Las consecuencias de nuestros actos como padres, jamás debemos confundir las causas con las consecuencias...
Antes del «trauma del divorcio», en la época en que la pareja
desavenida permanece en el mismo hogar junto a los hijos, éstos ya sufren por
los altercados (aunque los padres los disimulen), por carencias afectivas, y por
faltarles el espectáculo de armonía y muestras de cariño y respeto entre sus
progenitores, necesario para una buena identificación y el normal desarrollo
emocional.
No todos los niños salen perdiendo con el divorcio. Si uno de
los progenitores es muy perturbador, por anormal o por malvado, se vive la
desaparición del hogar como una esperanza de paz.
Los hijos más sensibles a los problemas psicoafectivos son
los menores de ocho años.
Muchos matrimonios se disuelven cuando llevan poco
tiempo casados, o hacen un último intento de reconciliación teniendo otro hijo.
Según la edad varía la reacción de los hijos. Los niños en
edad preescolar no comprenden lo que ocurre en la familia, tienden a echarse la
culpa («es que he sido malo») y se tornan más irritables (rabietas) y
dependientes de sus padres («enmadrados»).
Los de edad escolar se sienten solos y faltos de ayuda. La
separación provoca cuadros depresivos, y deterioro del rendimiento escolar y de
la relación con amigos. Tienden a pedir o a fantasear sobre ir a vivir con el
otro, creen que allí sería mejor su vida y tienen la secreta esperanza de volver
a unir la pareja.
Entre los adolescentes las dos reacciones más frecuentes son:
o una maduración prematura, aceptando responsabilidades de adulto, con un super-ego
hipertrófico; o por el contrario conducta antisocial y refugio en las drogas.
Entre los menores de diez años los síndromes (grupos de
síntomas) más frecuentes son: retirada, apatía, depresión, regresión, angustia
de separación-fobia a la escuela, fugas para buscar al otro.
Retirada. El niño rehuye el contacto y conversación. Puede
hacerlo sólo en el hogar o también en la escuela (no habla con los amigos, juega
solo, no hace preguntas).
Apatía. Desgana, pereza, ausencia de iniciativa. Es más
acusada en las tareas que no le gustan como los deberes escolares (baja de
rendimiento), lavarse, ordenar sus cosas.
Depresión. La depresión se caracteriza por tristeza, llantos,
inhibición, desgana y angustia. En la infancia existen también depresiones que
pueden coincidir con el divorcio y no estar relacionadas.
Cuando el trauma
desencadenante es el divorcio pero se establece una auténtica depresión, se nota
al poco tiempo un cambio en el tema de sus pesares, deja de ser la falta del
padre o de la madre y se orienta a otros motivos; el niño no se entristece
«cuando se acuerda de...», sino que «está triste»; ya no sirve como en la
primera fase el consuelo, cariño, comprensión, seguridad; la depresión ya no
cede ante estímulos psíquicos, precisa tratamiento.
Regresión. El niño «regresa» (retrocede) a una etapa previa
al desarrollo. Vuelve a no comer ni vestirse solo, habla más infantilmente.
Demuestra con su conducta el rechazo de la situación actual y el deseo
inconsciente de «regresar» a una etapa en que era feliz.
Angustia de separación-fobia a la escuela. Se llama «angustia
de separación» a la ansiedad de la primera ruptura prolongada del contacto con
la madre; la manifiestan también los cachorros en las primeras horas de pérdida
de la madre.
En situaciones de conflicto (como el divorcio y separación de uno
de los padres) el niño revive esa angustia, y la actualiza cada vez que se
aparta de la madre.
La manifestación más típica está en que el niño que ya iba a
la escuela sin problemas, vuelve cada mañana a convertir el momento de la
partida en un drama con llantos y lamentos.
Fugas de la casa para buscar al otro, con esperanza ilusoria
de que al ver su desolación regresará al hogar.
Si estos síntomas no son muy intensos y desaparecen en unos
tres meses, se considera «normal».
Resultan más alarmantes las reacciones de: negación,
indiferencia, conducta antisocial.
Negación. Consiste en que el niño «niegue» de forma
irrazonable que existe el problema, dice que el ausente no se ha marchado, que
vendrá a cenar, etc., pese a las veces que se le ha explicado la situación.
Es
un mecanismo neurótico de defensa.
Indiferencia, calma. Aparenta que no le importa, «no se ha
quejado ni una sola vez». Tiene el mismo significado que la negación.
Conducía antisocial, acting-out. La delincuencia infantil
tiene en ocasiones el simbolismo de ganar poder compensador.
El haber
contemplado a sus padres en lo que a él le parece cruel hostilidad, mutila el
super-ego y le permite actuar sin sentimientos de culpa.
Existe un grupo de reacciones normales, que hay que vigilar
pues son patógenas si no se ayuda al niño.
Sentimientos de culpa injustificados. Ha escuchado tantas
veces «si eres tan malo papá nos va a dejar», o «das tantos disgustos a mamá que
se va a marchar», que cuando ocurre piensa que él es el culpable.
Puede provocar
reacciones de masoquismo, en busca inconsciente de autocastigo y también por
dirigir contra sí mismo la hostilidad que siente contra sus padres y no reconoce
conscientemente.
Es el origen de la propensión a accidentes (accident-prone) de
algunos niños psicotraumatizados.
Acusaciones falsas al padre o la madre contra el otro. Así
consigue que se relacionen, aunque sepa que es para recriminarse.
Explotación de los padres. «No voy a ser yo la que siempre le
riña», «para unas horas que paso con él, no pienso pedirle cuentas por los
suspensos como quiere la madre; que lo haga ella que es la encargada de su
educación».
El niño se percata y utiliza la situación. En ocasiones añade
proyección de culpa («no puedo estudiar porque os habéis divorciado», etc.).
Errores frecuentes de las madres (o padres) bienintencionadas
cuando hablan al niño del ausente, con la intención de mantener una buena imagen
de la figura paterna o materna:
a) Que el ausente le quiere pese a no demostrarlo. El niño se
pregunta: sí me quiere ¿por qué no viene a por mí?
b) El ausente tiene muy buenas cualidades. El niño se
pregunta: sí es tan bueno ¿por qué lo dejaste?
Conviene explicar con claridad al niño su situación, dentro
de lo que pueda soportar según su edad; dejarle expresar su frustración,
irritación y angustia. Debe tener una imagen realista (aunque atenuada) de lo
que puede esperar, y darle apoyo compensatorio.
Contestar: «Eso no es asunto tuyo», cuando pregunta sobre la
separación. Sí, es asunto del niño, tiene necesidad de explicación. Se
recomienda establecer una hora fija para hablar con el niño a diario unos
minutos sobre este tema.
Todavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, mi nombre es Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otra, todavía busqué un cura incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor entorno, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128
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