Escrito por JUDY HALL |
Tomado del libro El Enigma de las Almas Gemelas
“El corazón tiene razones que la razón no conoce” Pascal
Relacionarse
con los demás es una manera de crecer fructífera, apasionante y a veces
dolorosa. La experiencia de esta vida casi nunca alcanza para dar una
explicación completa sobre nuestras relaciones afectivas. A fin de
buscar las raíces de nuestras pautas de relacionamiento, nos podemos
trasladar a otras vidas. Por comodidad, las llamo vidas anteriores o
pasadas, pero no hay que considerarlas como si formasen una cadena que
se extiende detrás de nosotros. Nuestras vidas “pasadas” nos rodean por
todas partes. Las vemos todos los días. Estas influencias ocultas son
las que nos atraen hacia nuestras almas gemelas.
Tenemos que pensar las relaciones en el sentido más amplio de la palabra, porque toda interacción con otra persona, por fugaz que sea, puede enseñarnos una lección kármica o brindarnos una oportunidad de crecer. Los contactos con las almas gemelas tienden a ser catalíticos. Tal vez veamos a alguna de nuestras almas gemelas una sola vez y por poco tiempo, pero esa interacción nos dejará una marca eterna en el espíritu. A veces, un alma gemela entra en nuestra vida con una misión específica: hacer todo lo posible para que seamos lo que tengamos que ser. En otros casos nos indican la lección que debemos aprender. A lo mejor no son lecciones que vayan a revolucionar el mundo, pero tal vez sí nos cambien la vida.
Por lo común, nuestra
alma gemela llega para continuar una relación kármica que ya existía de
antes. El karma es todo lo que ha ocurrido con anterioridad. Es acción y
reacción, débito y crédito. También es una puerta abierta, un lugar
donde podemos crecer. Si bien hay un karma “bueno” y positivo en algunas
de nuestras relaciones afectivas, existen asimismo pautas de conductas
negativas y destructivas; éstas son las culpables de la mayoría de los
problemas que tiene la gente al relacionarse, en especial las almas
gemelas. En parte, estamos donde estamos para reconocer estas pautas y
revertirlas. Una vez que asumimos su presencia, se vuelve posible
modificarlas; sólo hace falta adoptar una postura novedosa en vez de
reaccionar por inercia igual que siempre. Podemos ser “proactivos” en
vez de “reactivos”. Y seguramente, la principal ayuda en esta faena la
recibiremos de nuestra alma gemela o nuestras almas gemelas.
La Tierra es el lugar donde se pueden elaborar las emociones. Es el único nivel de la existencia en que somos capaces de “esconder” nuestros sentimientos. Los contactos recibidos desde otros niveles, en especial los más cercanos a lo terrenal, nos dicen que la emoción se ve con gran facilidad en este mundo, más que nada por el color, olor, etc. Por eso, cuando de estados de ánimo se trata, en la Tierra podemos engañarnos a nosotros mismos y a los demás. Este es también el plano en que podemos alcanzar el equilibrio emocional. Por supuesto, las relaciones afectivas, o la ausencia de ellas, tienen mucho que ver con las emociones que vivamos. En las relaciones kármicas, se distinguen dos grupos bien diferenciados: 1. Relaciones nacidas de contactos anteriores entre las almas: los episodios de la vida actual son continuación de experiencias o hechos de vidas anteriores; tal vez nos toque estrechar fuertes lazos espirituales afectivos con quien había sido nuestro “peor enemigo”. Esto es el contacto de almas gemelas. Aquí el karma es el mismo para las dos personas. Este tipo de relaciones se da dentro de nuestro “grupo de almas”, en el cual tenemos conexiones que datan de hace mucho tiempo y ya experimentamos todas las interacciones posibles. Puede que estos contactos reúnan a distintas personas para llevar a cabo alguna misión, concluir algún asunto pendiente, saldar deudas y obligaciones, actuar como catalizadores o establecer una relación que dure para siempre. 2. Relaciones en que, a pesar de no haber ningún contacto previo, nos vemos trabajando juntos con la otra persona respecto de algún tema o pauta en particular. En este caso, nos unimos para resolver lo que haya que resolver y aprovechar todas las potencialidades que brinda el contacto. Tal vez nos parezca haber encontrado a un alma gemela porque nos sentimos muy cómodos con ese vínculo, pero lo más probable es que se trate de un alma gemela falsa. Esta persona se combina a la perfección con nuestros “receptores relacionales” y, mediante sus pautas innatas, nos ofrece un reflejo fiel de nuestro propio ser. Pero muy rara vez existe un lazo a nivel espiritual. A lo mejor lo iniciamos con nuestro encuentro, pero de todos modos ése no es un factor inherente a este tipo de relaciones. En nuestras relaciones solemos repetir ciertos esquemas una y otra vez. Las siguientes son algunas de las cuestiones kármicas típicas. • Padre/madre – hijo: Son roles que casi nunca tienen nada que ver con la verdadera relación filial, sino que se arrastran del pasado y generan nuevas formas de interacción. Quién no conoce a alguna mujer que sea la “nenita” de su marido, o que se porte como si fuera la madre; o al padre que se la pasa mimando a su hija y relega en su esposa el papel de “progenitor”; y quién no ha visto alguna vez a esas madres que no pueden soportar que su hijo se vaya, o a los hijos que tienen que ser paternales con sus padres. Muy a menudo vemos matrimonios en que los esposos, más que cónyuges, parecen hermanos, como si el elemento sexual faltara o estuviese debilitado. La secretaria que asume un papel maternal con su empleador y el jefe que quiere una asistente que le ande atrás como una madre son cosa de todos los días; y estas situaciones se dan tanto en los hombres como en las mujeres. Quizás no sea tan común el caso de la secretaria que espera de su jefe que sea paternal con ella, pero también sucede. Caemos en estos roles con mucha facilidad, porque nos resultan muy conocidos y muy seguido ocurre que estuvieron presentes en alguna vieja conexión con nuestro grupo de almas. Suelen formar parte de la experiencia espuria de las almas gemelas. • Víctima/mártir – perseguidor/salvador: Con frecuencia, el salvador acaba siendo la víctima o el mártir. Los excesos y los abusos de poder, a veces ejercidos con extremo disimulo, ocupan un lugar fundamental en este tipo de interacción kármica. En ciertas familias, es probable que todos se las agarren con el más chico y lo usen como chivo expiatorio. La relación salvador/víctima es común en familias que sufren problemas con cualquier clase de adicción y en las que algunos de los padres y/o hermanos actúan como “defensores de los pobres”. Esta interacción se da también en relaciones que algunos llaman “amorosas”. Dado que ambos roles se necesitan entre sí, es muy fácil pensar que se trata de un vínculo entre almas gemelas. Todas las variantes de codependencia responden a este esquema. Estos vínculos nunca podrían darse si no hubiera uno que se sintiera inferior al otro. Pero la necesidad es fuerte por ambos lados. La víctima requiere al que la martiriza y el salvador precisa alguien que no sepa defenderse solo. Si a un individuo siempre lo están defendiendo, “salvando” o martirizando por el simple hecho de que es “débil”, jamás se hará fuerte, y así se creará un círculo vicioso en el cual el esquema se repetirá hasta el infinito, muy a menudo de generación en generación. • Dominio y sumisión: Esta es una cuestión de poder y control. Quizá sea literalmente la manifestación de una antigua interacción del tipo “amo-esclavo”, o quizá simbolice las relaciones de poder. Surge cuando uno necesita ser dominado y, el otro, dominar. Si ninguno tiene conciencia de la situación, es muy probable que la relación esté cargada de considerable violencia, en especial cuando, sin darse cuenta, el que necesita que lo dominen genera una situación de dominación o el que antes era sumiso trata de imponer su voluntad. Es algo muy usual en las relaciones filiales: es posible que padre e hijo se reencuentren para repetir una vieja danza que ya es parte del repertorio habitual. Por eso a muchos les cuesta tanto alejarse de la violencia hogareña ejercida por su pareja dominadora: les guste o no, necesitan la seguridad que les da esa dominación vieja y conocida. Es importante destacar que el dominador no es el único que comete atropellos; puede que el “pobre infeliz” se convierta en un tirano a su manera, y que sepa muy bien cómo apretar los botones que desatan la violencia. Por supuesto, una verdad muy aceptada es que los hijos de relaciones abusivas suelen tornarse opresivos ellos mismos cuando la rueda da la vuelta y ven todo desde el polo opuesto. La cura para estas interrelaciones está en reconocer el problema, hacer un esfuerzo consciente para incorporar el otro polo y dejar de actuar por inercia. Quizás haya que representar uno y otro papel para comprender bien qué es lo que está pasando, y puede que esto sólo sea posible en vidas sucesivas. Aprender a confiar en el otro es también un ingrediente fundamental, lo mismo que atender a las necesidades del semejante y buscar una salida creativa para los juegos recíprocos de poder. • La dependencia y la connivencia como contracara del amor incondicional: Los extremos se tocan ¡cuántas veces la dependencia y la connivencia se disfrazan de “ayuda” o “colaboración”! Muchos creen que brindan un amor incondicional por el simple hecho de que dan a su pareja todo lo que ésta parece requerir o desear. Sin embargo, tal vez si se les dijera que no con convicción y se les permitiera buscar su propia senda, se haría un gran favor a su desarrollo espiritual. Esta forma de “colaboración”, en vez de incentivar las potencialidades de una persona, tiende a suprimirlas. • El traidor y el traicionado: Prometió tanto y cumplió tan poco… Donde mejor se ve esta cuestión es en las relaciones adultas en que aparece un o una amante, con frecuencia en forma reiterada. También es tema recurrente, aunque n ose nota tanto, en las familias que de golpe quitan todo su apoyo al hijo que antes habían alentado y ayudado. Por ejemplo, puede que un niño sea el mimado de su madre, pero cuando nace el hermanito, quede relegado a un segundo plano. El pobre chico, solo y sin entender nada, descubre que ya no es más el centro del universo; entonces empieza a desconfiar de todos los adultos que conoce y a tratar de hacer daño a los demás antes de que los demás lo dañen a él. Los chicos a los que siempre les prometen cosas y nunca les dan nada, repetirán de adultos el mismo esquema de traición. Es posible que quien arrastra esa pauta desde vidas anteriores ya esté involucrado en una red de traiciones mutuas que date de varias existencias. A pesar de todo, puede que un alma se siente muy apegada a otra por las promesas que ésta le hizo y nunca cumplió. • El que da y el que acepta: Este tipo de interacción, tan común en todas las adicciones, también aparece en las relaciones mal llamadas de almas gemelas. Es semejante a los vínculos entre como “soy” o “No puedo vivir sin él (o ella)”. Suele darse en ciertos matrimonios, en los cuales la esposa renuncia a su propia carrera para dedicarse de lleno a la de su marido, o en las relaciones filiales en que el hijo depende constantemente del dinero de sus padres para seguir con su tren de vida. El esquema básico es el siguiente: una persona se esfuerza y genera las condiciones específicas para que la otra pueda florecer o marchitarse, según en qué dirección se la lleve. Por lo general, quien recibe estas atenciones crecerá débil y con algún tipo de dependencia hacia los demás, lo cual perpetuará el poder del “generoso”. Esta pauta mantiene a los involucrados muy atados entre sí, porque piensan que no pueden vivir el uno sin el otro. También puede esconderse un vínculo oculto detrás de este tipo de relaciones, porque si se las mira con detenimiento, podrá notarse que a veces el que da es, en realidad, el que recibe. • El seductor y la seducida (o viceversa): Este vínculo está originado por lo común en relaciones amorosas anteriores. El alma gemela puede sufrir atropellos y abusos, tanto si el vínculo se basa en la amistad, como si se basa en el amor o los lazos familiares. La seducción no siempre es sexual, a veces es intelectual o emocional y hasta es posible que sea de tipo espiritual. Esta situación es común también en las interacciones entre el gurú y su discípulo. El gurú, espiritual o de otra clase, seduce al discípulo con su supuesta sabiduría; luego le irá racionando esos conocimientos que el discípulo procura con tanto ahínco para mantener control sobre él. Por supuesto, al igual que en tantas otras interrelaciones, el gurú termina cambiando el sentido del vínculo y persuadiendo a su discípula o discípulo de mantener relaciones sexuales, casi siempre con la excusa de transmitirle poder, pero con el verdadero propósito de reafirmar la dependencia del seducido. Este también es un problema que persiste a lo largo de los siglos. • El dilema de la libertad o el compromiso: la cuestión sintetizada en la frase: “no puedo vivir con él, pero tampoco puedo vivir sin él”, se repite a lo largo de muchas vidas. Algunas relaciones afectivas son esporádicas, excitantes y apasionadas, tanto que no podrían durar toda la vida. Si ambos compañeros permanecieran juntos mucho tiempo, se aburrirían, el fuego se extinguiría o uno de los dos se escaparía, porque no aguantaría la responsabilidad de mantener el vínculo de ese tipo. A lo mejor, los dos prefieren seguir viviendo juntos, pero aprendiendo a entregarse de verdad el uno al otro. Para ello, deben dejarse ciertos espacios: espacios para crecer, para existir en tanto individuos o para hacer lo que tengan que hacer, siempre dentro del marco de una relación comprometida. Dan ganas de huir, de salir a volar con libertad, pero el alma dice “No, todavía no”. A veces la unión sólo sirve para que cada miembro de la pareja aprenda a vivir sin el otro, para que cada uno tome su camino. Si los dos siempre han estado muy pendientes el uno del otro, atados por lazos simbióticos o por obligación, tal vez deban aprender a renunciar, a ser libres; quizá les convenga buscar otro amor… u otra forma de amar. • El servicio: Sea cual fuere, es un rasgo muy fuerte en las relaciones de almas gemelas. Antes de encarnarse, los dos habían acordado que uno de ellos cumpliría un servicio para el otro. Quizás uno cuide al otro, si está enfermo o discapacitado, y así aprenda a ser compasivo y comprensivo; pero también es probable que el que está en apariencia impedido sea el que cumpla el servicio para el otro. Rudolph Steiner dice que la gente que eligió nacer discapacitada no lo hizo tanto para conocer esa experiencia como para ayudar a los demás a que aprendan cosas nuevas. Cuando alguien tiene alguna tarea dura esperándolo en la calle, seguramente tendrá también un alma gemela que lo ayudará y le brindará afecto en el hogar; asimismo, el padre o la madre prepararán al niño para la adultez de la mejor manera posible. • Reparación: Puede partir de uno o venir hacia uno. La culpa puede atarnos bastante a alguna interacción kármica reiterada, pero, de todos modos, es posible practicar la reparación en forma positiva. Implica pagar viejas deudas o cumplir los tratos efectuados en otras vidas. Por ejemplo, si en una vida pasada alguien nos dio la oportunidad de aprender y crecer, tal vez ahora releguemos parte de nuestro desarrollo para ayudarlo a él. Del mismo modo, si mientras aprendíamos nuestras lecciones hicimos algún daño, quizás queramos reparar ese daño, quizás queramos reparar ese daño en esta vida. Estas situaciones aparecen mucho en las relaciones padre-hijo o maestro-discípulo. También ocurren en los matrimonios y otras relaciones amorosas. |
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jueves, 29 de mayo de 2014
RELACIONES KARMICAS
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