata? Muchos creen que sí.)
Un psicópata (fue diagnosticado como antisocial) que yo conocía usaba muy bien el disfraz de inofensivo. Todos pensaban que era muy gracioso. Yo también lo pensé, al principio. Luego, poco a poco me fui dando cuenta de que algo “no andaba bien” acerca de él. Al principio sus juegos aparentemente inofensivos eran encantadores, pero más tarde se volvió más bien una molestia y perturbaba nuestro ambiente de trabajo, lo que creó caos y tensión entre los empleados. He aprendido que un psicópata puede utilizar estos disfraces para satisfacer a su propósito personal secreto. Sin importar la raza, la clase social, ni la ocupación, el psicópata es sin embargo peligroso para la sociedad, porque “la naturaleza de la PAS (psicopatía) implica que causa más caos en la sociedad que la mayoría de las otras enfermedades mentales, dado que el desorden involucra ante todo reacciones en contra del ambiente social que arrastran a otras personas a su red de destrucción… la desesperación y la ansiedad causada por antisociales (psicópatas) afecta trágicamente a familias y comunidades, dejando profundas cicatrices físicas y emocionales…” [Black, 5]

Hay mucho sobre la personalidad del psicópata que es desconcertante e inquietante. Una de más o menos cada 25 a 30 personas son psicópatas (también conocidos como sociópatas o antisociales- el nombre correcto es psicópata). Ya que la mayoría de ellos son hombres, escribí (Wendy Koenigsmann) este sitio para poder, en parte, advertir a las mujeres acerca de los peligros, especialmente para mujeres conectadas a Internet, el cual creo es un “nuevo medio” favorito que atrae a los psicópatas. Tengo experiencia personal en este tema también. Esto se debe a que los “anti-sociales (psicópatas) no son sólo personajes en nuestros programas de entretenimiento ficticios o de la vida real. Son miembros de familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos, o extraños con quienes podemos encontrarnos a diario.” [Black, 10].

Pamela Jayne, M.A., escribe que “el 30% de los hombres son sociópatas.” [el GFC nota que ella no está utilizando el término “psicópata”]. Si alrededor de 3 de cada diez hombres que pueda llegar a conocer son psicópatas, yo asumiría que es algo que no se puede tomar a la ligera. De acuerdo con estas estadísticas, eso querría decir tres de cada diez hombres y tal vez una de cada diez mujeres.

La verdad es que realmente no sabemos con exactitud cuántos individuos son psicópatas; sin embargo, parece haber un incremento en la prevalencia de la psicopatía y es por eso que algunos alegan que la cifra es mayor
. El Dr. Black asegura que la psicopatía encabeza justo detrás de la depresión, junto con la esquizofrenia y los trastornos límite de la personalidad, lo que es un hecho asombroso.

[Nota del GFC: Hare dice que la Psicopatía es MÁS frecuente que la depresión, la esquizofrenia y los DPL (desordenes de personalidad límite). Según todo lo que lo que sabemos, muchos depresivos se vuelven esquizofrénicos, o desarrollan DPL, y esto les sucede como resultado de interacciones con los psicópatas. El psicólogo Andrew Lobaczewski dice lo mismo en su libro "Ponerología Política"- (“Political Ponerology”)]

Los psicópatas son generalmente ingeniosos y elocuentes y casi siempre "con mucha labia." Pueden ser oradores “divertidos y entretenidos”, listos para dar una réplica rápida, y pueden contar historias inverosímiles pero convincentes...
Pueden ser muy eficaces para dar una buena impresión y a menudo son muy agradables y encantadores. A algunas personas, sin embargo, les parecen demasiado escurridizos y melosos, por demás obviamente falsos y superficiales. Los observadores astutos se llevan a menudo la impresión de que los psicópatas están actuando como en una obra de teatro, "leyendo mecánicamente sus versos." [Hare, 35].
... Pueden divagar y contar historias que parecen inverosímiles a la luz de lo que se sabe de ellos. Es típico que procuren dar la impresión de estar familiarizados con la sociología, la psiquiatría, la medicina, la psicología, la filosofía, la poesía, la literatura, el arte, o el derecho. Un indicador de este rasgo es a menudo una ligera falta de preocupación a ser descubiertos." [Hare, 35].
Un individuo psicopático que yo conocí afirmaba tener el coeficiente intelectual de un genio y estar estudiando simultáneamente varias carreras en la universidad. "Cuando descubrí que tenía el índice de inteligencia de un genio, allí es cuando todos mis problemas comenzaron" dijo. Yo le pregunté, "¿Por qué?" Él contestó, " Porque soy demasiado inteligente para mi propio bien." Al final descubrí que estas eran mentiras porque de hecho, había abandonado sus estudios en la escuela secundaria.
[Nota del GFC: “Ser uno de los que abandonan los estudios en la escuela secundaria” no significa que una persona NO SEA un genio. De hecho, visto y considerando el sistema educativo de los Estados Unidos, es muy probable que muchos genios SÍ abandonen la escuela debido a la frustración y al aburrimiento. ]
A pesar de sus fracasos, los psicópatas tienen “una visión muy narcisista y exagerada de su autoestima e importancia, un egocentrismo verdaderamente asombroso, presuntuosidad, y se ven a sí mismos como el centro del universo, como seres superiores justificados a vivir según sus propias reglas." [Hare, 38].
A menudo dan la impresión de ser " fanfarrones descarados y arrogantes – seguros de sí mismos, obstinados, dominantes, y engreídos. Les encanta tener poder y control sobre lo demás y parecen incapaces de creer que la gente pueda tener opiniones válidas diferentes las suyas. Parecen carismáticos o 'electrizantes' para algunas personas." [Hare, 38].
Yo (Wendy Koenigsmann) sé exactamente lo que Hare quiere decir cuando recuerdo a una persona que conocí (quien había sido diagnosticada); parecía estar siempre encantando a la gente a su alrededor, aunque al final cada mujer que caía en su trampa terminaba volviéndose hostil al darse cuenta de que lo único que él había estado haciendo era engañarlas a todas simultáneamente.
El psicópata es insensible, falto de remordimientos y de empatía, aunque a primera vista no parezca ser así. A menudo es excesivamente ingenioso, como un camaleón, encantador (pero no siempre, sobre todo cuando no está de "buen" humor), es una persona que atrae a un círculo de admiradores alrededor suyo en cada reunión, pero más a menudo, la gente lo evita - una vez que descubren cómo es realmente.
Los psicópatas terminan por lo general asociándose con otros como ellos, aunque en algunos casos no siempre se llevan tan bien. A veces se aparean con otros psicópatas y se convierten en un equipo unido, uno puede ser un "hablador" mientras que el otro es un "hacedor," y así sucesivamente, aunque Yo (Wendy Koenigsmann) creo fervientemente que estos papeles son intercambiables cuando tratamos con un dúo psicopático. Hare expone que, "Siempre y cuando sus intereses sean complementarios, forman una pareja formidable." [Hare, 65]. También se ha dicho que puede ser que algunos conocidos nunca lleguen a descubrir realmente el lado verdaderamente oscuro de los psicópatas.

Los psicópatas y las relaciones

Es en este terreno que el psicópata se acerca más al sicótico. A pesar de que en apariencia posee completamente su capacidad de razonar, determinada y probada por todos los medios de la psicología clínica, el psicópata demuestra una inhabilidad para comprender el significado y la significación de su comportamiento hacia los demás, y para juzgar las probables reacciones a su comportamiento. Se asombra a menudo de encontrarse con que la gente se sienta ofendida por sus hazañas. [Gordon Banks].
Las mujeres… histriónicas... son particularmente atraídas por y vulnerables a los hombres psicopáticos. La mujer histérica con desorden de la personalidad es propensa a enamorarse del psicópata... Es capaz... de corresponder en este ciclo proyectivo-introyectivo predominantemente idealizando al personaje psicopático. Su necesidad de apego y de dependencia complementa el deseo del psicópata de separación y autonomía; ella percibe a los otros como gente capaz de darlo todo y benévola, y él como gente capaz de robarlo todo y malévola.
La mujer histérica es inmune a desarrollar una sospecha sana cuando los detalles o las circunstancias no coinciden (también en lo que concierne a la falta de lógica en los pensamientos/comportamiento del psicópata) ni corroboran la versión oral del psicópata en cuanto a su historia. [De “La Mente Psicopática" – Orígenes, dinámica y tratamiento, "The Psychopathic Mind - Origins, Dynamics and Treatment”, de J. Reil Meloy]
El verdadero peligro en cuanto a los psicópatas es que algunas mujeres en especial, tienen realmente una predisposición psicológica a encariñárseles. Incluso hasta se enamoran de ellos. Estas mujeres, generalmente de personalidad histérica o histriónica, se sienten poderosas cuando se encariñan con el psicópata, sin importar la verdad que se les haya dicho sobre él, ni lo que él mismo les haya dicho. Algunas de estas mujeres tienen la fantasía subyacente de sentir que el psicópata está bajo su control (según Meloy).
Al mismo tiempo, yo (Wendy Koenigsmann) me pregunto a menudo si son solamente las "neuróticas" quienes son víctimas de los psicópatas. Se debería decir que Freud es responsable de toda la acuñación de mujeres neuróticas, lo que me hace sospechar un poco. Presentaré la información, pero al mismo tiempo, no estoy totalmente de acuerdo con ella, porque pareciera que todas las mujeres, sin importar que sean o no de naturaleza "neurótica", representan presas para los psicópatas.
Hemos oído hablar de los casos extremos, tales como las mujeres que se enamoraron del Acosador Nocturno, Richard Ramírez, pero en general, usted encontrará a psicópatas en lugares absolutamente inocuos, y siempre saben identificar a una mujer vulnerable que alimente su propia imagen de grandiosidad. Por supuesto, el atractivo ayuda en estos casos. Se ha especulado que la razón por la cual muchas mujeres se enamoraron de Ramírez fue probablemente también intensificada por su bella mirada pensativa y el hecho de que podía parecer vulnerable, "como un niñito," dijo una admiradora.
Todavía queda por comprobar si el hecho de sentir compasión hacia un hombre hace que una mujer sea neurótica o no.
Pero la verdad es que un psicópata atractivo es probablemente más peligroso que uno menos atractivo, sin excepciones.
Para muchas mujeres, el encariñarse con un psicópata va más allá del mero análisis freudiano - muchas niegan simplemente la verdad, confiando ciegamente e ignorando la realidad. Algunas, hasta cuando se les presentan fríamente los hechos concretos, seguirán todavía admitiendo que no pueden dejar de amar a su compañero psicopático, incluso después de haber sido desechadas por él. Este problema es psico-sexual (mujeres que poseen ellas mismas desórdenes de la personalidad y que se obsesionan con los psicópatas), o bien las mujeres que simplemente no admiten la verdad son ignorantes frente a la situación. Puede incluso ser una combinación de todo tipo de factores.
De cualquier manera, el psicópata sabe a quién "elegir."
Como ya lo he dicho (Wendy Koenigsmann), la información concerniente a "mujeres histriónicas" e "histéricas" como las víctimas típicas fue tomada de las ideas de Meloy, pero no parecería ser la norma. Cualquier persona puede ser engatusada y enamorada por el psicópata.
Los psicópatas pueden tomárselas con todos, ya sean ricos o pobres, inteligentes o no tan brillantes. Aunque pareciera que los enfermos mentales son más susceptibles: las ya mencionadas histriónicas, etc., así como víctimas al borde de un trastorno de la personalidad.
También, intentar “distinguir” a un psicópata por su aspecto no es fácil, como ya lo he hecho notar. Como me dijo un estudiante de psicopatía, "cambian a menudo de aspecto para no parecer amenazadores, o para crear un personaje."
Tim Field, un autor célebre e investigador en psicopatía, cree que el psicópata selecciona a gente que puede ver a través de él: “la aparente autoestima y la confianza en sí mismo de un matón (sociópata) es en verdad arrogancia, una creencia insostenible de invulnerabilidad agudizada por su voluntad de actuar fuera de los límites de la sociedad para asegurar su supervivencia. Los blancos (o víctimas) son gente que puede ver a través de la arrogancia y percibir la concha vacía detrás de ella - y los matones saben detectar a quiénes pueden ver a través de ellos, lo que promueve la eliminación del blanco." [Matón En línea- Bully OnLine]. Esto sucede generalmente en el ambiente de trabajo, y en situaciones en las que el psicópata deja caer su máscara.
Según el autor de La Mente Psicopática (The Psychopathic Mind) (Meloy), cuando necesita manipular a una mujer, el psicópata apunta por lo general a mujeres a menudo llamadas del tipo "rubia tonta”, la clase de mujer que emana inocencia, por lo general inconsciente de su propia sexualidad, de inocencia sosa, y muy seguido no demasiado inteligente - sus personalidades están generalmente al borde de una actitud tonta o ciegamente optimista, y siempre piensan que el bien se esconde detrás del mal. No es que haya nada esencialmente malo en cuanto a la inocencia o al optimismo, pero al tratar con un psicópata, eso puede resultar siendo una mala combinación. Los psicópatas parecen sentirse particularmente atraídos por este tipo de mujer. Ella es cariñosa y lo da todo, mientras que él es cerrado y retentivo.
Tienen "una capacidad extraña para ver y utilizar a mujeres 'maternales' - es decir, las que tienen una profunda necesidad de ayudar o de mimar a los demás." [Hare, 149].
Como lo relata Hare, un "misil particular en busca de protección y amor de madre ", quien tenía la reputación local de atraer a una multitud constante de visitantes del sexo femenino, parecía poseer este talento. Él “no era especialmente apuesto ni muy interesante al hablarle. Pero tenía una cierta cualidad querúbica que algunas mujeres, incluyendo miembros del personal, parecían encontrarle de atractivo. Una mujer comentó que ella ' tenía siempre el impulso de mimarlo.' Otras dijeron que 'necesita que lo cuiden como a un hijo.' " [Hare, 149].
A los psicópatas también les gusta "apegarse" a mujeres de un estatus social más elevado, a una mujer que represente lo que él quisiera ser. Entonces, cuando termina con ella, puede destruirla y "matar a dos pájaros de un tiro."
Sin embargo, sin importar detras de qué tipo de personalidad anden los psicópatas, todas las mujeres siguen siendo un blanco.
Al igual que el narcisista, el psicópata posee una actitud arrogante, desdeñosa, y condescendiente; sin embargo, déjeme dejar esto en claro: a menudo en la etapa inicial en la que seduce a alguien nuevo, su verdadero carácter se mantiene oculto, naturalmente. Es por eso que, cuando una mujer advierte a otra mujer que un hombre es un psicópata, su más reciente víctima no será capaz de creer en las historias malas que le cuentan sobre él. Su respuesta será "Pero es tan encantador, tan amable, tan agradable..." y así sucesivamente. Sí. Exactamente. Él está jugando con usted también.
Los psicópatas tienen una estructura ostentosa que demanda de ellos "una devaluación desdeñosa y desapegada de los demás" [Gacon et al 1992], para ocultar su envidia hacia lo que es bien percibido en la gente. Reaccionan hacia capacidades de encariñamiento percibidas o existentes en ellos con ambivalencia y a menudo con agresión. Según Meloy, la mayoría de ellos transfiere ese acoplamiento a "objetos duros" como por ejemplo las armas, los cuchillos, [prácticas mágicas], etc. El ser ostentoso está así representado en el arma o el objeto y es una proyección de ellos mismos. Esto por supuesto es un estudio profundizado del psicópata. No todos los psicópatas tienen una colección de armas o un cuchillo o una espada favoritos, pero a muchos parecen gustarles las armas y tales símbolos de agresión y de dominación. No estoy segura de si esto es verdad en todos los casos, pero a un psicópata que conocí una vez le encantaban las espadas. Estaba obsesionado con ellas y amaba las armas de todo tipo.

Cómo Tratar con Psicópatas
Si usted deja al psicópata, espere que sea del tipo que no hace ningún "ruido" sino que solamente destruye su reputación esparciendo mentiras, o bien espere mucha manipulación abierta (una tentativa final para adquirir poder y control).
Por ejemplo, yo dejé a un psicópata, y hasta el día de hoy, siempre que se le dé la oportunidad, él le pedirá a amigos que me adviertan de que no soy más que un "bichito" en su parabrisas y que él tiene la capacidad de destruirme como a un insecto. Entre tanto, también ha esparcido historias falsas sobre mí a cualquiera que las escuche.
¿Por qué hace esto?
Después de haber tratado con este comportamiento molesto durante casi dos años, he llegado a una conclusión: a pesar de que no pueden realmente amar a otra persona, y de que carecen de verdaderas emociones arraigadas, los psicópatas se relacionan con los demás a través del poder y del control. Si alguien procurara realmente "menospreciar" (desde su punto de vista, esto es muy cierto) su poder y su control, él reaccionará de algún modo. El psicópata también dio la imagen de tener el control diciendo que "me había echado de una patada", a pesar de que vivía en la casa de su madre. Más adelante, también le dijo a mi amigo que yo no había sido nada más que un "experimento" para él, después de que yo he perdido dinero, tiempo, y de haber sufrido profundamente a causa de sus mentiras y de su manipulación. Cuando digo “sufriendo”, también incluyo una depresión extrema que duró casi dos años, ya que él no paró de atacarme durante los dos años que siguieron al momento en que lo dejé (e incluso hasta el día de hoy).
Creo que algunos individuos son lo suficientemente fuertes como para hacerle frente al psicópata; desafortunadamente, no toda la gente lo es, y la mayoría de los psicópatas logran dañar permanentemente a sus víctimas. Esta es la razón por la cual necesitamos definitivamente más grupos de ayuda para la gente que se ha involucrado en relaciones con psicópatas.
En síntesis, la experiencia de tratar con un psicópata puede ser muy inquietante para la mayoría de la gente, sin mencionar que, cuando lo tiene a usted atravesado, puede estar seguro de que será infamado falsamente, sin lugar a duda. Recientemente le pregunté a Field lo que uno puede hacer cuando se enfrenta con las mentiras de un psicópata (Field se refiere a ellos como sociópatas) y a la ausencia evidente de justicia a la hora de observar su comportamiento -  la respuesta de Field fue:
"La lección más importante que he aprendido es que al tratar con un sociópata, las reglas normales de etiqueta no se aplican. Usted está tratando con alguien que no tiene ningún tipo de empatía, ninguna conciencia, ningún remordimiento, ni ningún sentimiento de culpa... es un pensamiento totalmente diferente. Palabras tales como “depredador” y “malvado” son utilizadas frecuentemente."
Si usted intenta tratar con psicópatas de una manera ética, quedará escandalizado. El Dr. William Higgins afirma que "no se puede negociar ni hacer un trato con los psicópatas."
Los psicópatas no sólo negarán y lo trivializarán, sino que también evitarán contestar directamente a las preguntas que usted les haga, e incluso cuando parecen contestarle, puede estar seguro de que no es la respuesta que buscaba. Se ha dicho que incluso cuando sí le dan una respuesta directa, ellos nunca tratarán el verdadero tema, a pesar de que pueden incluso revindicar ser honrados cuando eso los satisface. Pero no se engañe, es para esto que el psicópata desea a su víctima - él desea avergonzarlo al mismo tiempo que lo hace encajar en sus planes; esto se debe a que "los psicópatas muestran una gran falta de preocupación por los efectos devastadores que sus acciones tienen en los demás. Muy seguido son totalmente francos sobre el asunto, afirmando tranquilamente que no sienten ningún sentimiento de culpa en absoluto, que no lamentan el dolor ni la destrucción que han causado, y que no hay razón alguna para que se preocupen." [Hare, 41].
Por otro lado “los psicópatas pueden expresar remordimiento verbalmente, pero luego contradecirse con palabras o acciones.” [Hare, 41]  Puede que los psicópatas se disculpen o muestren remordimiento sólo para salirse con la suya, pero al final usted será apuñalado por la espalda y se dará cuenta de lo superficiales que eran sus palabras.
Los psicópatas parecen no poder recordar lo que han dicho o en lo que se han comprometido hace mucho tiempo. Parecen estar siempre viviendo en el presente. Es por eso que a menudo son culpables de ser "grandes fabricantes de promesas" que no pueden cumplir con su palabra. Una vez más será la víctima quien deberá acarrear con las consecuencias de todas las distorsiones y  las vueltas del psicópata, y cuando él consigue enfadarlo lo suficiente, lo desacreditará de "defectuoso", y así el psicópata logrará hacerse pasar muy seguido por la verdadera víctima. Como John Wayne Gacy dijo una vez, "Yo era la víctima, fui engañado desde mi niñez."
Lo que sucede a menudo como consecuencia, tal y como Field lo ha indicado, es que la víctima puede reprimir su enojo durante un tiempo, pero luego, por lo general muchos meses más tarde, puede que el individuo se de cuenta repentinamente de la verdad, y de que desde el primer momento ha sido intimidado por el psicópata. Ahí es cuando la víctima se enfada mucho de repente y se siente motivada a lograr cierta clase de justicia. Pero si intenta obtener justicia de un psicópata, sepa que será usted el que termine pagando a menos que se imponga firmemente; la experiencia lo confundirá y desconcertará aún más, y eso puede incluso tentarlo a jugar con fuego.
En algunos casos, nuestra sociedad permite que la psicopatía exista porque realmente no luchamos contra los comportamientos engañosos y mentirosos (un buen ejemplo: Bill Clinton). También son buenos para engañar a sus propios psiquiatras. Por ejemplo, dos individuos que yo (Wendy Koenigsmann) conocí se jactaban de disfrutar jugando a juegos psicológicos con psiquiatras.
"Yo era un caso de estudio; no podían nunca darse cuenta de lo que fallaba conmigo, así que yo jugaba simplemente a juegos psicológicos con ellos", comentó uno de ellos. Él también aprendió, leyendo sobre psiquiatría y yendo a terapia, que podría simplemente "echarle la culpa a otro" para conseguir salir impune. "Sólo acuso a otro" dijo él, despreocupadamente.
Cuando se le preguntó en detalle por qué odiaba tanto a su madre, (él afirmaba que ella abusaba de él física, mental y emocionalmente), contestó: "Porque mi madre proyecta en mí a todos los gilipollas que la abandonaron."
Es por esta razón que Hare cree que la terapia vuelve peores a los psicópatas; la mayoría de ellos aprenden sobre emociones humanas a través de la psiquiatría, y "les encanta atribuir sus defectos y problemas al abuso infantil." [Hare, 50]. También, los "antisociales (psicópatas) mismos pueden ser poco colaboradores o desagradables, complicando los esfuerzos que se hacen por estudiarlos y tratarlos." [Black, 12].
En cuando a la recuperación del psicópata, a pesar del dolor que esto pueda dejar (alguna gente nunca se recupera, según Field), usted aprenderá lo sencillos y a la vez cobardes que son los medios del psicópata para guardar la calma. Esa es simplemente la manera en la que el psicópata debe funcionar para mantener su propia imagen, relativamente frágil (aunque petrificada de por vida).
Mientras que pocos psicópatas cometen crímenes violentos, la crueldad del psicópata promedio oscila generalmente dentro de acciones sutiles, pero sin embargo devastadoras:
"Exprimir a los demás como un parásito y despojarlos de sus posesiones, ahorros, y dignidad; hacer y tomar agresivamente lo que ellos desean; descuidar vergonzosamente el bienestar físico y emocional de sus familias; involucrarse en una serie interminable de relaciones sexuales ocasionales, impersonales y triviales; entre otras cosas." [Hare, 45].
Ésta es una característica mayor de su carencia de empatía. También le advertimos que el psicópata gastará mucho esfuerzo (a expensas de la víctima) en crear planes, expectativas, etc., pero que darán muy poco, o nada, a cambio. Cuando él sabe que le ha hecho algo con lo cuál usted puede no llegar a conformarse, tendrá una posibilidad de escapatoria lista de antemano. La mayoría de la gente normal hace lo mismo, en un sentido general, pero el psicópata lo hace de puro egoísmo, avaricia, y crueldad. No le importará herir o no sus sentimientos. Cualquiera sea la traición que él promulgue, esta última no será más disimulada una vez que se le acabe la función.
(Wendy Koenigsmann) quisiera contar la experiencia de una amiga mía originaria del Japón. Ella se había estado comunicando con un hombre que vivía en San Diego desde hacía más de un año, y durante la época de su correspondencia y llamadas telefónicas, él parecía muy "dulce, cariñoso y amable." Ella mencionó lo maravillosamente escritos que estaban sus e-mails, entre otras cosas.
Llegó un momento en el que este hombre le propuso casamiento, y, para rematarla, le prometió que tenía un trabajo esperándola en la ciudad en donde él vivía, e incluso le envió una carta de la compañía con toda la información.
Bueno, mi amiga le creyó y vino a los Estados Unidos para casarse con él.
Durante su primera cita, ella mencionó cómo ése ya había sido el principio del fin, y cómo debería haberlo visto venir. Ella le dijo, después de que se encontraran en el aeropuerto, que necesitaba hacer una llamada telefónica, y en vez de dejarla usar su teléfono celular, él le dijo que utilizara el teléfono público. Mi amiga, no obstante ingenua, mencionó que esto contradecía a la persona que había conocido por teléfono y a través de los e-mails. Dijo que se había sentido un poco indignada, pero sin embargo se casó con él.
A medida que fueron pasando las semanas, las cosas empeoraron. Descubrió que no había ningún trabajo, y que la carta que él le había enviado era en realidad sólo el membrete de la compañía copiado en otra hoja. Es decir que su nuevo marido había falsificado un documento para engañarla.
Después, ella comenzó a recibir llamadas telefónicas de mujeres de Filipinas y Canadá diciéndole que su nuevo marido las había estado invitando (por Internet) a que fueran a vivir con él. Mi amiga estaba tan enloquecida que les dijo repetidamente que él les estaba mintiendo a todas mientras que el truco más grande de todos lo estaba jugando con ella. Las mujeres no le creyeron (¿por qué será que las mujeres tienden a no creerle a otra mujer cuando ésta está intentando advertirles de algo?), pero finalmente mi amiga les dijo: "Si quieren tener la prueba que yo estoy casada con él, entonces vengan aquí y se los probaré."
Finalmente se enteró a través de amigos y parientes que el Sr. Maravilloso era un mentiroso patológico que poseía una larga historia de haber usado a mujeres y de haber sido encubierto por su madre quien escondía las pistas, y, por más triste que sea decirlo, ésta no era la primera persona con quien se había topado. Yo (Wendy Koenigsmann) puedo decir lo mismo, y es por eso que he escrito esta página de Internet, porque puedo decirle que esta gente anda rondando por ahí afuera, y no quiero que a nadie más le suceda esto o tenga que atravesar una situación como la que hemos experimentado mi amiga y yo. Mi meta es que con mi página web, más gente, y no solamente mujeres sino también hombres, estén informados y no se conviertan en víctimas ellos también, porque es realmente una experiencia dolorosa.
Entonces ¿Qué es lo esencial al tratar con los psicópatas?
Evítelos. O una vez que sepa o sospeche qué son, evítelos.
Cualquier contacto que vaya más lejos con un psicópata será realmente perjudicial. Una vez que ha estado implicado con algunos de ellos, como muchas personas que conozco, también aprenderá  a ver las  “banderas rojas”. Este no significa que deba volverse paranoico con respecto a la gente, sólo cuidadoso.
El hecho es que a pesar de todos los estudios y las nuevas terapias, los psicópatas están “diseñados” para un mal comportamiento de por vida. El doctor Leland M. Heller, escribe que la gente que tiene este desorden presenta síntomas que incluyen la mentira, la trampa, la crueldad, el comportamiento criminal, la irresponsabilidad, la carencia de remordimientos, relaciones pobres, explotación, manipulación, destructividad, irritabilidad, agresividad, y fracasos en el trabajo. Muchos no exhiben un comportamiento criminal, pero actúan antisocialmente en profesiones socialmente aceptables.
El alcohol empeora el desorden, y los psicópatas son muy propensos al abuso de sustancias. Las causas son a menudo “una disciplina paternal pobre, la asociación con chicos ‘malos’, y una vinculación frágil con sus padres...” [Heller, 75]. Pero las causas también pueden ser sobre todo biológicas.
Otra característica es su extraño uso de las palabras, porque no pueden distinguir entre palabras neutras y emocionales. Una vez  un individuo psicopático me dijo que estaba “deftly afraid of needles”(“le tenia un terror “deftly” a las agujas), pero la palabra “deftly” significa “habilidad”. En vez de decir “deathly afraid” (mortalmente, extremadamente aterrado),  dijo “deftly”, y nunca notó que se había equivocado. (Ver el libro de Hare para más ejemplos interesantes de este fenómeno).
Más extraño aún, muchos encuentran que esta falla en el lenguaje del psicópata es encantadora, y los psicópatas tienden a hablar montones, especialmente cuando exudan su encanto.
¿La pregunta es, puede usted identificar a uno antes que ellos lo atrapen?
Por eso es importante estudiar si usted es de aquél tipo de personas que cae rendido a sus pies. Alguien que, en esencia, se convierte en presa al creer en ellos. Algunas personas pueden encontrar la preocupación por la psicopatía irrelevante, pero no lo es. La psicopatía causa tremendos daños en nuestra sociedad, y afecta nuestras vidas a todo nivel. Causa enfermedades y desórdenes como el PTSD (Desorden de Estrés Post Traumático). Víctimas inocentes también pierden su dinero, y estos depredadores sociales también provocan mucho daño económico a la sociedad.
Todos, y especialmente las mujeres, deberían aprender a identificar la psicopatía y a estar alertas a las banderas rojas. Esto no significa tener que diagnosticar a cada hombre con quien tiene una cita, ¡pero el sólo hecho de estar al tanto del desorden lo puede ayudar mucho! Fiándome en mis experiencias personales, creo sinceramente en el dicho: Mejor prevenir que curar”.
Quisiera enfatizar una vez más que creo de verdad que una mujer transfiere en el psicópata lo que quiere creer, hasta llegar al punto en el que lo pinta con una luz irrealista, por lo que los psicópatas también pueden “jugar con su cabeza” el respecto. La mayoría de las víctimas del psicópata sólo ven lo que quieren ver, al principio. Es por eso que Field dice, “La ingenuidad es el peor enemigo. Muchos/as se aferran a creer que su amado/a (el/la psicópata) tiene simplemente algunos problemas como cualquier otra persona, y no los síntomas de un desorden de la personalidad.” [Black, 59].
En el libro When Your Lover is a Liar (Cuando Su Amante es un Mentiroso) también se señala et tema de la psicopatía y la manera en que los psicópatas manipulan a las mujeres. El autor cree que lo que más entusiasma al psicópata es simplemente el ser capaz de “tomarle el pelo a una mujer”. En gente emocionalmente normal, no podemos entender que tipo de entusiasmo es este, ni porqué algunos llegan a tanto para engañar a alguien. Pero como lo dice el Dr. Heller, “los psicópatas no sienten ningún remordimiento, y en realidad hasta disfrutan de su comportamiento antisocial.” (Heller, 76)
Además, algo que creo los hace aún más peligrosos, es que pueden ser bastante encantadores y persuasivos, y que “tienen un conocimiento asombroso de las necesidades y debilidades de otra gente”, como lo expuesto en el texto Psychology In Action (Psicología En Acción): “Hasta cuando los derechos de sus socios les son indiferentes, son a menudo capaces de inspirar sentimientos de confianza y de fe.” Esto se ejemplifica mejor con un psicópata que profesa que “está todo bien”, mientras que le miente rotundamente en la cara con honestidad y candor aparentes, pero que luego lo acuchilla por la espalda apenas usted se da vuelta.
Al final, usted los “conocerá por sus frutos”, por así decirlo.  Se cerciorarán de hacerle saber quién es el jefe. Como una víctima contó en el libro Without Conscience… (Sin Consciencia…) de Hare, no podía entender cómo era posible que alguien (el psicópata que ella había conocido) hubiera logrado colarse en su vida y que después hubiera desaparecido tan fácilmente. Es así como operan. Simplemente no les importa nadie en lo más mínimo. Excepto ellos mismos.
Otra característica muy fuerte a buscar (o escuchar) es lo que el doctor Hare llama el “placer del engaño”. Es como si el psicópata no tuviera ninguna necesidad ni propósito de mentir. El placer es alcanzado simplemente al tomarle el pelo a alguien.
En lo que se refiere a las adiciones y demás, “dentro de los lazos más claros, se encuentra el de la psicopatía y el abuso de alcohol  y otras drogas,” [Black, 91], aunque la mayoría de los psicópatas nunca admitirán que tienen problemas con la bebida, mismo cuando esto es obvio. Tal y como lo dijo un psicópata, “Yo sé cómo beber. El beber es una responsabilidad, Y lo vengo haciendo desde los 12 años.”
Así que, una vez más ¿Pueden los psicópatas cambiar? ¿Puede usted cambiarlos?
No. Ellos deciden comportarse como lo hacen, aunque, hasta cierto punto tengan realmente un desorden de personalidad. Sin embargo, el Doctor Black cree que hasta aquellos pacientes que “muestran el mayor cambio, parecen incapaces de entender el grado en el cual sus acciones afectaron a aquellos que los rodeaban. Pueden seguir viviendo en el aislamiento emocional. El interés personal es un componente natural del maquillaje humano, pero es especialmente fuerte en los antisociales y deja a muchos de ellos incapaces de desarrollar una compasión total, una conciencia, y otros atributos necesarios para relaciones sociales exitosas”. [Black, 144].

“No espere un milagro.”
En consecuencia, aunque puedan o deseen cambiar, los estudios han mostrado que en general los psicópatas no cambiarán. Así que no gaste su tiempo tratando de ayudarlos o de cambiarlos. La ayuda que usted ofrezca siempre le será pagada en su totalidad con traición. Black también cree que “las víctimas pueden temer la venganza u otras consecuencias potenciales, pero salir de la situación abusiva (con un psicópata) es a menudo mejor que el tratar de sobrevivir en una relación basada en la intimidación y la violencia.” [Black, 185]. Personalmente, también creo que es mejor no aceptar las migajas del afecto falso de un psicópata. Nadie necesita aquella clase de abuso. Si usted sigue soportando aquel abuso, le puedo asegurar que pagará por ello tanto mental como emocionalmente, por mucho tiempo. El resultado final es lo que se llama haber sido psicológicamente maltratado.
Algunas personas, sintiendo que tienen que salvar a otras (co-dependientes), y quizás también un poco orgullosos en su necesidad de probar una opinión, a menudo terminan siendo presas de psicópatas porque se niegan a creer en la verdad. También quisiera remarcar que algunos psicópatas aparentan  mostrar un conocimiento de las características de su personalidad (“Soy un imbécil,” etc.); sin embargo, esto no significa que les importe cómo se comportan. Eligen comportarse de ese modo.
Según Field, las secuelas de interactuar con estos individuos y el proceso de recuperación puede ser un “proceso largo, lento y doloroso”. Pero hay que recordar que si bien ha sido una víctima (un blanco), usted es sólo el “último en la larga fila de gente en quien él (el psicópata) manifestó su agresión. Probablemente haga esto durante toda su vida”. Es triste decirlo, pero “los antisociales (psicópatas) a menudo pasan los últimos años de su vida solos, a veces afligidos de remordimiento por aquello que nunca supieron que les faltaba hasta que fue demasiado tarde”. [Black, 89].
¿Encuentro este un hecho triste? Sí. Es muy triste y encuentro muy desafortunado el hecho de que haya gente que vive sus vidas de esta forma. Pero como lo mencioné antes, y no podré enfatizarlo lo suficiente: no importa cuanta lástima o compasión pueda usted tener por un individuo psicopático, no trate “de salvarlo”. Esto sólo terminará dañándolo a usted. ¡Como mi amigo de Japón dijo, “A (esta gente) simplemente no le importa que lo que hacen pueda arruinar tu vida! ¡Pueden arruinar tu vida!”

La lista original de Cleckley de lo síntomas de un psicópata:

  1. Un encanto superficial considerable y una inteligencia promedio o por encima de la media.
  2. La ausencia de ilusiones y otros signos de pensamiento irracional
  3. La ausencia de ansiedad u otros síntomas “neuróticos”. Une equilibrio considerable, tranquilidad, y facilidad de palabra.
  4. La inconstancia. Desatiende sus obligaciones sin sentido alguno de responsabilidad, en asuntos de pequeña o de gran envergadura
  5. La falsedad y la falta de sinceridad.
  6. Un comportamiento antisocial que es inadecuadamente motivado y mal planeado, pareciendo provenir de una impulsividad inexplicable.
  7. Un comportamiento antisocial inadecuadamente motivado.
  8. Un mal juicio y problemas para aprender de las experiencias.
  9. Un egocentrismo patológico. Un auto-centrismo total y la incapacidad de amar realmente y de formar lazos.
  10. Una carencia generalizada de emociones profundas y duraderas.
  11. La falta de real perspicacia, la incapacidad de verse a sí mismo como otros lo hacen.
  12. La ingratitud hacia cualquier consideración especial, de bondad o de confianza.
  13. Una conducta fantástica y objetable, después de beber y a veces aún cuando no esté bebiendo (vulgaridad, ordinariez, cambios rápidos de ánimo, bromas).
  14. Ningún historial de verdaderos intentos de suicidio.
  15. Una vida sexual impersonal, trivial y mal integrada.
  16. El fracaso en tener un plan de vida y en vivir de una manera ordenada, a menos que promueva la auto-derrota.
“… Día sí, día también, el psicópata típico parecerá especialmente agradable y dará una opinión claramente positiva cuando se lo trata por primera vez. Listo y amigable en su actitud, es muy fácil hablar con él y parece tener muchos intereses genuinos. No hay absolutamente nada curioso o extraño en él, y en todo respecto tiende a personificar el concepto de una persona equilibrada y feliz. Tampoco parece estar ejercitándose artificialmente como alguien que estaría disimulando o que desea vender algo. Raramente se sentirá confundido frente a un estafador o a alguien que esté tratando de congraciarse con él con algún propósito oculto. Señales de afectación y de gentileza excesiva no les son características. Parece genuino.
“Muy seguido indicios de un juicio sólido y de un razonamiento sensato emergerán, y es probable que uno sienta luego de haberlo conocido que esta persona normal y agradable también posee mucho talento.
Tests psicométricos también lo muestran de una inteligencia superior. Más que la persona promedio, él parece haberse liberado de impedimentos sociales o emocionales, de distorsiones menores, de peculiaridades, y de sentimientos de incomodidad, tan comunes hasta en la gente más exitosa. Estas características superficiales no son universales en este grupo, pero son muy comunes…”

“...Se debe conceder por supuesto que el psicópata posee algún tipo de afecto. El afecto es, quizás, un componente en la suma de reacciones de vida, aún en la entidad unicelular de protoplasma. Ciertamente en todos los mamíferos esto es obvio. Los estados relativamente insignificantes de placer, de disgusto, y de la animosidad experimentada por el psicópata ya se han mencionado. La opinión aquí mantenida es que él no consigue conocer los estados más profundos y conmovedores que componen la tragedia y el triunfo de la vida ordinaria, de la vida a nivel de las experiencias humanas importantes...”

La lista de puntos de Hare
1. MUCHA LABIA y ENCANTO SUPERFICIAL –- una tendencia a ser suaves, enganchadores, encantadores, hábiles, con facilidad verbal. El encanto psicopático no es en absoluto tímido, prudente, ni con miedo de decir algo. Un psicópata nunca enmudece. Por ejemplo, se han liberado de la convención social de hablar por turnos.
2. AUTOESTIMA OSTENTOSA -- una visión extremadamente alta de sus propias capacidades y de lo que valen; seguros de sí mismos, testarudos, engreidos,  jactanciosos. Los psicópatas son personas arrogantes que se creen seres superiores.
3. NECESIDAD DE ESTÍMULOS o PROPENSIÓN AL ABURRIMIENTO -- una necesidad excesiva de estímulos nuevos, emocionantes y apasionantes, corriendo así riesgos. Los psicópatas a menudo tienen una baja autodisciplina para completar tareas porque se aburren fácilmente. No consiguen conservar el mismo trabajo durante más de un cierto tiempo o, por ejemplo, no terminan tareas que consideran embotadoras o rutinarias.
4. MENTIRAS PATOLÓGICAS -- moderadas o altas. De forma moderada serán perspicaces, mañosos, astutos, y listos; en la forma extrema, serán engañosos, secretos, inescrupulosos, manipuladores, y deshonestos.
5. ENGAÑO Y MANIPULACIÓN --  el uso de engaño para hacer trampa, estafar o defraudar a otros para su ganancia personal; distinguiéndose del punto 4, en cuanto a que aquí la explotación y la crueldad insensible están presentes, reflejando una carencia de preocupación por los sentimientos y sufrimiento de sus víctimas.
6. CARENCIA DE REMORDIMIENTO O CULPA -- una falta de sentimientos o preocupación por las pérdidas, dolor y sufrimiento de las víctimas. Tienden a ser indiferentes, desapasionados, fríos, y faltos de empatía. Este punto es por lo general demostrado por su desdén hacia las víctimas.
7. AFECTO SUPERFICIAL -- una pobreza emocional, o una gama limitada de emociones profundas;  frialdad interpersonal, a pesar de dar señales de ser abiertamente gregarios.
8. INSENSIBILIDAD Y CARENCIA DE EMPATÍA -- una carencia de sentimientos hacia la gente en general; es frío, despectivo, desconsiderado, y sin tacto.
9. UN ESTILO DE VIDA PARASITARIO -- una dependencia financiera intencional, manipuladora, egoísta, y explotadora de otros, como se refleja en una carencia de motivación, en poca autodisciplina, y en la inhabilidad de asumir responsabilidades.
10. CONTROL POBRE DEL COMPORTAMIENTO -- expresiones de irritabilidad, molestia, impaciencia, amenazas, agresión, y abuso verbal; control inadecuado de su cólera y carácter; actúa sin pensar.
11. COMPORTAMIENTO SEXUAL PROMISCUO -- una serie de relaciones breves, superficiales, y una selección indiscriminada de compañeros sexuales; varias relaciones mantenidas simultáneamente; un historial de tentativas de imponerse sexualmente a otros, o una muestra de gran orgullo relatando sus proezas sexuales o conquistas.
12. PROBLEMAS CONDUCTUALES TEMPRANOS –- una variedad de problemas de comportamiento antes de los 13 años, incluyendo mentir, robar, hacer trampas, estar involucrado en actos de vandalismo, abusar de otros, tener una actividad sexual, prender fuegos intencionalmente, aspirar pegamento, hacer uso de alcohol, y escapar de casa.

13. UNA FALTA DE OBJETIVOS REALISTAS Y A LARGO PLAZO – una inhabilidad o fracaso permanentes en desarrollar y ejecutar planes y objetivos a largo plazo. Una existencia nómada, sin objetivo, careciendo de dirección en la vida.

14. IMPULSIVIDAD –- comportamientos no premeditados recurrentes y faltos de reflexión o planificación; inhabilidad de resistir a la tentación, frustraciones, e impulsos; una falta de reflexión sobre las consecuencias de sus acciones; es temerario, precipitado, imprevisible, errático, e imprudente.
15. IRRESPONSABILIDAD -- fracaso repetido en realizar o cumplir con obligaciones y compromisos, como por ejemplo no pagar cuentas o préstamos, realizar trabajos sin cuidado, ausentándose o llegando tarde a trabajar, dejando de cumplir con acuerdos contractuales.
16. FRACASO EN ACEPTAR LA RESPONSABILIDAD DE SUS PROPIAS ACCIONES –- fracaso en aceptar la responsabilidad de sus acciones, que se refleja en una toma conciencia baja, en la ausencia de escrúpulos, en la manipulación, la negación de su responsabilidad, y en un esfuerzo para manipular a otros a través de esta negación.
17. MUCHAS RELACIONES MATRIMONIALES A CORTO PLAZO -- no se compromete en relaciones de largo plazo, lo que se refleja en compromisos inconsistentes, informales, y no fiables, incluyendo el matrimonial.
18. DELINCUENCIA JUVENIL -- problemas de comportamiento entre los 13 y 18 años; sobre todo en conductas que son delitos o que implican claramente aspectos de antagonismo, explotación, agresión, manipulación, o una insensibilidad despiadada.
19. REVOCACIÓN DE LIBERTAD CONDICIONADA -- una revocación de un periodo de prueba u otra libertad condicional debido a violaciones técnicas, como por ejemplo el descuido, poco tino, o el dejar de presentarse cuando lo llaman.
20. VERSATILIDAD CRIMINAL -- una gran diversidad de tipos de ofensas criminales, sin importar si la persona ha sido detenida o condenada por su culpa; mostrando un gran orgullo al salir indemne.
De: Una Obsesión Americana... el Psicópata – (An American Obsession… the Psychopath) Espero educar y advertirle a usted, el lector, sobre algunas de las señales más comunes de que la persona en cuestión – generalmente un hombre - es alguien de quien debería separarse... ¡y rápidamente! Cuanto más pronto detecte a una persona que le puede traer problemas, más a salvo estará. Una verificación rápida es que lo/la ubique en la escala del gilipollas. Ahora recuerde: ¡No todos los gilipollas o idiotas son necesariamente psicopáticos! Sin embargo, el psicópata es una forma extrema del tipo de personalidad del "gilipollas", ellos acaban de aprender a ocultarlo la mayoría del tiempo y a parecer gente "agradable, encantadora". ¡Su desarrollo está atascado desde temprana edad, y todavía luchan las batallas de la autoridad y del control paternal sobre ellos!


Lecturas para DESPERTAR

  • Desarrolla tu Cerebro De Joe Dispenza
  • Diabetes ¡Nunca Más¡ Andreas Moritz
  • El Plan de Tu Alma - Robert Schwartz
  • El Proceso de la Presencia Michael Brown
  • El Secreto de Adan Guillermo Ferrara
  • El Secreto de Eva de Guillermo Ferrara
  • El asombroso poder de la gratitud Joe Vitale
  • El añillo Atlante De Jose Luis Arguix
  • El cáncer no es una enfermedad Andreas Moritz
  • El poder de ahora de ECKHART TOLLE
  • La reconexión Eric Pearl
  • Los 4 acuerdos Miguel Rúiz
  • Los Secretos Eternos de la Salud De Andreas Moritz
  • Muchas vidas muchos maestros BRIAN WEISS
  • Relajación y Energía Antonio Blay