https://granmisterio.org/2014/06/21/el-plano-astral-ii-habitantes-del-plano-astral/
El Plano Astral (II): Habitantes del plano astral
Habitantes humanos del plano astral
Podemos clasificarlos como “vivos” o “muertos” en el mundo o plano físico, es decir, personas encarnadas que todavía poseen cuerpo físico o ya desencarnadas y por lo tanto residentes temporales en el plano astral. Tenemos las siguientes:– El maestro y sus discípulos
Aquí se encuentran los estudiantes de ocultismo de cualquier parte del mundo pertenecientes a distintas escuelas de misterios, asociaciones, logias, etc. haciendo “prácticas” con sus respectivos maestros espirituales. En este caso para moverse a través de los subplanos se utiliza el cuerpo mental revestido de materia astral, porque ya se ha conseguido la habilidad de manejar sendos cuerpos y de transferir las lecciones correctamente de uno a otro.
– Personas desarrolladas psíquicamente (sin estar bajo la guía de un maestro)
Pueden ser individuos desarrollados espiritualmente o no, ya que una cosa no va de la mano de la otra (por ejemplo, las personas que nacen con facultades psíquicas). Dependiendo del empeño que le ponga en desarrollar su facultad o del estudio que le dedique, se desenvolverá astralmente con mayor o menor facilidad. No obstante, sin el consejo de un maestro es muy difícil no dejarse engañar por lo que perciben nuestros sentidos en este mundo, resultando que los recuerdos de la experiencia suelen estar bastante lejos de la realidad o se pierden en el olvido. Tampoco saben utilizar correctamente el cuerpo mental.
– Personas comunes
Dentro de este grupo se encuentra la inmensa mayoría de la humanidad durante las horas de sueño nocturno. El cuerpo astral de la gente “dormida” de conciencia flota más o menos conscientemente mientras el cuerpo físico reposa en su lecho. La corriente astral lo va trasladando, y durante su curso puede encontrarse con otros cuerpos astrales de parecida condición e interaccionar con ellos, lo que da lugar a los sueños que recordamos por la mañana.
En este caso tenemos lo mismo que en el primer grupo (mismo grado de desenvolvimiento en el plano astral), pero con objetivos opuestos. En el primer caso teníamos a los grupos que aplican su estudio y conocimiento al progreso de la humanidad, y en este a los magos que aplican sus fuerzas para conseguir fines egoístas.
Como ejemplo podemos citar a los dugpas del Tíbet, de la secta ninmapa o del casquete rojo, que aunque no son los únicos, entre sus abyectas hazañas se encuentra el haber apoyado la empresa de Hitler en su momento.
Habitantes humanos muertos
Entiéndase este calificativo para designar a los seres humanos que temporalmente carecen de cuerpo físico, pues cierto es que siempre estamos “vivos”, ya sea en un plano u otro. Y hay que decir que los que nosotros llamamos vulgarmente “muertos” están a menudo más vivos que nosotros. Tenemos los siguientes:– Los Nirmânakâyas
Estos son seres muy excelsos que raramente se dejan ver por el astral, pero los menciono para dejar constancia de su existencia.
– Los discípulos en espera de reencarnar
Aún no son muy numerosos en el actual estado
evolutivo de la humanidad, aún así su número va aumentando poco a poco.
Estas son personas de pura conducta, altos pensamientos y fuerzas
espirituales de extraordinaria intensidad. Se encuentran en el astral
llevando a cabo tareas encomendadas por su maestro, mientras esperan el
momento oportuno para encarnarse. Entretanto, continúan su proceso
evolutivo, ahora sin el estorbo de la fatiga del cuerpo físico.
– Los seres humanos después de la muerte
Esta clase es mucho más numerosa que todas
las que hemos visto hasta ahora. El carácter, la condición y el tiempo
que pasan los individuos una vez desencarnados en el plano astral
difiere notablemente entre unos y otros. No obstante, todos tenemos que
consumir nuestros deseos siniestros en este plano. La densidad del
cuerpo astral va disminuyendo a medida que sube de nivel, y únicamente
se detiene cuando la densidad es la misma que la de la materia del
subplano. Las fuerzas desintegradoras actúan sobre él destruyendo la
materia de los planos inferiores, de modo que el “Ser”, la chispa divina
o como queramos llamarlo, se va elevando cada vez más (a esto es a lo
que se refieren muchas entidades en las sesiones espiritistas cuando
dicen que están a punto de “elevarse”).
En la inmensa mayoría de los casos, la
pérdida del cuerpo físico no altera el carácter moral e intelectual del
individuo, y de aquí que entre los habitantes desencarnados del mundo
astral haya la misma variedad de mentalidades y moralidades que
observamos en el mundo físico.
– La sombra
La sombra es una entidad formada por el
cuerpo astral que se está desintegrando, más una porción del cuerpo
mental inferior o mente concreta. No siempre sucede que se mezclan los
dos cuerpos, esto sólo acontece en el caso de que el difunto haya tenido
una vida muy materialista y se haya entregado a sus más bajas pasiones y
deseos. Como es muy difícil separar un deseo pasional del pensamiento
en el mismo, una porción del cuerpo mental queda entretejida al cuerpo
astral.
La sombra conserva las características y la
memoria del individuo, pero es un reflejo de sus cualidades más
inferiores, por lo que muchos la atribuirían a la aparición de la
persona fallecida. Su duración varía según la cantidad de materia mental
que contenga. Es susceptible de ser utilizada por magos negros para sus
fines.
– El cascarón
Es el cuerpo astral en la última fase de
desintegración, cuando ya no le queda ninguna partícula de materia
mental. Carece por completo de inteligencia, pero puede ser animado por
un médium y reproducir las muletillas e incluso la letra de la persona
desencarnada.
Una variedad sería el cascarón vitalizado, que
como su nombre indica se trata del cascarón animado por el artificial
elemental que lo anima (los pensamientos que repetidamente y de un modo
constante ocupan la mente de aquellos que los mantienen). También sirven
de instrumento a la magia negra.
A propósito de los cascarones, hay que
señalizar que en el aura astral de la humanidad se encuentran en grandes
cantidades, los cuales,sin que el ser humano se dé cuenta, le succionan
la energía psíquica y le hacen receptible a enfermedades físicas, a
desequilibrios emocionales y a ilusiones y perturbaciones de carácter
mental.
– Suicidas y víctimas de accidentes
En este caso nos encontramos con personas
que no se han ido “mentalizando” sobre la proximidad de su muerte, por
lo que en la mayoría de los casos no se han debilitado sus deseos por
las cosas materiales y su cuerpo astral todavía está muy “cargado”. En
el caso de los suicidas, incluso se pueden distinguir varios “grados”,
pues hay gente que se quita la vida por ejemplo para eludir el castigo a
un crimen que han cometido o los que lo llevan a cabo por sus
circunstancias vitales.
En el caso de los individuos más apegados a
la materia, se verán atraídos por la capa más cercana del astral a
nuestro plano físico. Sin embargo, los que mueren de accidentes y han
tenido durante su vida una noble y recta conducta, no tienen tendencia a
este subplano, pasan el tiempo que tengan que permanecer allí “en feliz
ignorancia y completo olvido, o en un estado de tranquila somnolencia
henchida de rosados sueños”.
– Vampiros y lobos
Esta clase la tratamos ampliamente en el
artículo “Tras la pista de los licántropos”. Decir que, como en todas
las leyendas, hay un trasfondo de verdad. Mediante artes mágicas negras,
un suicida puede eludir el paso por la octava esfera convirtiéndose en
un vampiro. En el caso del hombre-lobo, también es necesario el
conocimiento de la magia negra para proyectar el cuerpo astral,
existiendo la posibilidad de que se apodere de él otra entidad astral y
lo materialice en forma de animal salvaje. Ahora es casi imposible
encontrarse con alguna de estas entidades cuando estamos explorando el
astral, además de que su manifestación sólo es posible en las
inmediaciones del cadáver del que fue su cuerpo físico.
-El mago negro y sus discípulos
Tenemos aquí el extremo puesto al discípulo
que espera reencarnarse. Los practicantes de magia negra prolongan su
estancia en el plano astral para llevar a cabo distintos objetivos, pero
en todo caso siempre lo hacen sustrayendo la vitalidad de otros seres
humanos por medios de horrible índole.
Habitantes no humanos del plano astral
En este apartado entran entidades que pertenecen a nuestra línea de evolución; es decir, que han sido o serán seres humanos. Algunas se pueden considerar inferiores al hombre, otras lo igualan y también las hay que nos superan en bondad y en poder. Así pues, tenemos a:– La esencia elemental perteneciente a nuestra evolución
Es una tarea ardua y compleja describir a la esencia elemental a quien no está familiarizado con el ocultismo, por lo que sólo vamos a decir que esta esencia constituye la esencia divina antes y después de individualizarse y residir en los reinos mineral, animal, etc., y se le dan distintos nombres según resida en un reino o en otro.
La esencia elemental es una vasta “masa” que reacciona al más efímero pensamiento humano y responde a él en fracciones de segundo en consonancia con el deseo o la voluntad humana, pero ya en el instante en que se torna en algo que puede calificarse de elemental, deja de pertenecer a esta clase.
No les rendiríamos justicia si no mencionáramos aquí a los alquimistas medievales, que poseían avanzadísimos conocimientos y ya sabían que cada uno de los siete estados de la materia servía de base de manifestación a una gran clase de evolucionante esencia monádica, a la denominaron esencia elemental.
– El cuerpo astral de los animales
La gran mayoría de los animales no ha alcanzado aún la completa individualización, por lo que permanecen poco tiempo en el plano astral. Digamos que comparten unas “almas grupales” por especie, en la que van acumulando sus experiencias de cada vida física. El tiempo que pase aquí dependerá de la inteligencia de la que haya hecho gala durante su vida física; en todo caso el animal se suele encontrar en un estado de conciencia soñolienta, feliz.
– Los espíritus de la naturaleza
Los espíritus de la naturaleza no han sido ni serán nunca humanos, al contrario de los animales que nos rodean, por ejemplo, que algún día conformarán una humanidad comparable a la nuestra. Así que nuestra relación con ellos se reduce a que compartimos el mismo planeta, básicamente. Podría decirse que son los “animales” de otra línea de evolución.
“Salamandra”
Se pueden dividir en siete órdenes que habitan en los siete estados
de la materia física (tierra, agua, aire, fuego y las cuatro clases de
éter). Son inteligentes entidades que residen y funcionan en cada uno de
esos ambientes.Los tratadistas medievales llamaron gnomos a los espíritus naturales de la tierra; ondinas a los del agua; sílfides a los del aire, y salamandras a los del fuego. En el lenguaje vulgar se les conoce por muchos nombres, entre ellos los de hadas, sátiros, faunos, elfos, duendes, damas blancas, nereidas, morenillos, trasgos, etc. Sus formas son muy variadas, pero más frecuentemente de configuración humana y cortos de talla. Como todos los habitantes del plano astral, son capaces de asumir cualquier aspecto a voluntad. En las condiciones ordinarias son invisibles a la percepción visual física, pero son capaces de materializarse para hacerse visibles fácilmente.
En nuestras incursiones a través del plano astral lo normal es que estos elementales se nos muestren hostiles, en actitud amenazadora, pues no les agrada mucho nuestra presencia. De todas formas, nunca nos harán daño a no ser que les estemos provocando intencionadamente. Si no les mostramos miedo ni los molestamos, retrocederán o se desaparecerán de nuestro camino. Dicen que en la edad de oro de la humanidad, cuando era menos egoísta y más espiritual, los elementales se mostraban amigos del hombre; pero ahora se han enemistado con nosotros porque tratamos con indiferencia, antipatía y crueldad a los otros seres sintientes.
– Los devas
También llamados los hijos de Dios, o ángeles; los devas, como los conocen los hinduistas, son la línea de evolución más alta relacionada con nuestro mundo físico. Se pueden considerar como un reino inmediatamente superior al humano, como el humano es inmediatamente superior al animal. Las tres categorías inferiores de los devas son los devas astrales (kamadevas), los devas mentales inferiores (rupadevas) y los mentales superiores o arrupadevas.
Podríamos citar a los ángeles Agnishchaitas, “las huestes de la Voz”, unas entidades sumamente sutiles que se encargan de dirigir todas las actividades védicas que se realizan en el plano físico. De gran belleza y auras maravillosamente resplandecientes, utilizan el fuego de la Kundalini para energetizar y crear los organismos apropiados a cada raza y cada especie que están evolucionando en el plano físico.
Habitantes artificiales del plano astral
Nos vamos a adentrar en una categoría muy difícil de clasificar, pues estas entidades difieren entre ellas como pueden diferir los pensamientos o las opiniones entre una persona y otra. La única división posible es clasificarlos en elementales formados inconscientemente por la humanidad y los creados por ocultistas, magos y gente preparada para hacerlo. He añadido tres arquetipos más al principio y dos al final que son bastante frecuentes también.Conviene aclarar que es bastante importante la relación que tenemos con ellos, pues son seres que hemos creado nosotros lo queramos o no, a los que estamos ligados por lazos kármicos y que influyen en nuestras vidas de una forma u otra.
– Larvas
Se conocen con este nombre a las pequeñas concentraciones de materia astral creadas por los bajos deseos de los seres humanos. Pueden adoptar forma de gusano y pequeños reptiles y se pueden ver frecuentemente pegados al aura de gente de bajo nivel espiritualmente hablando.
– Las formas psíquicas de las enfermedades
En el plano astral también podemos encontrarnos con las formas que adoptan los sufrimientos psíquicos de las personas que padecen cualquier enfermedad, desde las más leves a las llamadas incurables. El sufrimiento, en todas sus infinitas variantes, produce una reacción en los éteres sensibles del espacio, y la materia astral, que constituye el nivel en donde se manifiesta, se agrupa creando vórtices de energía y atrayendo a su centro de radiación toda clase de substancia psíquica que entra dentro de su campo vibratorio, hasta adquirir una forma organizada con carácter propio y entidad independiente que a la vista del cualificado observador aparece como perteneciente a tal o cual tipo de enfermedad o dolencia física.
El dolor moral también adopta su forma característica. Todas estas emociones puede decirse que constituyen avenidas de entrada en el cuerpo físico denso, a través del vehículo etérico, de casi todas las lesiones o enfermedades de tipo orgánico que padece la humanidad.
– Los lemures
Se les da el nombre de lemures dentro del ocultismo a las formas psíquicas de los deseos sexuales, el miedo y el egoísmo. Estas potentes pasiones han sido alimentadas por la humanidad desde su mismo nacimiento, razón por la cual subsisten como formas poderosas en el plano físico, astral y hasta mental, constituyendo fortísimas estructuras psíquicas que condicionan la vida psicológica de la humanidad.
Expresiones del deseo sexual pueden ser los conocidos íncubus y súcubos, que también pululan por el plano astral esperando a alguna víctima que se deje influenciar por ellos. Pero también existen otras formas más repugnantes aún, como las figuras que se arrastran pesadamente por los más densos niveles bajo la forma de una especie de pulpos gigantes de aspecto viscoso, color marrón oscuro casi negro y ojos verdosos o rojizos de apariencia vidriosa, extendiendo sus tentáculos hacia el aura astral de las personas desenfrenadamente lujuriosas y penetran en sus vehículos etéricos condicionando la imaginación y el pensamiento a imágenes lúbricas, obscenas y concupiscentes. Tales influencias impiden lógicamente la correcta orientación mental y un adecuado equilibrio de los valores psicológicos del ser humano, lo cual repercute dolorosamente en los ambientes familiares y sociales en donde corrientemente desenvuelven sus existencias kármicas.
Respecto al miedo y al egoísmo, las formas que pueden adquirir son múltiples y no tienen porqué corresponder a la humana, desde luego, ya que se manifiestan de muchas maneras y pueden mostrar muchas caras.
Estos son los elementales que continuamente estamos creando con nuestros pensamientos y deseos. Lo más normal es que duren sólo unos minutos o a lo sumo unas horas, dependiendo del impulso en forma de vibración que reciben. Pero como la vibración es vida, si un determinado deseo ocupa nuestros pensamientos con frecuencia, acabamos creando un elemental muy potente, que tenderá a unirse a otros de su misma índole en el astral formándose auténticos artificiales con vida propia que ya no dependen de sus creadores, sino de la intensidad de los pensamientos que les dieron vida.
Como la mayoría de los pensamientos que tenemos al cabo del día son referentes a nosotros, estamos rodeados continuamente de ellos y de su influencia más o menos perniciosa. Incluso digamos que llegan a instigar a la persona que para reproduzca las mismas vibraciones que necesita para sobrevivir. Por supuesto, su influjo también alcanza a la persona sobre la que vayan dirigidas nuestras plegarias o nuestras emociones. La persona cuyos pensamientos y deseos sean malignos, rencorosos, avarientos y hostiles, va por el mundo llevando consigo una pestilente atmósfera psíquica poblada por las repugnantes entidades que formó para que fueran sus compañeros. Cabe decir que los sentimientos amorosos y amigables tienen el efecto contrario.
Un sentimiento de envidia o de odio lanzado contra una persona, entrañará un elemental que se dirigirá hacia ella como una disparatada flecha, y buscará el punto más fácil por donde penetrar. Si el sentimiento es persistente, el elemental recibirá un nuevo estímulo y podrá prolongar su vida mientras persista el sentimiento que lo engendró. Sin embargo, el mal deseo o el siniestro pensamiento no tendrán eficacia alguna si la persona a quien van dirigidos no vibra ni propende a vibrar en la siniestra tónica del elemental formado por tan morbosas emociones, es decir, que la persona malquerida no proporcionará punto de apoyo a la potencia del elemental cuya influencia rechazará como un broquel el aura del individuo de puros pensamientos y recta conducta, por no hallar sitio en donde fijarse y entonces por ley mecánica reaccionará contra quien lo emitió, donde encontrará motivo de actividad, de suerte que el individuo quedará herido por sus propias armas.
Los elementales, tanto estos como los que estamos a punto de ver, son capaces de vitalizar cascarones astrales para prolongar su vida y sus acciones a este nivel.
– Elementales formados conscientemente
Imagínense el poder que pueden tener los elementales formados por magos al servicio del mal o del bien, que saben aprovechar las virtudes y los efectos de los que acabamos de hablar y lanzarlos a favor o en contra de algo o de alguien. Además, estos elementales son de más larga vida y mucho más inteligentes y poderosos que los formados de forma inconsciente, por lo que son más peligrosos. Algunos llegan a emanciparse de las órdenes de su creador y se convierten en fuerzas maléficas que vagan procurando a toda costa prolongar su existencia, alimentándose vampíricamente de la vitalidad de otros seres o influyendo en ellos para que les tributen ofrendas. Por medio de la fuerza que pueden extraer de las ofrendas y la vitalidad de sus devotos, pueden subsistir mucho tiempo y mostrarse esquivos y enojados si escasean o cesan los sacrificios.
He decidido incluir a estas dos entidades como artificiales curiosos y porque son de los primeros que nos vamos a encontrar cuando pasemos al “otro lado” :
El Guardián del Umbral es la primera imagen que aparece ante el fallecido una vez incorporado a la vida en el plano astral. El impacto, normalmente desagradable, depende de la envergadura del artificial generado. Un ser que hubiese llevado una vida marcada por las bajas pasiones y el enfrentamiento, habrá generado un artificial monstruoso, fiel reflejo de sus monstruosidades, que le estará esperando tan pronto abra los ojos a la nueva vida.
De aquí se puede intuir que aquello que llamamos infierno no es sino el enfrentamiento con los sucesivos artificiales perversos que reflejan ese aspecto de la personalidad, el encuentro con una parte de nuestro Yo.
El Tentador, por su parte, es la figura de otro artificial generado exclusivamente por los deseos repetidos por el individuo y que, una vez desarrollado, es capaz de movilizar las energías internas de este en orden a la satisfacción de tales deseos.
El infierno de Dante
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Fuentes consultadas para la elaboración de este artículo y más información:
[Libro] El Plano Astral. C. W. Leadbeater
[Libro] Estructuración dévica de las formas. Vicente Beltrán Anglada
[Libro] El libro de los espíritus. Allan Kardec
Revista Más Allá nº 2
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