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lunes, 16 de diciembre de 2013

CAMINO HACIA EL ÉXITO





Para lograr que nuestra vida mejore, debemos arriesgarnos. La única manera en que podemos crecer, es corriendo riesgos.
En realidad conocemos muy poco acerca del acto de arriesgarnos. Nos inhibe el temor, es lo que no nos deja actuar. Cuando tenemos un contratiempo dudamos de nosotros mismos, vacilamos, y creyendo que la situación está por desmoronarse, nos retiramos sin probar fuerzas, convencidos de que no podemos hacer más.
Lo que no comprendemos es que arriesgarse implica exceder los límites propios usuales para alcanzar un objetivo determinado, y que la inseguridad y el peligro siempre forman parte del proceso.
El coraje surge de la convicción; ningún curso, técnica o estudio nos permitirá por sí solo arriesgarnos, a menos que reconozcamos la necesidad de cambiar y creamos en nuestros objetivos. Cuando hay un objetivo por el cual vale la pena arriesgarse, nuestras acciones tienen un fin y nuestra vida un sentido, y entonces ningún riesgo puede detenernos.
¡Arriesgarse! Nada más pronunciar esta palabra para detenernos a reflexionar. Arriesgar es desprenderse de lo conocido y seguro y aspirar a algo que creemos que es mejor que lo que poseemos en la actualidad, o por lo menos, necesario para sobrevivir.
Quien no arriesga no encuentra el verdadero amor, no tiene poder y no gana prestigio. Es imposible crecer sin arriesgarse, sin aventurarse. En cada etapa nos hacemos un poco más fuertes, confiamos más en nosotros mismos.
Arriesgarnos inspira mucho dolor y temor. Debemos dar un salto para renunciar a lo que es falso, al darnos cuenta que fuimos deshonestos con nosotros mismos esto hace que cambiemos. Crecer implica arriesgarse, renunciar a falsas convicciones, vínculos superficiales y hábitos destructivos. Cuando perdemos la fe nos sentimos vacíos y necesitamos algo nuevo en que creer. Los vínculos fundados en el temor no nos sirven. Nos quedamos enganchados en los malos hábitos porque no nos esforzamos por crecer, y necesitamos una excusa para justificar nuestros fracasos. Cuando conservamos nuestros malos hábitos es en realidad porque no nos queremos.
Cuando nos aferramos a una convicción falsa, ésta nos impide crecer. Cuando seguimos pensando que en realidad nuestra madre tenía buenas intenciones al hacernos daño, nos llena de enojo y la culpa que éste produce nos impide desahogarnos. A nadie le gusta reconocer que el problema es uno mismo. Cuando un temor nos toma por sorpresa, comenzamos a dudar de nuestro juicio y planes.

Algunas personas se aterrorizan ante la posibilidad de cualquier pérdida y tratan de esquivar todo riesgo. Se aferran a relaciones que parecen seguras, toman trabajos que parecen estables. Esquivan todo riesgo que pueda desenmascararlos.
Lamentablemente, a menos que se arriesguen a ser rechazados, nunca encontrarán un amor en quien confiar. Si no ponen a prueba su poder, no encontrarán sensación alguna de seguridad personal, ni tampoco estarán seguras sus fuerzas, y se pasarán sus vidas poniendo a prueba sus defensas.
No arriesgarse es la manera más segura de perder.
Si nos negamos a enfrentar el riesgo, a la larga éste viene a nosotros. El solo hecho de estar vivo hace que la persona esté en contacto con oportunidades para crecer a cualquier nivel. Nuestro mundo se achica y nos convertimos en seres rígidos. Quien no se atreve a correr riesgos por sus propios medios no es fiel a sí mismo. Su mayor problema radica en sí mismo.


"Si no arriesgas, no creces.
Si no creces no te superas.
Si no te superas no serás feliz.
Si no eres feliz, ¿qué otra cosa importa?"

Para crecer debemos superarnos. Aceptemos la vida como un obsequio. Aceptemos las responsabilidades de actuar según nuestros mejores y propios intereses. Si somos buenas personas lo que buscamos para nosotros también será bueno, siempre y cuando seamos honestos con lo que necesitamos. Nadie nos dará satisfacción, salvo nosotros mismos.
¿Cómo lograrlo? ¡Arriesgándote!
Una vida dinámica está relacionada con el riesgo, no de cosas peligrosas, sino de situaciones con sentido común; ante todo somos del modo que queremos ser. Si no estamos felices con nuestra vida, somos nosotros los que tenemos que hacer algo para que ello cambie.
Nuestra única esperanza es ser felices viviendo nuestra propia vida y siendo lo mejor que podemos ser, sin competir con los demás y alcanzando el máximo de nuestro potencial. La vida que creamos para nosotros se convierte en nuestra realidad y nuestro mundo no tiene límites.
Detrás de todo riesgo debe haber una vida por la cual valga la pena ARRIESGARSE.

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