Por qué ningún médico de MSF se ha contagiado en 19 años luchando contra el ébola en África
Laura Olías | El Diario | 21/08/2014
La organización humanitaria
Médicos Sin Fronteras trabaja en los tres países más afectados por el
virus del ébola, Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona. Su personal
lleva combatiendo la enfermedad desde 1995, en 14 brotes distintos del
virus, sin registrar ningún infectado entre sus miembros. Según la ONG,
aunque existen riesgos innegables, no se trata de una hazaña imposible,
sino que se puede conseguir con protocolos y materiales de prevención
adecuados.
Organizaciones como MSF
tratan de ayudar a los equipos locales sanitarios en su propia
protección. Pero la magnitud de la pobreza y la escasez de recursos hace
que se necesite mucho más. En el actual brote, cerca de 160 personas de
los equipos sanitarios han contraído la enfermedad y más de 80 han fallecido, según la Organización Mundial de la Salud.
Frente a las primeras
infecciones y los discursos más pesimistas, desde Médicos Sin Fronteras
señalan que los contagios no son inevitables. Sin infravalorar la
gravedad de la enfermedad –cuyo índice de mortalidad, que oscila entre
el 25 y el 90%–, tras 19 años combatiendo la enfermedad sin registrar ningún afectado, desde la ONG afirman que los recursos con los que cuentan los países son insufientes. También la ayuda internacional.
MSF tiene a más de mil
personas trabajando en las zonas más afectadas por este brote de ébola;
la mayoría de esas personas son nacionales de los países donde se opera,
como es habitual en muchas organizaciones de cooperación. Se trata de
equipos especializados que actúan una vez ya se ha detectado un foco de
infección, y con unos protocolos estrictos de actuación. Todo ello,
según una portavoz de Médicos Sin Fronteras, minimiza los riesgos de
contagio. “Cuando entramos en contacto con los pacientes no tenemos
ninguna parte de nuestro cuerpo expuesto”, cuenta Julia García-Gozalbes,
médica que compagina su trabajo en un hospital sevillano con su
colaboración en Médicos Sin Fronteras. Un traje aislante, dos guantes,
una mascarilla de alta protección, botas de agua y una capucha aíslan al
personal sanitario de la organización.
Una de las principales
tareas pendientes tiene como foco, de nuevo, los centros de atención
nacionales, más cercanos a la población. “Medicos Sin Fronteras ha
expresado en muchas ocasiones a la OMS la necesidad de recursos
preventivos básicos en centros de salud y hospitales, como mascarillas y
guantes”, indica García-Gozalbes, que estuvo cuatro semanas y media en
Gueckedou, Guinea, atendiendo pacientes en la unidad de aislamiento.
Además, faltan manos. Los
equipos de protección de los sanitarios someten a altas temperaturas al
personal, por lo que no pueden usarse durante más de una hora. “Y las
veces que entramos en la unidad de aislamiento no son más de tres”,
relata la médica, debido al riesgo de deshidratación. Por lo tanto, los
equipos deben contar con un elevado número de profesionales, que puedan
relevarse.
Los recursos humanos también escasean en las tareas de prevención,
donde se debe intensificar la lucha para acabar con la enfermedad,
según García-Gozalbes. El envío de medicamentos experimentales, cuya
efectividad no ha sido aún probada, ha eclipsado
en ocasiones estas necesidades más básicas. Entre el 17 y 18 de agosto,
la OMS detectó 221 nuevos casos de ébola. Entre el 14 y 16 fueron 113. Y
entre el 21 y 23 de julio, 96.
“Hay que evitar que el
número de contagios aumente y se están dando focos muy dispersos. Cada
vez que se detecta un caso hay que habilitar todo un proceso de
localización de posibles contagios entre las personas con las que ha
estado en contacto. Hace falta un analista, que siga la pista del virus,
y personal para informar a la población”, afirma la médica.
El ébola se ha cobrado ya 1.350 vidas,
según las últimas estadísticas de la Organización Mundial de la Salud
(OMS). Entre ellas, los contagios y las víctimas del personal sanitario
contribuyeron a aumentar la alarma ante el brote más grave del virus
desde que se descubriese la enfermedad, en 1976. Los casos detectados
entre el personal cualificado aumentaron la desconfianza de algunos
ciudadanos y saltaron las alarmas sobre la imbatibilidad del virus.
En Liberia, el misionero
español Miguel Pajares contrajo el ébola cuando atendía a pacientes en
el hospital San José de la congregación San Juan de Dios, en Monrovia. La muerte de Pajaresse sumaba a la de tres compañeros de su equipo médico (Pascal Chantaline, George Combey y Patrick Nshamdze).
Muchos de los contagios del personal sanitario se produjeron en los centros de salud y hospitales que operan de manera permanente
en estos países. “Esto se explica porque nunca habían visto casos de
ébola y sus síntomas tampoco son muy específicos. Había profesionales
que trataban a pacientes pensando que tenían otras enfermedades, hasta
que se destapó el brote”, explica la doctora García-Gozalbes.
Estas infecciones del
personal más cercano a la población provocaron uno de los mayores males
indirectos del ébola, en opinión de la portavoz. “Se produjeron muertes
por otras enfermedades como malaria y diarrea porque la gente no acudía
al médico”, apunta. Entre los motivos: centros de salud vacíos, con
médicos fallecidos, o el miedo a contraer el temido virus por la falta
de material preventivo.
–
ACTUALIZACIÓN: Semanas
después de la publicación de este artículo, se registró el primer
contagio a una cooperante de Médicos Sin Fronteras que fue repatriada a
su país y ya se ha recuperado. Este lunes se dio a conocer un segundo
caso, una voluntaria noruega que ha sido trasladada a Oslo. Del mismo
modo, la proporción de casos continúa siendo muy elevada. En 19 años de
lucha contra el Ébola, la organización internacional solo ha registrado
dos contagios de su personal sanitaria. El Ministerio de Sanidad solo se
ha ocupado de dos personas infectadas y durante el tratamiento de uno
de ellos una auxiliar de enfermería ha enfermado por el virus.
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