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lunes, 24 de noviembre de 2014

Mis papás no me comprenden

“Nadie me comprende”. Esta frase puede ser la que dijo una jovencita de 15 años, que luego de que su mamá la regañó, decidió quitarse la vida ahorcándose en el interior de un clóset...


No podría imaginar siquiera la pena tan grande que su madre debe haber sentido al suponer que ella indirectamente la orilló a tomar esa fatídica decisión.

Sin embargo, más allá de lo que podría parecer este suicidio y el de muchos tantos jóvenes, habría que analizar algo que está ocurriendo en nuestra juventud. Es un fenómeno que se está repitiendo constantemente.
Parece que está habiendo una enorme distancia entre ellos y nosotros los adultos.

Debido a muchos factores externos: como pueden ser el acceso a muchos estímulos visuales, información de todo tipo, presión de otros muchachos para vivir experiencias que los adultos ni nos imaginamos, pero también hay factores que influyen al interior de muchos hogares.

Como la ausencia del padre (por estar ocupado en el trabajo, por andar con otras mujeres, o por haber terminado la relación con la mujer), ausencia de una figura materna constante (porque la madre tiene que mantener la casa) quedando en manos de otros familiares o personas extrañas.

Y están los chavos, que en la actualidad demandan de los adultos congruencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Es muy frecuente que en el trabajo con adolescentes se descubra que están muy resentidos con alguno de sus padres o ambos.

Muchas veces (mas de las que se quisiera, el rencor es hacia el padre quien ha engañado una o más veces a la madre), un enojo contra la madre por permitir que ese hombre la engañe, y ella insista en que sus hijos le den un lugar en sus vidas.
Los jóvenes de hoy ya no quieren que los adultos los tratemos como niños sin conciencia, sino que seamos sinceros con las cosas que suceden en casa, que no finjamos que somos perfectos, ni pretendamos llevar una vida de “apariencias” en las que todos aparentamos que somos felices.

Con este ambiente rodeando la vida de ellos, aunado a los cambios hormonales, no es de extrañar que se refugien en los amigos, quienes a su vez, tampoco se sienten comprendidos ni aceptados.
Muchos jóvenes se sienten solos, ya que muchos padres ni siquiera se permiten hablar abiertamente de lo que sienten, mucho menos de dejar que sus hijos digan lo que piensan acerca de lo que sienten.

¿Por qué le tenemos miedo a decir las cosas como son realmente? ¿Qué podría pasar si nuestros hijos descubren nuestras imperfecciones?

¿Acaso nos perderían el respeto? ¿Y que nos hace pensar que ellos no se han dado cuenta ya de quienes somos en realidad?

La juventud de hoy nos demanda algo más que reglas que no entienden, castigos absurdos como no dejarlos salir con amigos (cuando a veces es el único escape que tienen), o comprarles juegos de video que los hipnotizan y mantienen en casa (aunque los llenen de imágenes violentas) o el acceso indiscriminado al Internet (donde hay páginas pornográficas que distorsionan la relación íntima).

¡Pero que bien que pasen las tardes en casa!
¿Se imaginan lo que significa para un adolescente que su padre le exija que respete la casa, cuando él sale con otras mujeres?

¿O que su madre quiera que estudie para ser profesionista, cuando ella no se siente capaz de mantenerse ella sola (siendo profesionista) y por ello no termina una relación de abuso con su padre?
No digo que seamos totalmente responsables de que ellos terminen mal, simplemente afirmo que si no nos hacemos responsables de nuestras acciones, no nos extrañe que ellos no tomen en serio nuestros consejos.
Te dejo estas preguntas para que reflexiones, amigo lector, si eres padre o maestro de adolescentes:

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