FAMILIAS NARCISISTAS
El personaje mitológico de Narciso ha personificado
el concepto del amor al ser destructivo. Hay, sin embargo, otro personaje en la
leyenda, al cual generalmente olvidamos: Eco. Y es, de la relación entre estos
dos personajes, que podemos derivar el nombre de “la familia narcisista” para
nuestro modelo.
En la leyenda, Eco ha perdido toda la capacidad de
formar sus propias palabras y sólo puede repetir lo que pronuncian los demás.
Cuando se enamora de Narciso, lo sigue con la esperanza de que algún día el
vaya a pronunciar palabras de amor que ella pueda entonces repetirle. Cuando él
se dice a sí mismo “te amo” a su propio reflejo, Eco es capaz por fin de decírselo
a él también. Pero, Narciso está tan obsesionado consigo mismo, que es incapaz
de oírla.(1)
La historia, por supuesto culmina con el
fallecimiento de ambos personajes. Narciso muere de pena frente a su reflejo;
su amor y su absorción por su reflejo en
el agua hacen que termine falleciendo. Eco, incapaz de lograr captar el amor y
la atención de Narciso, cae en lo que pareciera ser un estado de depresión
vegetativa, faltándole la voluntad de comer y beber, por lo que también y
muere.
La historia de Narciso y Eco es la historia del amor
propio y descarta la capacidad para ver, escuchar y reaccionar a las
necesidades de los demás. Sin extendernos demasiado demuestra una alegoría
impresionante de las relaciones interactivas de una familia narcisista.
Narciso represente al sistema parental, el cual, por
cualquier razón (stress laboral, alcoholismo, abuso de drogas, enfermedad
mental, discapacidad física, falta de capacidad simplemente para ser padres),
se ocupa principalmente a satisfacer sus
propias necesidades. Eco es el niño tratando de ganar la atención y la
aprobación, convirtiéndose en un reflejo reactivo de las necesidades de sus
padres, por lo tanto, sin desarrollar nunca su capacidad para encontrar su
propia “voz” – es decir, para reconocer sus propios deseos y necesidades, y
para desarrollar estrategias para satisfacerlos. Dentro del sistema de la
familia narcisista, el locus para satisfacer necesidades emocionales está
invertido: mientras que, en una familia saludable, los padres intentan proveer
de todo para satisfacer las necesidades
emocionales de los niños; en una familia narcisista, se convierte en la
responsabilidad de los niños el satisfacer las necesidades emocionales de los
padres.
Elementos de un
Sistema Narcisista
Una responsabilidad
Tergiversada
En una situación de una familia saludable, los padres
aceptan la responsabilidad de satisfacer ciertas necesidades de sus niños,
hacen que sus propias necesidades estén
satisfechas por su cuenta o entre la pareja, y/o con otros adultos que sean
capaces de hacerlo. En tal familia, la expectativa intrínseca está en que los
niños no son responsables de satisfacer las necesidades de sus padres. Al
contrario, los niños son “responsables” de aprender gradualmente cómo
satisfacer sus propias necesidades de una manera independiente. Se espera que
los niños, con el apoyo de los padres se involucre en un proceso de aprendizaje
que dura, más o menos, 18 años, en el cual aprenderá a ocuparse de sí mismo. Si
el proceso funciona correctamente, el hijo va a aprender a través del modelo a
cómo ser padres que se ocupan de las necesidades emocionales de sus hijos y que
satisfacen sus propias necesidades emocionales. Dicho con las palabras de
Bradshaw:
Lo que un niño necesita más es un protector firme
pero que lo entienda, alguien que necesita que sus necesidades se vean
satisfechas gracias al esposo o a la esposa. Tal protector necesita ver
resuelto el problema en sus propias relaciones, y también requiere tener un
sentido de responsabilidad. Cuando este es el caso, tal protector puede estar
disponible para el niño y proveer lo que el niño necesita.(2)
En una familia narcisista la responsabilidad de
satisfacer las necesidades emocionales se tergiversan, es decir, en lugar de
residir en los padres, la necesidad se desplaza hacia el niño. El niño se
convierte, de una manera inapropiada, en responsable de satisfacer las
necesidades de los padres, y, al hacer esto, se le priva de la oportunidad de
la experimentación necesaria y del crecimiento.
Reactivo / Reflectivo
Tal como Eco sólo podía reflejar las palabras de los
otros, del mismo modo los niños criados en una familia narcisista se convierten
en seres reactivos o reflectivos. Dado que aprenden desde muy temprano que su
principal trabajo es el de satisfacer las necesidades de los padres, cualquiera
que éstas sean, no desarrollan la confianza en sus propios sentimientos y
juicios. De hecho, sus propios sentimientos son una fuente de incomodidad: es
mejor no tener sentimientos en lo absoluto, que tener sentimientos que no
pueden ser expresados ni validados.
Entonces, en lugar de actuar según sus propios
sentimientos y de una manera proactiva, el hijo espera hasta ver lo que otros
esperan de él o necesitan, y luego reacciona según sus expectativas. La
reacción puede ser ya sea positiva o negativa –el niño puede elegir, ya sea
satisfacer las necesidades expresadas o tácitas, o revelarse en contra de esas
necesidades-, pero, sea cual fuese esa reacción, todo es reactivo.
Del mismo modo, el niño se convierte en el reflejo de
las expectativas parentales. Esto sucede en todas las familias hasta un cierto
punto; el concepto de espejo en la personalidad o el desarrollo del ego, es un
principio que ya está establecido hace mucho tiempo por la psicología.(3) Con
frecuencia en la familia narcisista, sin embargo, el espejo puede reflejar la
incapacidad del niño de satisfacer estas necesidades parentales. Este reflejo
casi siempre es interpretado por el niño como una incapacidad y una falla de su
parte.
Problemas con la intimidad
Para el niño de una familia narcisista las relaciones
íntimas son un problema. Los niños de estas familias han aprendido a no
confiar. Por lo tanto, durante el estado adulto, no importa cuánto quieran
formar relaciones cercanas y amorosas, siempre tienen dificultad para bajar las
barreras a la confianza que ya han erguido hace mucho tiempo.
La necesidad de una seguridad psicológica y física
como un bloque constructor esencial para el desarrollo de la confianza, es una
etapa elemental descrita por muchos sistemas psicológicos de desarrollo
(incluido los de Ericsson y Maslow). (4)
El sobreviviente del sistema de una familia
narcisista tiene dos opciones, ya sea aprende a no confiar o una vez que confía
se le enseña a que no confíe más, esto sería lo contrario a lo que sería no
aprender a confiar nunca. Cuando son bebés o niños pequeños, muchos
sobrevivientes fueron bien alimentados, los mantuvieron en un lugar cálido, se
les mimó, se les trató bien. Un niño dependiente, necesitado (como somos
todos), es una mínima amenaza para el
sistema de los padres: las necesidades son simples y el sistema parental es
capaz y además quiere satisfacerlo. Pero a medida que el niño crece y busca
diferenciarse de los padres, las necesidades comienzan a ser más complejas. El
sistema parental puede ser francamente incapaz de ocuparse de estas
necesidades, o puede verse amenazado por éstas y sentirse más y más ofendido. A
esta altura la responsabilidad de satisfacer las necesidades comienza a
tornarse del padre hacia el hijo y la erosión de la confianza comienza.
Mientras que ciertos comportamientos obvios
(emborracharse o avergonzar al niño) van a producir obviamente una crisis de
confianza del niño. Adultos que se criaron en familias narcisistas, con
frecuencia describen una disfunción que es mucho más encubierta, describiendo a
sus padres como “sólo están ahí”. Considere el caso de Beth:
Historia de Beth: Mi mamá estaba siempre ahí,
haciendo las cosas normales. Pasábamos bastante tiempo en casa con ella y
estaba… ahí. Pero recuerdo haberme sentido como que no podía acercarme lo
suficiente a ella. Es difícil describirlo. Ella estaba ahí, se preocupaba, pero
no realmente. Recuerdo haberle dicho eso que me preocupaba tanto, de mi mejor
amiga que me había humillado tanto en la cafetería de la escuela -enfrente de
todos- y ella hizo un gesto con la cabeza y me dijo todo lo correcto, pero era
como que me hacía sentir que me estaba dedicando su tiempo, haciendo lo que las
madres tienen que hacer y sacándolo del “libro de las madres”… porque, en
cuanto terminé, comenzó a hablar de mi papá, de cómo ella estaba enojada con
él, porque le había hecho algo. Como si yo no le hubiese dicho nada!… Y eso no
fue una sola vez, un incidente, en realidad esto pasaba ¡todo el tiempo!... Yo
la adoraba, y supongo que todavía lo hago; yo sé que me quería, pero era como
tratar de agarrar humo, uno no lo puede agarrar con las manos. Aún me siento
así.
La historia de Beth no es una historia de abuso
obvio, abierto o dramático. Se trata de una incapacidad emocional por parte del
padre. Beth sentía que el centro de atención de su mamá no estaba puesto en
Beth, y tenía razón: estaba puesto en la relación con su marido. La mamá de
Beth realmente quería que Beth le prestara atención a ella, que fuera su aliada
y que satisficiera sus propias necesidades emocionales.
Sistema de la familia
narcisista
Por lo general, el sistema de la familia narcisista
es difícil de comprender, tanto para el terapeuta, como para el sobreviviente.
Muchos casos ilustran más que nada a familias abusivas y situaciones
dramáticas, que obviamente corresponden al modelo y parecían relativamente
fáciles de diagnosticar.
Hay cierto número de ejemplos de estas familias
narcisistas abiertas. Familia que tratan con problemas de droga, abuso de alcohol,
incesto, y comportamientos agresivos de todo tipo en familias narcisistas. Pero
nosotros, como terapeutas, los hemos nombrado por lo que son (familia
incestuosa, con problemas de alcohol, etc.)
Existen una cantidad igual de estudios de casos
presentados aquí, que tratan con caos de familias narcisistas encubiertas, en
las cuales las disfunciones son mucho más sutiles. Todos los terapeutas han
tenido casos con pacientes que de verdad están traumatizados y que tienen
muchísimos de los rasgos que identificamos en casos de adultos hijos de
familias alcohólicas. Pero, sin embargo, no podemos entender dónde ni porqué se
originaron los problemas. Esto no fue un abuso abierto u obvio; nadie bebía,
nadie consumía drogas. La familia, en realidad, funcionaba bastante bien. Se
alimentaban los niños, tenían ropa, fiestas de cumpleaños, se los llevaba de vacaciones y se graduaron de buenas
escuelas. La familia parecía normal, igual cuando se la miraba de cerca.
El problema fue que se esperaba que los niños satisfacieran
las necesidades de los padres. Era muy sutil y parecía saludable, pero no era
en absoluto saludable emocionalmente para el niño. Los niños de esta familia
son adultos que llegan a hacer terapia habiendo leído todos los libros, hablado
muchas veces con sus hermanos y amigos, y todos ellos le han reforzado la idea
de que no había nada malo en su familia. Estas personas llegan completamente
convencidas de que tiene que haber alguna falla en su propia personalidad.
¡Esto debía ser así, porque no había nada malo en la manera en que fueron
criados!
El modelo de tratamiento para la familia narcisista
está enfocado para las necesidades de esta población, así como para los
sobrevivientes de familias abusivas mucho más obvias. Esperamos que esta
modalidad sea capaz de llenar el vacío que se tienen al tratar con un montón de
pacientes/clientes que nunca entran dentro de alguna categoría, para quienes no
ha habido un marco de trabajo alrededor del cual organizar el tratamiento, ni
técnicas para ayudar al terapeuta cuando entregan un tratamiento para casos
como los de Beth, Becky y Ben en el mundo.
La historia de Becky. Becky es una secretaria ejecutiva de unos 31
años y trabaja para una corporación ejecutiva de alto nivel. Está casada
felizmente y tiene tres hijos de edad escolar; el cuarto niño murió cuando
tenía 6 meses, de un ataque de neumonía, seis años antes del comienzo de la
terapia de Becky. Ella comenzó la terapia luego de haber vivido en secreto con
ataques de pánico por dos años. Sentía que corría el riesgo de suicidarse, y ya
no podía evitar los ataques. El relato de Bechy acerca de su familia de origen,
de la experiencia que había tenido, era el relato de una persona que había
tenido una familia cercana, cálida y religiosa. Eran seis hermanos: el padre
era un oficial militar de alto rango, y la madre permanecía en casa dedicada a
sus hijos. Becky contaba siempre, por ejemplo, que tenía muchos chicos con qué
jugar y que a su mamá nunca le importaba que su casa fuese el centro del
vecindario para que jugaran los niños. Tenía recuerdos de haberse sentido
especial, porque vivía en una base militar y todos saludaban a su padre y
saludaban a los niños. Recuerda haber tenido cinco o seis años cuando se perdió
dentro de la base, para luego ser “rescatada” por seis soldados, que la
llevaron a tomar un chocolate caliente con galletas y después la llevaron a
casa en un jeep. Habló de cómo le gustaba ir a la oficina de su padre y
sentirse muy importante porque era la pequeña hija del coronel.
Sin embargo,
cuando se le preguntó acerca de sus relaciones con su padre y su madre, su voz
se ponía nerviosa. Había una rabia muy suprimida, hasta cuando contaba un
acontecimiento feliz. Becky se convirtió en una especia de armadillo, alguien
con un caparazón muy duro que la protege, y por dentro es alguien muy suave y
vulnerable. Sus comentarios acerca de su familia, sus colegas y su marido, por
lo general, eran sarcásticos. Hacía chistes agresivos acerca de todo,
enmascarando su rabia como humor. Pero luego de muchos meses de terapia, una
imagen comenzó a emerger. Emergió con una actitud agonizante, ya que era muy
difícil para Becky decir cualquier cosa sobre su padre que fuera a ser visto
como negativo.
Básicamente,
Becky no tenía ninguna conexión emocional con su mamá; su madre no lo podía
permitir. Su madre era un “humano que hace” (en oposición a un humano que
es).(5) Luego de más de un año de terapia, Becky describió a su mamá de la
siguiente manera: “mamá se pasaba todo el tiempo tratándose de ganar esa alas
de mierda [refiriéndose a las creencias religiosas muy fuertes de su madre,
especialmente en los últimos años]. De lo único de que se trataba era de cómo
era vista por los otros. Todo lo que no tenía sustancia ni nada para nuestra
relación. Nos recuerdo a todos nosotros vestidos impecablemente y haciendo fila
para ir a la iglesia. La familia del coronel, nosotros ocho, siempre sentados
en el mismo banco de iglesia. Aunque nos estuviéramos muriendo, teníamos que
levantarnos, vestirnos e ir a la iglesia. Estaba tan ocupada haciendo lo que
era correcto y asegurándose de que todos hiciésemos lo correcto, para asegurar
su lugar en el cielo. No importaba lo que sentíamos, o ¡ni siquiera si
sentíamos algo! Lo único que importaba es que hiciéramos. Y yo, personalmente,
siempre me sentí muy mal, excepto cuando estaba con mi papá. Él me hacía sentir
importante. Él era un héroe. Usted sabe… el uniforme, todas esas medallas, toda
la gente que lo saludaba donde sea que el fuera. Pero mi mamá, ¡uf! Yo sabía
que nunca iba a estar a la altura de lo que ella me pedía. No sabía ni por qué;
no podía preguntar. Entonces era presumida por afuera, pero siempre estaba muy
enojada, y… lastimada”.
Según como
progresó la historia de la familia de origen de Becky, fue más y más aparente
para ella que las necesidades de niñez no habían sido levemente ignoradas, sino
que habían sido sacrificadas para servir a otros (y, en este caso sobre todo,
las necesidades de sus padres). Las convicciones religiosas de su madre,
hicieron que los sentimientos fueran irrelevantes. Había una manera prescrita
de cómo vivir, y así era la manera como se debía vivir, punto. No importaba
como uno se sintiera acerca de eso. La carrera del padre era muy importante
para ambos padres.
El papá de
Becky fue el primer foco de atención en la vida de su madre. En esta pareja de
padres, cualquier cosa que amenazara el estatus, el ego o la paz del padre, era
intolerable. Esa era la dinámica tácita que manejaba esta familia narcisista.
Cuando Becky quedó embarazada a los 16 años, su padre se enfureció y le pegó
arrojándola por las escaleras; su madre apoyó esta acción, culpando a Becky.
Unos años más tarde, cuando el niño pequeño de Becky murió, su padre fue
incapaz de asistir al funeral, dijo que estaba demasiado triste. El día después
del funeral del bebé, la madre de Becky le dijo que se estaba comportando de
una manera egoísta al llorar, y que “debía levantarse y hacer lo que era
correcto” (es decir, limpiar la casa y preparar la comida, en caso de que
alguien fuera a visitarla. Inmediatamente después, la mamá de Becky se fue, y
su joven marido tan triste y sus tres hijos se las tuvieron que arreglar solos.
Ella regresó a su casa diciendo “tu padre me necesita; esto ha sido tan duro
para él”.
“¡¿Y qué hay
de mí?!”, gritó Becky cuando me contaba la historia. “¡¿Acaso no pensó que me
podía lastimar?! No, a mí no se me tenía permitido sentir o apenarme. ¡Yo no
exisitía para ella, yo no estaba haciendo lo correcto! ¡Y que Dios me perdone
si llegana a llorar, a sentirme lastimada o hasta necesitarlos”
Excepto por aquella oportunidad en la que el
padre de Becky la empujó por las escaleras, nunca nadie fue golpeado en la
familia. Nunca a nadie “le falto algo” materialmente. Ninguno de los padres
sufrió el abuso de alguna sustancia, ni de ninguna enfermedad mental, de
discapacidad física, de nada. Pero era una familia narcisista. La expectativa
clara era que los niños debían satisfacer las necesidades emocionales de los
padres, y que los niños no debían solicitar a sus padres para que los apoyen emocionalmente.
Conclusión
La familia narcisista, por
lo general, se asemeja a la proverbial manzana roja brillante con un gusano
adentro; parece hermosa, hasta que uno da un mordisco y descubre al gusano. El
resto de la manzana puede que esté bien, pero un ya ha perdido el apetito.
En la familia narcisista,
mucho de lo que sucede puede ser algo que está “todo bien”, pero la base
emocional falta. Los niños no están satisfaciendo sus necesidades emocionales,
porque sus padres no están focalizados en satisfacerlos. En lugar de dar a sus
hijos un espejo de apoyo, comprometido y basado en la realidad, los padres
narcisistas presentan un espejo que refleja sus propias necesidades, y esperan
que los niños reaccionen a éstas. El foco está tergiversado, y los niños crecen
sintiéndose defectuosos, equivocados o dignos de ser culpados.
Cuando uno se cría incapaz
de confiar en la estabilidad, la seguridad, la igualdad en el mundo propio, uno
se cría desconfiando de sus propios sentimientos, percepciones y valor. Cuando
uno se cría como un ser reactivo-reflectivo, como lo fue Eco, uno no ha
aprendido las habilidades necesarias para llevar una vida satisfactoria.
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