Hoy en día, las enfermedades degenerativas provocan la mayor parte de las muertes. El cáncer, el infarto, la artritis, la arteriosclerosis, la hipertensión, etc. son enfermedades muy extendidas en las sociedades industriales.
Durante mucho tiempo la medicina ha estado buscando sin éxito un tratamiento que las detuviese. Las enfermedades de esta civilización continúan ganando terreno en la misma medida en la que las sociedades alcanzan cotas más altas de "bienestar".
El conocimiento de la Naturaleza nos dice que el cuerpo y la mente no son cosas diferentes, sino distintos aspectos de un mismo todo, y que cualquier cosa que afecte a uno afecta a la otra y viceversa.
Desde una perspectiva material parece que el origen de las enfermedades se encuentra en el mismo organismo físico, pero cuando se estudia en profundidad el proceso de la enfermedad se comprueba que el ser humano es una unidad que se compone de diferentes planos -físico, emocional, mental...- y lo que ocurre en cada uno de los planos afecta e influye directamente en los demás.
Por eso, los desequilibrios mentales y emocionales se traducen en desequilibrios físicos, y el origen último de todas las enfermedades reside en la mente del ser humano.
Vivimos de una manera desarbolada, sorprendentemente egoísta. Por eso, como alimentamos al ego, llevamos vidas antinaturales y nos desenvolvemos en un medio hostil y competitivo, se generan una serie de procesos que terminan por manifestarse en esos síntomas que tan bien conocemos.
Detrás de todas las emociones negativas, detrás del materialismo y de la ambición, detrás de la desmesura, la envidia y la frustración, detrás de la insolidaridad y del ansia de poder y detrás, en definitiva, de todo cuanto enferma a las personas y a la sociedad se encuentra simplemente una actitud egoísta, que junto a la ignorancia, son la verdadera causa que origina los males físicos y psíquicos de todos los tiempos.
La causa de estos desarreglos psicológicos es de índole espiritual.
La ignorancia y el egoísmo provocan un malestar, una persistente insatisfacción interior que desequilibra nuestros mecanismos y desencadena un proceso de degeneración.
Los seres humanos no somos conscientes ni obramos adecuadamente, y la falta de espiritualidad nos deja sin un norte que nos preste coherencia, a merced de las consecuencias de lo que nosotros mismos sembramos.
Se puede estar sano, delgado y vibrante.
Esto lo realiza cada cual a su propio ritmo, sabiendo que hasta el más mínimo cambio tiene su influencia positiva sobre la energía, la salud y el bienestar. “Estar bien” es una prerrogativa del ser humano superior.
En realidad no existen "enfermos", sino personas que necesitan conocimiento para equilibrarse en sus dimensiones física, emocional, mental, espiritual y social.
Cuando se equilibran y armonizan estos diferentes planos, reflejan la salud, la buena forma, la integridad y el bienestar.
Dedicado a mi pobre y adinerada familia.
Chiapo¡¡¡
No hay comentarios:
Publicar un comentario