En cada pareja tenemos nuestro propio ritmo, y eso hace a nuestra
identidad. Con el tiempo, las conductas propias de cada pareja se van
tornando en hábitos. Los hábitos favorecen nuestra
convivencia, ya que gracias a ellos no debemos estar constantemente
pendientes de cómo se comportará nuestra pareja. Pero, también, los
hábitos tienen sus desventajas; pues los hábitos tienden a
transformarse en rutinas.
La rutina se instala en la relación de pareja cuando empezamos a
sentir que no hay nada nuevo por hacer o vivir: los mismos roles, los
mismos saludos, las mismas posturas sexuales, los mismos
regalos, etc. Cuando la relación la vivimos como algo rutinario,
será necesario que echemos mano a ciertas actitudes y comportamientos
que nos ayudarán a contrarrestar esa sensación rutinaria:
- No demos por segura nuestra relación. Mantengamos una actitud de conquista y seducción diaria.
- No renunciemos a nuestro propio espacio personal, a las aficiones y amistades. Cuanto mejor estemos con nosotras mismas, mejor podremos estar con nuestra pareja.
- No usurpemos la intimidad de nuestra pareja (leer su correo, controlar sus llamadas, etc.).
- No renunciemos a la intimidad en la relación de pareja (tengamos espacios para estar solos los dos, sin hijos, ni amigos, etc.).
- No nos encerremos en nuestro mundo interior. Compartamos emociones y sentimientos con nuestra pareja, y hablemos acerca de ellos.
- No mantengamos actitudes inflexibles. Hagamos concesiones y negociemos cuando surjan discrepancias.
- No dejemos que los malentendidos se acumulen. Aclaremos, perdonemos y pidamos perdón.
- No reaccionemos de manera defensiva y escuchemos atentamente los reclamos de manera abierta y comprensiva. Procuremos el diálogo.
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