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martes, 18 de noviembre de 2014

Friedrich Nietzsche y el cristianismo...

Nietzsche1882.jpg - United States public domainLa relación entre Friedrich Nietzsche y el cristianismo es decididamente polémica y hostil por parte del filósofo. Esa hostilidad se materializará explícitamente en su obra “El Anticristo”, auténtica diatriba de Nietzsche contra el cristianismo y, más exactamente, contra la moral cristiana, que el autor identifica como la base de la moral burguesa de su época que entiende que atenta contra los verdaderos valores de la vida.

El ataque no es contra la figura de Jesús, que considera que conlleva un mensaje distinto al “oficial” y que entiende que representa cosas distintas a las que representará el cristianismo paulino.

Así contempla Nietzsche el mensaje de Jesús como un mensaje introspectivo y al interior del hombre, no contrario a la vida, lo hace en el mismo “El Anticristo”:

Si yo entiendo algo de este gran simbolista, es el hecho de que tomó como realidades, como verdades, únicamente las realidades interiores, que comprendió todo lo demás, todo lo que es natural: el tiempo, el espacio, la historia, como signos, como ocasiones para imágenes. La idea de hijo del hombre no es la de una persona concreta, perteneciente a la historia, algo de singular, de único, sino un hecho eterno, un símbolo psicológico separado de la noción de tiempo. Lo mismo puedo decir, y en el más alto sentido, del Dios de este simbolista típico, del reino de Dios, del reino de los cielos, de la cualidad de hijos de Dios.

Un enfrentamiento moral

El enfrentamiento directo no es con Jesús, lo es con el cristianismo, que atenta para el filósofo contra los valores de la vida, y con los sacerdotes, encargados, de transmitir y preservar la moral cristiana.

Ciertamente Nietzsche apunta en todo momento contra los valores de la sociedad burguesa e identifica esos valores con los valores propios del cristianismo paulino. Lo de "paulino" es importante, porqué es al cristianismo que Nietzsche entiende que funda Pablo o Saulo, y no a otro al que dedica su desprecio y lo considera "antivida".

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En la diatriba que es "El Anticristo" -título que no se remite al personaje apocalíptico sino al propio Nietzsche, que en ocasiones se refería a sí mismo como "El Anticristo" y en otras como "Dionisos"- no se ataca para nada a la figura de Jesús de Nazaret, como ya se ha indicado lo que dice de él Nietzsche es más elogioso que otra cosa.

Ahora bien, quién es "desmenuzado", quién es objeto de toda su furia es claramente Pablo o Saulo de Tarso, Nietzsche lo considera un criminal, alguien que atenta expresa y calculadamente contra la vida. Contra su manifestación, su esplendor, su plenitud, digamos que contra lo "dionisíaco" en términos "nietzschesianos".

Pablo y Lutero: los “corruptores”

Así que la diatriba que contiene "El Anticristo" puede personificarse en Pablo, en primer lugar, y en Lutero, en segundo lugar.

A un nivel general las invectivas de Nietzsche se dirigen contra la moral instituida por el cristianismo paulino. Que a su juicio genera una serie de pautas restrictivas que ponen cortapisas a lo que podríamos llamar "una auténtica moral de vida y pro-vida".

Esa moral cristiana es la que sigue la sociedad burguesa, la que genera la moral burguesa y esa moral, Nietzsche, la detesta.

Por el mismo motivo que detesta a lo que entiende que la genera: por negar la vida, por negar la potencialidad y el esplendor de la vida. Recordemos que Nietzsche es vitalista, su elitismo es consecuencia de su vitalismo, de nada más.

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Y se trata de un elitismo que tampoco es nuevo, curiosamente ya se encuentra en Platón, porque su idea del "superhombre" conecta directamente y en el mismo tipo de "hombre" con la idea que tenía Platón al respecto, y éste “hombre” que es “superhombre” no es otro que el filósofo.

La moral sacerdotal
Así Nietzsche lo que ataca es la moral cristiana y sacerdotal. Puesto que el sacerdocio y los sacerdotes serían los encargados de mantener el dogma de esa moral y vigilar la aplicación y perpetuación de la misma.

Si se sigue "El Anticristo" se observa que Nietzsche considera que en determinado momento el catolicismo "digiere" esa moral y produce una inversión de valores en la misma, que deja a un lado lo colectivo y "objetivo", ese momento es el Renacimiento, que representa el centrar los valores en el sujeto en cuanto individuo y no en el objeto en cuanto a grupo.

El momento supremo de esa escenificación la personifica Nietzsche en una cuestión: el acceso al trono papal de un Borgia. Esto el filósofo lo considera la ironía suprema y, también, la materialización de la inversión de los valores cristianos y la restauración de los antiguos y vitalistas.
Pero surge Lutero y, con él, la reforma y el protestantismo y, con ellos, una vuelta a la moral sacerdotal, grupal, "objetiva" -teóricamente-, restrictiva y "anti-vida". Así que Nietzsche, en "El Anticristo", abomina de Lutero, en particular, y de los alemanes, en general, por haber destruido lo que ya casi estaba consumado socialmente. Que es el marco dónde a él le importa que se concrete.
Respecto a los judíos -y contra el sambenito que se le carga- Nietzsche no tiene nada en absoluto, ni el menor prejuicio, más bien al contrario, le merecen una buena opinión.

Si se lee atentamente "El Anticristo" se puede ver que cuando su diatriba parece volverse contra ellos en realidad no es así. Es, nuevamente, contra el sacerdocio y la moral grupal restrictiva que éste genera, protege y perpetua, contra lo que se dirige.
Cuando en esa obra habla de los judíos en negativo se está refiriendo -y en ocasiones lo explicita- al sacerdocio judío no a los judíos en sí.

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